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Es raro que un escritor no cierre la puerta tras de sí. Edmond Jabès (1912-1991) termina su viaje diciendo que «todo está por reescribir»[1]JABÈS, Edmond. 2014. El libro de la hospitalidad. Madrid: Trotta, p. 98, y suspende esta palabra por encima de nuestros propios destinos, hasta que el discurso personal se anula en él y las letras también se vuelven espacios en blanco. «Esto es lo que soñé», dice, «buscaba un folio. Me obsesionaba una frase y quería apuntarla. Escribía, aunque no tenía papel. Sufría por no escribir y escribía ese sufrimiento. ¿Acerca de qué escribía? No sabría decirlo. Escribía que no sabía acerca de qué escribía. Escribía incluso escribía que no sabía si escribía»[2]Ibíd., p. 96. Estas palabras humildes, desérticas a su manera, van dedicadas a Jabès, pensador de la teología negativa y poeta excepcional, cuando se cumplen tres décadas de su muerte.
Entonces, ¿quién es este hombre que, en verdad, descubre su judaísmo a través del exilio, pero también a través del acto mismo de escribir? Un hombre que también sabe lo que acaba de perder, es decir, el desierto, el lugar de todos los pensamientos. En una entrevista con Marcel Cohen, Jabès nos ha dicho: «En el desierto, uno se vuelve otro: aquel que conoce el peso del cielo y la sed de la tierra; aquel que ha aprendido a contar con su propia soledad. Lejos de excluirnos, el desierto nos envuelve. Nos volvemos inmensidad de arena al igual que, escribiendo, somos libro»[3]JABÈS, Edmond. 2000. Del desierto al libro. Entrevista con Marcel Cohen. Madrid: Trotta, p. 36.
Pretendo un viaje aquí. Una travesía hacia el desierto que es siempre transitar hacia la nada misma, porque travesía será, nos dice Jabès, «lo que carezca de fin y de principio, el trazo no fijado, la no-huella de una ardiente huella»[4]JABÈS, Edmond. 2005. El libro de los márgenes II. Bajo la doble dependencia de lo dicho. Madrid: Arena Libros, p. 65. Esta apología del desierto puede verse, si queremos, como una mera pauta, pues muy pronto vendría a confundirse con una metafísica que, igual que ocurre con esas ciudades perdidas, la arena del desierto o del olvido entierra una y otra vez. El suyo es un espacio ambiguo que se mueve entre el tránsito y el escalón previo del retorno al origen, entre la ultimidad misma del destino.
De esta ambigüedad se nutre el desierto y en esta perplejidad –por lo que supone de extinción de las distancias y las direcciones- nada se reconoce mejor que el desierto, en tanto que una encrucijada por camino. Esta heterodoxia llega hasta la poesía de Jabés, para quien ir al desierto es afrontar la retracción divina y el libro de arena (ese con el que fantasease Borges) nace en la coyuntura de su silencio: «Mi exilio es el exilio anterior de Dios»[5]JABÉS, Edmond. 1990. El libro de las preguntas. Volumen I. Madrid: Siruela, p. 254.
Así las cosas, debo explicar, ante todo, que he querido volver una vez más a Edmond Jabès, porque quizá no se haya marchado nunca. Jabès, vagabundo como toda identidad contemporánea, a la vez italiano, egipcio, francés, es decir, judío, cuya obra podría resumirse en este verso: J’écris le desert. Escribo el desierto[6]JABÈS, Edmond. 2005. El umbral. La arena. Castellón: Eliago, p. 685. Escribir el desierto. Como la Biblia: el Libro con mayúscula. El Libro de Dios: «uno los nombres de Dios en hebreo es Hamakom que significa Lugar. Dios es el lugar, al igual que el libro […] Dios, a través de su Nombre, es el libro»[7]JABÈS, Del desierto…, Op. Cit., p. 34.
Pero, como el desierto, el lugar de la ausencia, de la ruptura y del silencio. La verdad de Dios está en el silencio. En el Libro. En el desierto. El verso de Jabès está extraído de un libro que, a modo de irónico desvío, titula Poesía completa, como si él hubiera escrito otros, aquí no incluidos, que fueran otra cosa que poesía. Sólo que a partir de 1963 y la publicación de El libro de las preguntas, su raro arte se hace aún más inclasificable, metafísico, desnudo de imágenes y añadidos retóricos que no supongan una directa apelación al pensamiento, y escribirá, desde entonces, un eterno «libro del exilio […] de la memoria, donde se confrontan la historia y el destino personal de Jabès, la historia y el destino del pueblo judío»[8]CAHEN, Didier. 2013. À livre ouvert. Paris: Hermann, p. 109.
