A veces, cuando aflora mi lado imprudente, busco en las páginas de las editoriales las recomendaciones de lectores y socios para elegir un libro. Por fortuna, no suele ser una práctica habitual, en parte por las decepciones que ya me he llevado con anterioridad. No obstante, hace poco, volví a las andadas y encargué una novela corta tan sólo por su sinopsis; del autor me ocupé después.
“Los extraños” (2021), de Jon Bilbao, es una historia breve, donde el amor y la rutina se confunden, arañándose con sutileza, en una pareja que parece consolidada, pero a punto de desvanecerse. Jon y Katharina, que ya se dejan ver en una obra previa del mismo autor, caminan en línea recta; sólo la visita de dos extraños, el primo de él y su asistente, reconducirá una senda que no llevaba a ninguna parte. Sin embargo, el precio que habrán de pagar será alto, y las curvas que se antojaban divertidas, peligrosas. Las relaciones crujen ante la inmovilidad, pero demasiados cambios también producen un tambaleo difícil de controlar. A medida que avanza su lectura, el lector será muy consciente de este hecho, ya que la situación llega a volverse desagradable, intimidatoria, sofocante en mitad de un invierno cargado de lluvia, animales inoportunos, extrañas luces en el cielo que perturban a la comunidad y un desorden que, in crescendo, se transformará en insoportable.
Salvando las distancias, los tiempos y las trayectorias literarias de ambos autores, he retornado a “Casa tomada” (1946) del argentino Julio Cortázar. No es la misma historia, pero transita por un hilo argumental paralelo y sus interpretaciones también pueden ser muy variadas. Ambas comienzan de manera realista, pero van introduciendo una serie de distorsiones que cuestionan la forma de actuar de los protagonistas ante semejantes acontecimientos. Jon y Katharina podrían ser los hermanos que habitan la antigua casa colonial, ya que su vínculo de pareja está formado más por costumbres y conformismo, que por pasión y complicidad. En el caso del relato de Cortázar, los extraños no se describen, ni interactúan con los dueños, sólo se intuyen a través de susurros y ruidos; al contrario que en la novela que nos ocupa, en la que se presentan como personajes de carne y hueso, aunque crezca la sospecha en torno a ellos y su naturaleza a medida que se desarrolla el nudo. Lo realmente desconcertante en las dos es la resignación y la pasividad de los afectados frente a la modificación del orden establecido, como si aceptasen la invasión y la toma de control de los otros sin más. Es su casa, pero no se atreven a reclamarla, ni a ofender a los intrusos. “Se están atrincherando abajo”[1]BILBAO, Jon. 2021. Los Extraños. Madrid: Impedimenta, p. 67 y han impuesto sus propias leyes sin consultar, y con una amabilidad casi molesta. “Le cuesta reconocer el salón. Incluso el olor es diferente: pesado y ácido”[2]Ibíd., p. 77, pero Markel y Virginia no hacen daño a nadie, aseguran que se irán en unos días.
La magnitud de esta narración es mayor de lo que pueda aparentar, pues su construcción no es completa y uno puede quedar atrapado en su ambigüedad. Quizás, la mezcla de realidad y fantasía influya en la interpretación, pues existe una certeza tangible, a la vez que una sucesión de circunstancias insólitas. Como lectores, puede que encontremos dificultades en discriminar detalles que son importantes de aquellos que no lo son. Este hecho genera cierta desorientación y puede que nos preguntemos si nuestras conclusiones son ciertas o nos hemos zambullido en aguas pantanosas. A ello contribuye un final sencillo, pero con situaciones pendientes de aclarar y muchos cabos sueltos. Además, el autor ha optado por una voz narrativa neutra y objetiva, que añade todavía más incertidumbre a la evolución de los hechos.
El escritor asturiano ha afirmado en alguna entrevista que no hacen falta cuatrocientas páginas para contar historias.
En “Los extraños” bastan ciento treinta y tres para generar una atmósfera de angustia y tensión. Esa inquietud, precisamente, se basa en no revelarlo todo y en poner el foco en esos huecos poco iluminados, abiertos a la indagación que cada uno quiera emprender. A veces, este puede ser un trabajo de autoconocimiento, utilizando al otro –a los personajes o al relato en sí mismo- para ahondar en ciertos aspectos personales que nos generan insatisfacción o dudas. Como ya hemos escuchado en múltiples ocasiones, las adversidades pueden ser un fuerte potencial de crecimiento y superación, y sólo enfrentándonos a esos aspectos menos atractivos de nosotros mismos –como Jon y Katharina- podremos llegar a modificarlos. “Lo que niegas, te somete; lo que aceptas, te transforma”, según dijo Carl Jung (o eso se le atribuye). ¿Qué decidirán los protagonistas después de días de quietud?, ¿serán esos extraños los que darán un vuelco a su relación y, en un sentido más amplio, a su vida?
Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) es ingeniero de minas y licenciado en Filología Inglesa. En la actualidad, reside en Bilbao y trabaja como traductor. Ha escrito libros de cuentos, entre ellos, “Como una historia de terror” (2008), “Bajo el influjo de la cometa” (2010) y “Física familiar” (2014). Es autor de biografías destinadas al público infantil, como “Leonardo Da Vinci, el inventor” y “Henry Stanley, el explorador” (2006), “Shakespeare, el maestro del teatro” (2007) y “Lewis y Clark, la conquista del oeste” (2008). En 2008 publicó su primera novela, “El hermano de las moscas”, a la que siguieron “Padres, hijos y primates” (2011), “Shakespeare y la ballena blanca” (2013), “Estrómboli” (2016), “El silencio y los crujidos” (2018) y “Basilisco” (2020).
En su última novela Bilbao nos plantea una excusa y nosotros, a partir de ella, podemos fantasear pensando que el infierno está en los otros o, por el contrario, mirarnos en un espejo e intentar no apartar la vista. Somos libres para escoger.
Título: Los Extraños |
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