Existe un enigma Celan. Y tal enigma existe porque leer a Celan es dejarse atravesar por un nuevo lenguaje, por la música del dolor en un contexto en el que la relación del sujeto con el mundo está alterada.
Al poema que se lee, para ser desglosado, le harían falta toda suerte de lápices de colores que, en una sola línea aislasen y resaltasen tal estrofa, tal palabra o cual sílaba. De esta forma se revelaría, de manera gráfica, como un diagrama, uno de los aspectos más fundamentales y ocultos de cualquier poema: su naturaleza intrínsecamente orquestal. Es, desde el principio, multiplicidad lo que hallamos. Algo que constituye una verdad sin nombre, precisamente porque lo que tiene son múltiples nombres. Así, la comprensión del texto en su conjunto infinito es irreductible a una dirección o una idea.
Por eso, el εἶδος es, para esta comprensión, lo que ya no se escapa: la cosa entendida por el pensamiento, que finalmente la sostiene ante sí mismo, firmemente, por el final.
A ese final le decimos inteligible porque es, en la cosa misma, lo que ve y retiene el pensamiento. Celan escribe: «Bedeutungsjagd, auf / Bedeutungs-flucht» [A la caza de significado / a la fuga de significado][1]CELAN, Paul. Obras Completas. Ed. José Luis Reina Palazón. Madrid: Trotta, p. 286. Y sabemos que, en última instancia, ese lenguaje tardío, a priori incomprensible, no abolirá los preceptos y prohibiciones que se pretenden.
Incluso cuando, como es el caso de Celan, no obtenemos una declaración inmediatamente parafraseable en los poemas, sentimos la urgencia, la impresión con lo vívido de sus imágenes, inmersos en los paisajes/mundos en miniatura que el poeta bucovino trae a la luz. Los poemas nunca parecen ser poemas sobre nada, aunque a veces cavilen sobre el vacío de la Nada. Siempre están, como en el poema anterior, huyendo de los significados fáciles. El poeta es un gran mentiroso, pero no porque ofrezca mentiras, sino porque no ofrece verdades. O las ofrece todas, en busca de un significado, y por tanto cualquier desvelamiento es imposible.
No se trata sólo de un significado desgarrador para poder acercarse a lo indecible. También está diciendo cosas sesgadas, en forma de juego con el que se conmina al Otro a hablar: «Sprich auch du». Habla también tú.
Realmente, lo que se nos dice en ese también es la relación de Celan con el significado de manera bastante directa: quiere saber qué sucedió, en boca del Otro. Pero lo que sucedió es algo inexplicable, algo demasiado extenso para la palabra Sprache. Para hablar en el momento en que el lenguaje ya no logra expresar la experiencia para la que está buscando expresión.
Si leer es, como nos ha dicho Derrida, «experimentar una cierta ilegibilidad»[2]DERRIDA, Jacques. 1986. Posiciones. Valencia: Pre-texto, p. 62, no parece menos lógico intuir que la experiencia todavía está buscando su propia expresión en el poema y que éste le permite al lector experimentar también esa búsqueda: Was geschah?, se pregunta Celan. Wohin gings?[3]Celan, Op. Cit., p. 187 Esto es, ¿qué sucedió? ¿Hacia dónde iba esto?
Celan se opone a los sujetos que carezcan del enraizamiento del lenguaje a la proximidad, a lo cercano. Lo que ha devenido poema tiene un lenguaje más antiguo que el de la verdad del Ser.
Esa verdad que es als ein Kind, como una niña. Así llega, atada a los desprendidos restos del sueño: die entäußerten Traumrelikte[4]Ibíd., p. 273. Esos restos, ese despojo, son también reliquia, y tienen una materialidad definida en el poema.
Pero, ¿qué verdad se alcanza en esos residuos? Recordamos, de inmediato, a Pierre Boutang: «es en el sueño donde el hombre reúne su propia vida, en forma de remordimientos que presagian»[5]BOUTANG, Pierre. 1979. Apocalypse du Désir. Paris: Grasset, pp. 276-277. El despojo, la reliquia: el no olvido. El No escindido del Sí. La búsqueda de la verdad lo contiene todo, un todo relacionado con el Ser, y su signo de ligazón no es la esperanza, sino una esperanza. De forma y de memoria.