Ha tenido los mejores cómplices a la hora de evacuar esa escritura incesante pero tan inaprensible como la blanca arena de la que parece estar hechos esa duna, ese mundo, ese proyecto inadmisible de borrar cada cosa dicha en el decir mismo. Por ejemplo Derrida, quien piensa de él o lo piensa, en una conversación desde la duna: «Escribir es retirarse. No a su tienda, para escribir, sino de su escritura misma. Ir a parar lejos de su lenguaje, emanciparlo o desampararlo, dejarlo caminar solo y despojado»[9]DERRIDA, Jacques. 1993. «Edmond Jabès and the question of the book», en Writing and difference. London: Routledge, p. 70. Pero también Emmanuel Lévinas, quien responde a un cuestionario de Les Nouveaux Cahiers a la siguiente pregunta: «¿Qué lugar atribuye a la obra de Edmond Jabès en la producción literaria actual?».
Y lo hace así: «¿Seguro que un verdadero poeta ocupa un lugar? ¿No es quien, en el sentido eminente del término, pierde su lugar, cesa precisamente de ocuparlo y, de este modo, es la apertura misma del espacio en la que ni la transparencia ni el vacío, no más que la noche o el volumen de los seres, todavía no muestran lo sin fondo o la ex–celencia, el cielo que en él se hace posible…?»[10]LÉVINAS, Emmanuel. 1987. Noms propres. Paris: Le Livre de Poche, p. 73. Paul Auster afirma que la pregunta fundamental del libro de Jabès es la de cómo expresar lo inexpresable[11]AUSTER, Paul. 1990. «Book of the Dead», en Ground work. Selected poems and essays (1970-1979). London: Faber and Faber, p. 183. El comentario es una forma de supervivencia para los judíos: «el libro insensiblemente haciéndose en el libro que nunca se acabará. Éste es mi desierto»[12]JABÈS, El libro de los márgenes II…, Op. Cit., p. 23.
Pero el comentario más intenso lo es de un texto no escrito, de una historia que no puede relatarse, así que lo único que acontece en el libro de Jabès es la escritura del libro o el intento de escribirlo.
A partir de él comprendemos mejor que estamos obligados a crear poéticas de ausencia –ausencia o destierro, finalmente, de morada, identidad o inmanencia, en palabras de Hugo Mujica[13]MUJICA, Hugo. 2014. «Poéticas del vacío», en Del Crear y lo Creado 3. Madrid: Vaso Roto, p. 21- como si el imposible Libro Ideal de Mallarmé hubiera pasado por el diálogo incansable del Midrash[14]AUSTER, Ground work, Op. Cit., p. 189. En otra conversación, ésta con Marcel Cohen, Jabès dice que la palabra «Dios» es una metáfora del vacío, mientras que «judío» es el tormento de Dios, permanente inquietud del vacío[15]JABÈS, Del desierto…, Op. Cit., p. 81. Que Dios exista o no, no sería, de hecho, la cuestión esencial, siempre que seamos capaces de dar con «chispas de verdad allí donde Dios abdica»[16]Ibíd., p. 84. A partir de aquí nada tiene de extraño el que cite a Sabbatai, el falso Mesías, ése que introdujo como una cuña en la historia el deseo de ser otro[17]Ibíd., p. 91. Rememora a su padre y a la literatura talmúdica, de la que el propio Libro de las preguntas no es sino un remedo, tal vez una perversión, porque el núcleo de la escritura de Jabès no es muy diferente al de la idea del tsimtsum de Isaac Luria[18]SCHOLEM, Gershom. 1995. Major trends in Jewish mysticism. New York: Schocken Books, pp. 260-265. El silencio es la verdad. Dios es la verdad. Dios es silencio. O más bien, la verdad no es sino esta vertiginosa falta de ser[19]JABÈS, Edmond. 1991. El libro de las preguntas. Volumen II. Madrid: Siruela, pp. 53-54.
Pero entre tanto el relato original, la apariencia de una novela, la inenarrable historia han tenido que adelgazarse: «El hombre no existe. Dios no existe. Sólo existen el mundo a través de Dios y el hombre en el libro abierto»[20]JABÈS, El libro de las preguntas. Volumen I, Op. Cit.,p. 391. A partir de este ápice nadie podrá hurtarle a Jabès el derecho a una escritura tan frágil como colosal: es la duna capaz de enterrar a la ciudad de los hombres en virtud de su vagabunda debilidad, porque «el grito de Dios es el grito de toda ausencia»[21]JABÈS, Edmond. 2001. El libro de las semejanzas. Madrid: Alfaguara, p. 59. Pero este saber es a la vez el más hospitalario, sin suavidad alguna, porque acoger al extranjero es la única y ruda respuesta a la rudeza de la vida[22]JABÈS, Edmond. 2002. Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores o, a la manera de Kristeva, porque debemos «reconocerlo desconocido y recibirlo extraño, sin obligarlo a romper su diferencia»[23]KRISTEVA, Julia. 2014. «Introduzione», en Stranieri a noi stessi. L’Europa, l’altro, l’identità. Roma: Donzelli, p. VIII.
