
Hace días que el verano nos aplasta. No le tocaba aún, pero el clima abrió la puerta anticipadamente y todos a sudar. Lo cual nos devuelve ya a ese momento del ciclo anual en el que nuestras ansias por escapar de la rutina y disfrutar de unas vacaciones fresquitas encauzan nuestros pensamientos hacia la fecha en la que cada uno abrirá también su puerta particular para dar comienzo a ese descanso. Para eso sí. Porque nos corresponde por ley. En cambio, hay situaciones en las que algo nos pesa, nos oprime y nos ahoga en las que no somos capaces de atravesar el umbral. Nos acostumbramos y nos conformamos con asomarnos por la ventana, creyendo que también estamos ahí fuera. Lo cierto es que no sabemos lo que hay hasta que salimos. Y a algunos les basta con hacerlo una sola vez para redirigir sus vidas. Personalmente creo que no es cuestión de tomar tal o cual dirección ni de labrarse un camino, sino precisamente de salir de vez en cuando. Porque cada vez que lo hacemos acabamos entrando a algo nuevo. Y cuantas más veces lo hagamos, más descubriremos. No solo sobre lo que desconocíamos; también sobre lo que creíamos conocer. Por desgracia, nuestro cerebro no está programado para pensar así y el instinto nos invita siempre a conservar la seguridad de lo conocido. No mola. Es por eso que esperamos a que nada mole para salir a la desesperada o para cruzar la primera puerta que se abra mostrándonos un poquito más de luz. Dejamos pasar el tiempo con el anhelo de que las cosas cambien. A veces desearíamos echarnos a dormir y despertar cuando todo lo que nos abruma ya haya desaparecido; comenzar el día estrenando vida. Algo así como lo que le ocurre al protagonista del libro escogido para esta ocasión. La historia de un hombre que, tras ser terriblemente traicionado, acaba tomando un largo sueño conservador de treinta años nada menos. Un viaje al futuro en toda regla. Uno de los clásicos de ciencia ficción del gran Robert Heinlein: Puerta al verano.
¿Y qué hay que hacer para echarse una siestecilla de esas? Pues, como el libro se escribió a mediados de los cincuenta, Heinlein imagina un 1970 en el que el sueño criogénico es ya una realidad y varias empresas comercian con él. Y para alguien a quien le falten motivos para vivir el presente y con el dinero suficiente, no había mejor manera para huir de los problemas que le atormentan. Aunque en el caso de Dan, el protagonista de la novela, no es que tuviese muchos; su pesar era fruto de un cruel engaño y si tenía un problema era con el alcohol. Por lo demás, poseía unas acciones con las que tenía la vida resuelta y su gato Pet (Petronio el Árbitro) le acompañaba do quiera que fuese. Pero la novela empieza con Dan recordando la granja en la que había vivido con Pet y la costumbre que éste había desarrollado. Resulta que en invierno se negaba a salir por su gatera cuando había nieve y buscaba a Dan para que abriese todas las puertas que daban al exterior en busca de una tras la que el suelo no estuviese cubierto por esa fría sustancia: «la Puerta al Verano». Y Dan, en el estado de profunda autocompasión en el que se encontraba, sentía que el invierno estaba en su corazón y que necesitaba hallar aquella puerta. Lo cierto es que los detalles de la traición sufrida no son cosa baladí. Así que nuestro protagonista acaba acudiendo a una de esas compañías de seguros que ofrecen servicios de animación interrumpida con el siguiente pensamiento:
«¿Por qué no esconderme y dejar que mis preocupaciones se desvanecieran durante el sueño? Siempre sería mejor que alistarse en la Legión Extranjera, menos sucio que el suicidio, y me disociaría por completo de las personas y de los acontecimientos que me habían amargado la vida. Así que, ¿por qué no?»
Si fuese posible escapar de todo aquello que nos agobia simplemente durmiendo una larga temporada, el futuro estaría lleno de idiotas peligrosos. De ser posible evadirse de esta manera, cualquiera que económicamente se lo pudiese permitir empezaría a actuar imprudentemente y sin miedo a las consecuencias. Por supuesto, no es el caso de Dan; lo que le ha impulsado a tomar el sueño frío es el dolor causado por los actos de otros. Aunque al final no es su estado anímico lo que provoca que nuestro protagonista acabe durmiendo treinta largos años.
Y si en el año 1970 ya había tecnología que en la realidad aún no hemos visto, esperad a que Dan se despierte en el año 2000.
¡Todavía me estoy riendo de lo poco que progresamos con respecto a nuestras expectativas! Pero el que de verdad disfruta con los avances imaginados por el autor es su protagonista. Y es que se me ha olvidado mencionar que Dan era ingeniero y que las acciones en su poder eran de la patente de un autómata que realizaba labores domésticas y que él mismo había inventado. Por lo que empieza a investigar para ponerse al día de los nuevos ingenios desarrollados en su ausencia y acaba consiguiendo un empleo en la empresa que se quedó con los derechos de su invento. Y cuanto más va descubriendo Dan sobre lo acontecido en su ausencia, más se va encauzando todo (de una manera un tanto enrevesada) hacia la puerta que buscaba al principio de la historia. Y hasta aquí puedo contar. Eso sí, a propósito de los avances que habría sido estupendo tener ya desde el año 2000, ahí van unas pocas cosas que ya se habían conseguido superar en la novela: «platos que dejan que la comida se enfríe, camisas que hay que lavar en la colada, espejos de los cuartos de baño que se empañan con el vapor, precisamente cuando se necesitan, narices que gotean, suciedad por el suelo y suciedad en los pulmones…»
No contaré más, salvo que al final de la historia hay una pequeña reflexión acerca del libre albedrio, la predestinación y las limitaciones dadas por el momento en el que a uno le ha tocado vivir. Porque una buena historia de ciencia ficción es aquella que nos hace reflexionar. Y esta lo es. Por ello y porque el verano ya está aquí quería hacer esta recomendación. Y también por la filosofía felina con la que termina el libro:
«No obstante, Pet, como es un gato de verdad, prefiere salir afuera, y no ha abandonado su convicción de que si pruebas todas las puertas, por fuerza tiene que haber una que sea la Puerta al Verano. Y la verdad es que creo que tiene razón.»
Disfruten de este tiempo estival, de las vacaciones y de alguna que otra siesta sin motivo.
Título: Puerta al verano |
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