En el artículo de hoy vamos a hablar de secuelas, precuelas y spin-offs, tres términos que se utilizan para referirse a películas que están emparentadas con otras que las precedieron.
Los que tenemos cierta edad aprendimos de pequeños que cuando una película daba lugar a una continuación de la historia, a esta se le llamaba “segunda parte”. Pero quizá debido al refrán popular que afirma que “nunca segundas partes fueron buenas”, en los años 90 se introdujo y afianzó en nuestro idioma el sinónimo “secuela” y ahí sigue, desplazando al término “segunda parte”, que en general se ha convertido ya en cosa del pasado. Puede que a estas alturas el lector ande preguntándose qué tienen que ver las secuelas con los anglicismos, y eso es lo que vamos a intentar a aclarar. Para ello vamos a recurrir a Chris Pratt -el filólogo, no el actor-, quien en su libro “El anglicismo en el español peninsular contemporáneo” establece una clasificación de sus distintos tipos. Según Pratt, hay anglicismos patentes y no patentes, y por estos últimos se entendería a todos los que “se reconocen como formas españolas”. Dentro de este grupo están los anglicismos semánticos, como se denomina a los términos que ya existían en castellano pero con otro significado. En español teníamos la palabra “secuela” con dos acepciones, «consecuencia o resulta de una cosa» y «trastorno o lesión que queda tras la curación de una enfermedad o traumatismo». La secuela cinematográfica estaría incluida en la primera acepción, así que no es un anglicismo en sentido estricto, aunque la pujanza del término referido de forma específica a un tipo de películas y el que haya acabado sustituyendo prácticamente a la expresión “segunda parte” sí se deben a la influencia del inglés. Hay cientos de secuelas, y a modo de ejemplo citaremos “Aliens, el regreso” (James Cameron, 1986), continuación de “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979), o “El mundo perdido: Jurassic Park” (Steven Spielberg, 1997), secuela de “Parque Jurásico”, del mismo director (1993). Es frecuente que las películas de éxito como las mencionadas no tengan sólo una secuela sino que terminen generando una serie completa o saga. Algunas incluso se planifican desde el principio como una franquicia, es decir, una especie de marca comercial a largo plazo, en la que actores y directores pueden ir cambiando. Franquicias recientes son las películas de “Harry Potter» o “Piratas de Caribe”, pero no es una fórmula nueva en Hollywood: recordemos las series de Tarzán o James Bond.
Relacionada con la secuela está la precuela, esa película que, siendo cronológicamente anterior a otra por los sucesos que en ella se narran, ha sido rodada y estrenada después del filme original. Este sustantivo tiene una historia muy curiosa. La palabra prequel fue creada como un neologismo en inglés a partir de la voz sequel. Según el Oxford English Dictionary, prequel apareció en inglés por primera vez en los años 70. Sin embargo, no se popularizó en su idioma hasta el lanzamiento y promoción de la película “La amenaza fantasma” (George Lucas, 2000). Como cualquier aficionado al cine sabe, en ella se narra la infancia de Annakin Skywalker, quien en su edad adulta se convertiría en Darth Vader, uno de los personajes clave en la archifamosa trilogía “La guerra de las galaxias”. El primer filme de esta serie, que le da título, fue estrenado en 1977, y se suponía que era el capítulo IV de una historia cuya primera entrega -o precuela- recibimos 23 años después. El concepto arraigó con fuerza en el mundo del cine y en lo que llevamos de siglo se han estrenado con diversa fortuna numerosas precuelas de filmes que en su momento fueron éxitos de taquilla. Algunos ejemplos podrían ser “El dragón rojo” (Brett Ratner, 2002), precuela de “El silencio de los corderos” (Jonathan Demme, 1991); “El origen del planeta de los simios” (Rupert Wyatt, 2011), con un título que remite a la original (Franklin J. Schaffner, 1968); “Prometheus” (Ridley Scott, 2012), precuela de “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979) y hasta una precuela de animación, “Monstruos University” (Dan Scanlon, 2013). A nivel semántico, en español se ha producido el calco de este caso peculiar de neologismo inglés, dando lugar al anglicismo no patente precuela, incluido en la última edición del DRAE que se presentó hace apenas un mes.
El tercer miembro de nuestra familia sería el spin-off, película derivada de otra estrenada previamente pero que se centra en un aspecto de la misma, ya sea una acción o un personaje. Por ejemplo, el spin-off “El rey escorpión” (Chuck Russell, 2002) desarrolla la figura de un personaje secundario de “El regreso de la Momia” (Stephen Sommers, 2001), que a su vez era la secuela de “La Momia” (Stephen Sommers, 1999). “X-Men orígenes: Lobezno” (Gavin Hood, 2009) nos narra la historia de uno de los protagonistas de “X-Men” (Bryan Singer, 2000), y “El gato con botas” (Chris Miller, 2011) es un spin-off de este personaje que aparecía en “Shrek” (Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001). Según el diccionario americano Merriam-Webster su primer uso documentado en inglés fue en 1950. Como sustantivo y adjetivo se ha formado como derivado del verbo spin, que puede significar “dar vueltas” pero también “tejer”. Ambos significados parecen tener sentido para nuestro spin-off, que gira sobre otra historia, y también la teje con un hilo extraído de ella. En castellano, el periodismo cinematográfico lo ha incorporado como un anglicismo patente, es decir, reproduciendo la palabra original.