En el desierto, paisaje del vacío, página en blanco[24]MUJICA, Hugo. 2014. El saber del no saberse. Madrid: Trotta, p. 127, hay escribas que repiten, como quisiese Borges, libros de arena. Uno de ellos, el aviador perdido, nos recuerda las condiciones de toda oración en esos lugares que son la apertura o destitución de cualquier lugar, apenas una Ciudadela de palabras: «Te he dicho de la plegaria que es ejercicio del amor, gracias al silencio de Dios»[25]SAINT-EXUPÉRY, Antoine. 1967. «Ciudadela», en Obras Completas. Barcelona: Plaza y Janés, p. 736. Himno de piedra no, de muros de arena enterrados por este viento que viene grávido, silencio que se graba en el corazón, como el negativo de todos los sentidos y las palabras interiores: «Escribiré un himno al silencio […] Silencio del corazón. Silencio de los sentidos. Silencio de las palabras interiores; pues está bien que halles a Dios, que es silencio de lo eterno»[26]Ibíd., p. 708.Insensato es esperar la respuesta divina, si te recibe es borrando todas las preguntas con su mano como la fiebre. Si el silencio es el puerto del navío, el silencio en Dios es el puerto de todos los navíos[27]Ibíd., p. 710.
Y a puerto arribamos. El aviso lo es de la distancia, de una presencia que se desea en el intervalo mismo de lo que todavía falta. Ser justos con lo por saber consiste también en estar avisados de él. Las vasijas están rotas, también aquellas que nos devolvieran un día evangelios olvidados, poéticas cosmogonías, visiones de los sempiternos vencidos en el combate de la historia. Y esta presencia de lo lejano, su demora interminable, acaso haya dejado de ser como un ejército anónimo por el camino, y toda ella se cumple como efluvio de las cosas prometidas. Nunca en la vida significa que esta vida bien pudiera ser diferente.
Título: El Libro de la Hospitalidad |
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Referencias
↑1 | JABÈS, Edmond. 2014. El libro de la hospitalidad. Madrid: Trotta, p. 98 |
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↑2 | Ibíd., p. 96 |
↑3 | JABÈS, Edmond. 2000. Del desierto al libro. Entrevista con Marcel Cohen. Madrid: Trotta, p. 36 |
↑4 | JABÈS, Edmond. 2005. El libro de los márgenes II. Bajo la doble dependencia de lo dicho. Madrid: Arena Libros, p. 65 |
↑5 | JABÉS, Edmond. 1990. El libro de las preguntas. Volumen I. Madrid: Siruela, p. 254 |
↑6 | JABÈS, Edmond. 2005. El umbral. La arena. Castellón: Eliago, p. 685 |
↑7 | JABÈS, Del desierto…, Op. Cit., p. 34 |
↑8 | CAHEN, Didier. 2013. À livre ouvert. Paris: Hermann, p. 109 |
↑9 | DERRIDA, Jacques. 1993. «Edmond Jabès and the question of the book», en Writing and difference. London: Routledge, p. 70 |
↑10 | LÉVINAS, Emmanuel. 1987. Noms propres. Paris: Le Livre de Poche, p. 73 |
↑11 | AUSTER, Paul. 1990. «Book of the Dead», en Ground work. Selected poems and essays (1970-1979). London: Faber and Faber, p. 183 |
↑12 | JABÈS, El libro de los márgenes II…, Op. Cit., p. 23 |
↑13 | MUJICA, Hugo. 2014. «Poéticas del vacío», en Del Crear y lo Creado 3. Madrid: Vaso Roto, p. 21 |
↑14 | AUSTER, Ground work, Op. Cit., p. 189 |
↑15 | JABÈS, Del desierto…, Op. Cit., p. 81 |
↑16 | Ibíd., p. 84 |
↑17 | Ibíd., p. 91 |
↑18 | SCHOLEM, Gershom. 1995. Major trends in Jewish mysticism. New York: Schocken Books, pp. 260-265 |
↑19 | JABÈS, Edmond. 1991. El libro de las preguntas. Volumen II. Madrid: Siruela, pp. 53-54 |
↑20 | JABÈS, El libro de las preguntas. Volumen I, Op. Cit.,p. 391 |
↑21 | JABÈS, Edmond. 2001. El libro de las semejanzas. Madrid: Alfaguara, p. 59 |
↑22 | JABÈS, Edmond. 2002. Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores |
↑23 | KRISTEVA, Julia. 2014. «Introduzione», en Stranieri a noi stessi. L’Europa, l’altro, l’identità. Roma: Donzelli, p. VIII |
↑24 | MUJICA, Hugo. 2014. El saber del no saberse. Madrid: Trotta, p. 127 |
↑25 | SAINT-EXUPÉRY, Antoine. 1967. «Ciudadela», en Obras Completas. Barcelona: Plaza y Janés, p. 736 |
↑26 | Ibíd., p. 708 |
↑27 | Ibíd., p. 710 |