La esperanza de la forma que debe adoptar esa verdad del poema para ser tal cosa. El poema habla, dice Celan, pero también debe ser materia para asolar el olvido. Por eso en el poema esa reliquia es re-apropiada, en tanto material de la poesía y se encumbra hasta un No que asola, como decimos, todo olvido: oben erblühenden Nein[6]Celan, Op. Cit., p. 273. Esa forma es un principio del Ser, ciertamente, en el sentido de que nada es sin tener una forma. En otras palabras, nada es sin ser algo, pero ni la forma ni la materia son una cosa existente para la sustancia sola; ésta, para ser completa, sería eso que es; sustancia entendida aquí en el sentido de una existencia, de una materia singularmente informada.
Y sin embargo, la poesía de Celan no es un lenguaje en el lenguaje, como hubiera dicho Valéry, sino que en su hermética concisión, constituye un caso extremo para la interpretación filosófica, un desafío a sus categorías. Parece que el mundo de las Ideas lo pueblan, en efecto, luces y sombras. Cerrándose a una lectura evidente, la poética de Celan niega una intención expresiva inmediata; crea en su orden las condiciones para una lectura transparente, exhaustiva, que devuelva su sentido al texto. Apunta, si no a un decir del acontecimiento, al menos a un intento de hacerlo posible. Was geschah? ¿Qué sucedió? ¿Qué hizo posible el exterminio de la lengua, junto al de un pueblo? Celan debe deshacer, por ello, esta lengua mortífera, y nombrarlo todo de otra forma; propiciar que se pueda dar nombres verdaderos al acontecimiento y a su patética singularidad. La lengua de Celan es una contra-lengua.
Por tanto, nombrar ha devenido eso que es posible en lo imposible. Es posible que la poesía, contenedora de la verdad del Ser, sea imposible. Cuando se tiene en el mundo, tiene que admitir de inmediato alguna manera fuera del mundo, ya que se encuentra capaz de distanciarlo y nombrarlo, de representarlo a sí mismo, es decir, de conferirle una cierta presencia en su mente que se basa en su ausencia, como tal, en este mismo espíritu.
La conciencia del arte y la intensidad de la comprensión, aquí y ahora, de repente, se han perdido, deslizado y hundido -hendido- en la conciencia. Y al igual que en todos los demás recovecos del poema, sin ningún contenido que pueda ser formulado, el intento se vuelve denso, las palabras se enturbian, sólo lo hacen como si, pero en realidad ya no hablan, o no hablan como debe hablarse.
Pero nombran.
La verdad llega como una niña, escribe Celan: kommt als ein Kind. Llega como respuesta a una llamada. Sin embargo, nombrar una cosa, o nombrar la cosa, no es meramente llamarla, puesto que se la llama, más bien, para que pueda llamarse a algo o a un individuo; por lo tanto, nombrar significa, más que eso, dar una respuesta por nosotros a la llamada de las cosas mismas. Llega como una niña porque el nombre que el infante le da a los objetos que lo rodean es la respuesta dada por estos objetos a las preguntas ingenuas y nativas que se les hace.
Nombrar es dejar la cosa intacta, pero apoyarla, sin embargo, en el nombre. La poesía de Celan, tal como yo la entiendo, plantea al mismo tiempo la presencia de la cosa en el pensamiento y su ausencia radical. Esto nos acerca también a Mallarmé:
«Digo: ¡una flor! y, más allá del olvido en que mi voz relega todo contorno, como algo distinto a los consabidos cálices, asciende musicalmente, también suave idea, la ausente de todos los ramos»[7]MALLARMÉ, Stéphane. 1945. «Avant-dire au Traité du Verbe», en Mondor, Henri y G. Jean-Aubry (eds.) Œuvres complètes. Paris: Gallimard, p. 857.
