Hace no mucho tiempo, casi por casualidad o necesidad fui a parar a un poemario fino, descuidado, aparentemente viejo – ya sabéis que los libros de las bibliotecas no siempre están bien cuidados – que me sedujo desde la primera palabra, pues en él se evocan de una forma elegante y preciosista sentimientos, vivencias y recuerdos íntimamente ligados a Italia, concretamente con el norte de Italia, tierra que, personalmente, siento que forma parte de mí. Entiendo que no todas las personas que leáis este texto conozcáis o hayáis visitado esa zona –otras sí-, pero el sentimiento que ese libro en mí provocó, perfectamente, es extrapolable a otras obras de muchos otros autores que tratan con especial cariño lugares que nos son queridos o añorados.
Os hablo de Sepulcro en Tarquina (1975), de Antonio Colinas, poeta que, aunque Josep María Castellet no lo incluye en su antología, Nueve novísimos poetas españoles, suele considerarse un poeta más del grupo de los Novísimos. La obra que hoy nos ocupa, marcó un antes y un después en su poesía y fue galardonada con el Premio de la Crítica de poesía y con el Premio Nacional de Literatura por poesía.
Así, en Sepulcro en Tarquina podemos encontrar el vínculo existente entre el hombre y la naturaleza, ya que el poeta la entiende como la realidad originaria del hombre, lo cual provoca la sacralización de la naturaleza. Por ello, bosques, lagos, montañas, en esencia, la naturaleza, siempre embellecida y poetizada a su máximo exponente, sirve para crear el marco donde tiene lugar el amor o el recuerdo originado por este.
Por ejemplo, en el poema titulado “Lago de Trasimeno” (provincia de Umbría, Italia), los elementos naturales son usados como trasfondo del encuentro amoroso.
“sólo brillaste para mí un instante
en la pútrida tarde de tormenta,
me pareciste un relámpago verde
sobre el mojado y tenebroso bosque de olivos
(fría esmeralda
bajo luz muy negra)”.
Igualmente, se sirve de los elementos naturales para (piedra, astros, pájaro, aurora, raíces, parra…) para describir una ciudad del norte de Italia, Bérgamo, donde residió durante su juventud y, parece ser, mantuvo una intensa relación.
«Te contempla la piedra y no te reconoce
a ti que, piedra a piedra, te elevas a los astros.
Tienes un ángel verde que te suena la música,
tienes mínimos huertos para el pájaro antiguo
tienes bronces y muros para cerrar la aurora
y eres mística y tierna como tus hornacinas.
Te abrazan raíces y las parras sin hojas
ahora que el otoño te hace más ilustre»
(“Piedras de Bérgamo”)
Pero sin duda, es en el precioso poema “Novalis” en el que mejor se puede apreciar el ideal de Colinas. “Novalis” es unaalegoría, en la que la naturaleza (amada) es la esencia ensalzada, además de ser el marco de la acción amorosa. Amada y naturaleza son un todo, pues el poeta consigue difuminar la frontera que las separa. Pienso que, con este poema se ejemplifica perfectamente la máxima realización del hombre en cuanto a la consecución de su fin más propio: la unión o síntesis del ser humano con la naturaleza.
“Oh Noche, cuánto tiempo sin verte tan copiosa
en astros y en luciérnagas, tan ebria de perfumes.
Después de muchos años te conozco en tus fuegos
azules, en tus bosques de castaños y pinos
Te conozco en la furia de los perros que ladran
y en las húmedas fresas que brotan de lo oscuro.
Te sospecho repleta de cascadas y parras”
Como hemos podido comprobar, este vínculo “hombre – naturaleza” dota de serenidad y equilibrio toda su poesía, hasta tal punto, que podríamos decir que Colinas parece ser un firme defensor de la harmonia mundi. En palabras del propio autor: “la palabra poética […] pone otra vez en orden y armonía el mundo; y la naturaleza será el gran espacio ideal, la fuente que saciará la sed de lo infinito[1]”. (El sentido primero de la palabra poética, “Sombras del origen”).
Asimismo, este poemario no es solo naturaleza, es mucho más. Sepulcro en Tarquinia tiene un componente cultural que invita a conocer la literatura, la historia, la música y el arte de las civilizaciones asentadas en ese territorio. Empezando por el título de uno de los poemas más extensos del poemario y que da título a la obra y pasando por Dante, Tiziano, Vivaldi, entre otros y entre muchísimas otras referencias culturales. Para Colinas, las referencias culturales remiten siempre a experiencias vitales, ya que “sin cultura no hay vida”.
«Tiziano, viejo amigo, había lienzos
cubriendo las paredes y se abrían
las tumbas que ya estaban expoliadas
[…]
un son de mandolino, aquella virgen
de un Boticelli con tu rostro, violas
temblando en nuestras venas y un gran coro
tronando enfurecido con el órgano,
con el corazón»
(“Sepulcro en Tarquinia”)
En definitiva, de esta obra destaco la perfecta armonía que destila toda ella, en relación a su forma, estilo y temática; tanto es así, que esta podría constituir el centro de la cosmovisión y la clave interpretativa del discurso lírico del poeta. Para mí, Sepulcro en Tarquinia fue todo un descubrimiento, especialmente por la magia de poder contrastar lugares retenidos en la memoria con la palabra. Es algo que encarecidamente recomiendo.
Genial artículo, me ha gustado mucho. A ver si algún día puedo viajar a Italia y contemplar lo que aquí se expone.
Muy bien redactado.
Me pido viajar al norte de Italia con la poesía de Colinas como equipaje de mano.
Muchas gracias,Laura, por sus palabras y atención. No sé si conoce mi novela «Larga carta a Francesca».En ella hay también mucho norte de Italia. Espero que le llegue este mensaje. Cordialmente. Antonio Colinas