Foto de Jesús López Barahona (JCH)
Camila había aprendido a andar, pero no a caminar ni a correr, no porque no quisiera, más bien porque en sus intentos de crear caminos en su vida no vio apoyo exterior, y ella sola se veía como en caída libre, sin red. Más adelante, cuando tuvo que hacer recorridos más largos, la vida no dejó que cogiera otro medio que no fueran sus débiles piernas y pies, o no quiso, todo pudiera ser. Aunque ella quería, no sabía que podía más si su cabeza, o su cuerpo, o la falta de… no quería pensar en esos puntos suspensivos, y ahora mismo no deseaba pensar si su viaje vital hubiera sido de otra manera, si no hubiese puesto tantos palos en su camino ella misma. Hoy en día, ya en su madurez al salir vio esa bicicleta que tuvo de regalo hace muchos años, y vislumbró en lo imaginario esas trabas que habían estado en su día a día, porque realmente, ¿habían existido o solo habían sido sus miedos lo que estaban en los radios de la rueda de la bici en su visión de su vida?