Llegó el verano y con el la playa, ese viaje que tantas ilusiones le había dado a lo largo de su vida. Coger el coche, buscar la hora exacta para no pillar atasco, previamente hacer un listado de lo que llevar en esa maleta que tantas historias y sueños tenían a su espalda. Tenía una agenda donde apuntaba todo lo previo al viaje, que dejar hecho en la casa, de quien despedirse, algo tan rutinario como anual, aunque con algún año en blanco.
Como era normal llegó pronto a esa estancia que tantas alegrías le había dado. Madrugó mucho más que otras temporadas y si se descuida llega a ver el amanecer, que tantas veces había contemplado junto a su mujer. Estaba nublado con esa sensación que da la luz de positivo y negativo al mismo tiempo. La claridad que da el mar y las nubes que reflejaban que algo era distinto este año, pero con la misma ilusión de cuando era niño, pero en soledad. Su media vida ya no estaba, pero seguía soñando y viviendo por él y por ella.