Nombrar es pues tomarlo y dejarlo todo a la vez. Es, literalmente, entender sin confusión. Pero como en Mallarmé, lo que hay es la ausente. Lo que queda porque no está. La pregunta por el mundo queda sin respuesta, dicho de otra manera, queda sin la respuesta. En esa mente desgarrada, nada vuelve a unirse. La compasión y la desesperación tienen cada vez más voces comprimidas. Y el deseo de entrar en la falta de vida y convertirse en una razón sostenida en sí misma, crece en lo ilimitado: el No, floreciente, pero en lo alto. Ese ahora que es siempre y, sin embargo, nunca la verdad del poema; aquella no está lejos, sino que está-No porque el horizonte cede ante lo pensante que lo presiona. Con cada nueva perspectiva, a la pregunta de ¿Qué sucedió?, se suceden monstruosos abismos.
Esa pregunta que queda sin responder, en medio del poema, es quizás la pregunta imposible, «la aventura enraizada en el lenguaje», en palabras de Meschonnic[8]MESCHONNIC, Henri. 1986. Pour la poétique II. Paris: Gallimard, p. 372. Tal vez el ritmo entrecortado entre lo que resulta iluminación y oscuridad. Esto es, por un lado, la llegada de la verdad -la palabra tardía, como acontecimiento casi milagroso, en el contexto del campo, del valle y la cumbre, rescatando los valores humanos (en especial, la niña)- y por el otro, la súbita percepción de las cenizas[9]Imagen recurrente en la poesía de Celan y también en la de Nelly Sachs, su amiga y no menos excelsa poeta, en este caso, el No floreciente, lo que florece-No, metáfora oscura de la muerte y del deslumbramiento de la razón.
La vida es allí imposible, como es imposible el decir de las palabras. El lenguaje da un salto hacia atrás, gatea, se esboza y se entrecorta, pues atraviesa un terrible enmudecer, cruza el acontecimiento para el cual no hay palabra. No es decente el lugar, y por tanto, todo lo que es, es en esa poética tan celaniana de intentar dar voz a lo inexpresable.
Nombrar verdad es decir poema
.
Damos un nombre y concedemos la palabra como voz, como quien da la vida, y lo mismo que la vida sería este mismo don, la verdad de lenguaje tendría un único valor en su propia naturaleza de lenguaje. Decir poema -y también el Decir del poema- es hablar sin decir palabra, «sin decir nada», citando a Lévinas[10]LÉVINAS, Emmanuel. 1990. Autrement qu ‘être, ou au-delà de l’essence. Paris: Le Livre de poche, p. 225, porque ahí reside la dignidad de una humanidad no cómplice. Ahí se protege. El lenguaje niega la elevación hacia la claridad diurna y deslumbradora de los significados.
Nombrar verdad es decir poema. Es la palabra irreductible de Celan, porque su renuncia a la legibilidad no es una negación de cualquier posible interpretación posible, sino una llamada a otra legibilidad. Dejar hablar no a lo que es, sino a lo que es Otro.
Título: Obras Completas |
---|
|
Referencias
↑1 | CELAN, Paul. Obras Completas. Ed. José Luis Reina Palazón. Madrid: Trotta, p. 286 |
---|---|
↑2 | DERRIDA, Jacques. 1986. Posiciones. Valencia: Pre-texto, p. 62 |
↑3 | Celan, Op. Cit., p. 187 |
↑4 | Ibíd., p. 273 |
↑5 | BOUTANG, Pierre. 1979. Apocalypse du Désir. Paris: Grasset, pp. 276-277 |
↑6 | Celan, Op. Cit., p. 273 |
↑7 | MALLARMÉ, Stéphane. 1945. «Avant-dire au Traité du Verbe», en Mondor, Henri y G. Jean-Aubry (eds.) Œuvres complètes. Paris: Gallimard, p. 857 |
↑8 | MESCHONNIC, Henri. 1986. Pour la poétique II. Paris: Gallimard, p. 372 |
↑9 | Imagen recurrente en la poesía de Celan y también en la de Nelly Sachs, su amiga y no menos excelsa poeta |
↑10 | LÉVINAS, Emmanuel. 1990. Autrement qu ‘être, ou au-delà de l’essence. Paris: Le Livre de poche, p. 225 |