Definirse a sí misma como “mujer de cuarenta y cuatro años. Miope”[1]MESA, Sara. 21 diciembre, 2020. «Autorretrato». El Cultural. https://elcultural.com/sara-mesa-autorretrato demuestra una seguridad carente de vanidad y un despojo de cánones intelectuales que se agradece en estos tiempos, donde esbozos y garabatos se confunden, a menudo, con buena literatura. Sara Mesa (Madrid, 1976) comenzó a escribir en la treintena, pero desde la infancia se sintió atraída por la lectura. Autora de “Cara de pan” (2018), “Mala letra” (2016) o “Cuatro por cuatro” (2012), entre otras, y traducida en E.E.U.U., Italia, Holanda, Francia, Alemania, Grecia, Portugal, Serbia, Dinamarca y Noruega, ha obtenido numerosos galardones desde 2007 hasta la actualidad.
«Un amor» (2020) no es una novela romántica, bucólica, ni idílica. Su título no se corresponde con la sucesión de escenas almibaradas y vínculos eternos que hemos digerido como sinónimo de afecto durante décadas, incluso siglos. Describe la crudeza de la realidad con la precisión de una escritura directa, yendo de lo concreto hacia lo general y sin detenerse en la descripción minuciosa como recurso recreativo. En sus ciento ochenta y cinco páginas logra que el lector –incómodo y turbado- se mimetice con el entorno y los personajes de La Escapa, observando cada movimiento de Nat, deseoso de llegar al fondo de la oscuridad para esclarecer sus dudas, miedos y confusiones morales.
Todo gira en torno a ella, que se traslada a un pequeño núcleo rural para empezar de nuevo o para enterrar un pasado que aún habita en su presente. Al principio, se produce la intriga en el lector, la curiosidad humana que reconcome cuando se presenta a un ser misterioso y parco en palabras. ¿De dónde viene y por qué?, ¿no se muda con su familia?, ¿posee ahorros o, simplemente, puede permitirse el lujo de no trabajar?, ¿tendrá mal carácter o estará loca? Después, dejará de importar quién es Nat, pues la cuestión principal será en quién se ha convertido. De hecho, podría establecerse un símil entre la casa que alquila y ella misma; ambas en ruinas, vacías, oscuras, sin un lugar acogedor donde encender un fuego o resguardarse de la maldita lluvia, ésa que inunda el salón con goteras y pudre el suelo de madera día tras día. Ni siquiera el perro que le proporciona su casero la busca, como si prefiriera mantenerse lejos y no complacerla.
No es difícil que, a medida que se avanza en el argumento, puedan establecerse algunos paralelismos con “Dogville” (Lars von Trier, 2003) o “Stromboli, tierra de Dios” (Roberto Rossellini, 1950), películas que plasman a la perfección cómo una comunidad puede ejercer la opresión y mostrar una incomprensión sin escrúpulos hacia el individuo recién llegado, con la máxima hostilidad y un conservadurismo atávico. En “Un Amor” la vecindad también pondrá a prueba a Nat -la extranjera- sin compasión, abusando de ella en el más amplio sentido de la palabra. “Así es como comienzan los disfraces”[2]MESA, Sara. 2020. Un Amor. Barcelona: Anagrama, p. 45, con ofrecimientos y simpatías aparentes que se tornan en la incesante tarea de extirpar la diferencia.
Valiéndonos de las aportaciones de Jung, lo inconsciente colectivo o esas formas preexistentes, también llamadas arquetipos, comprometen en gran medida la libertad de la consciencia. No siempre actuamos por propia iniciativa, sino por influencia de esas capas más profundas y arcaicas de la psique. ¿Puede el grupo, aun sin entenderse entre sus miembros, aniquilar al extraño sin proponérselo?, ¿es Nat la víctima de esta matanza muda? Inquieta percibir cómo El Glauco la vigila desde su distancia, aunque también profanan su espacio cada habitante de esa pedanía perdida, traspasando los límites de su propiedad, con acercamientos paternalistas, con “el trueque como relación social básica”[3]Ibíd., p. 75. Inicialmente, con reservas, y más tarde, con indefensión, pero Nat acaba por sucumbir, dejándose engullir por lo primigenio.
Aunque no se trata de una novela extensa, abarca diversos ámbitos y temas complejos.
El libro requiere de tranquilidad para profundizar en su lectura, para empatizar con la mujer que la protagoniza y reflexionar acerca de sus percepciones y, por ende, de sus decisiones. La perspectiva de género y todos los mitos del amor romántico hacen mella en la vida de esta treintañera, siendo incuestionable que aún se erigen muchos muros que imposibilitan la igualdad total entre hombres y mujeres. “La reliquias sentimentales, se dice, no merecen la eternidad”[4]Ibíd., p. 184, pero se vuelven tan corrosivas como el ácido en la memoria y la piel. Todos los tabúes, la punzada de los celos y esos prejuicios aprendidos desde la cuna amordazan a Nat, mientras ella se debate entre la libido y los sentimientos. ¿Por qué no conformarse con el sexo y la intimidad sin compromiso?, ¿por qué ansiar esa noción de propiedad sentimental? Ella le ha dejado entrar, “ella le da fruta y él pone los ladrillos”[5]Ibíd., p. 91 y el velo negro de los siglos ha desfigurado la imagen de la mujer. La hembra, la señorita, la princesa, la recatada, la virgen, la soltera, la puta, la ligera, la santa, la buena, la mala, la fresca… la etiqueta ocasional que mutila la condición de persona. El lector se sorprenderá cuando, desde su sillón, se encuentre juzgándola, lamentando que haya pasado de ser la fuerte a convertirse en la dependiente, en la mendiga.
Todos hemos querido huir hacia adelante alguna vez, recomenzar como seres anónimos. Todos, como Nat, hemos obviado el hecho crucial de que la mochila de lo que somos nos acompaña allá donde pretendamos escondernos. El hombre es un lobo para el hombre, decía Hobbes en su obra El Leviatán (1651), pero esa lucha continua contra el prójimo es sólo la secuela del egoísmo, del impulso frenético por salvaguardar nuestros propios intereses. El enemigo, en definitiva, podemos ser nosotros mismos.
En septiembre de 2020 vio la luz esta novela, ubicada en un collage de zonas que recuerdan cualquier paisaje rural de nuestro país; justo en plena pandemia. Sin duda, puede ser un viaje hacia la desmitificación de muchas ideas que nos han inoculado poco a poco y que hemos admitido como indiscutibles. “Si cae una certeza, pueden caer todas”[6]MESA, Sara. 18 de septiembre de 2020. «Entrevista». El País. https://www.direccion.de/recuperacion-para-el-lector/
Título: Un amor |
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Referencias
↑1 | MESA, Sara. 21 diciembre, 2020. «Autorretrato». El Cultural. https://elcultural.com/sara-mesa-autorretrato |
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↑2 | MESA, Sara. 2020. Un Amor. Barcelona: Anagrama, p. 45 |
↑3 | Ibíd., p. 75 |
↑4 | Ibíd., p. 184 |
↑5 | Ibíd., p. 91 |
↑6 | MESA, Sara. 18 de septiembre de 2020. «Entrevista». El País. https://www.direccion.de/recuperacion-para-el-lector/ |