Hace algún tiempo, buscando información sobre Hans Bellmer en Internet, una impactante fotografía me sobrecogió por la crueldad de su exposición: un cuerpo de mujer desnudo, marcado por la tirantez de un cordón que la rodeaba y estrangulaba del cuello a los tobillos. La palabra que se impuso en mi mente fue “sumisión”, pero Bellmer prefirió llamar a su obra Tenir au frais (“mantener refrigerado”) y se publicó en 1958 en la revista “Le surréalisme, même”, dirigida por André Breton. La protagonista era Unica Zürn que, además de ser amante y musa del artista en cuestión, también poseía iniciativa creativa y ya en 1954 se dio a conocer con su colección de poemas –acompañados de sus propios dibujos a tinta china- en una galería berlinesa. Nos referimos a Hexentexte o Textos de hechicera.
Unica, aunque de familia acomodada, se expuso a edad muy temprana al erotismo y la transgresión de los convencionalismos, ya que sus progenitores mantenían una relación muy abierta. A eso hay que añadirle que tampoco prestaron mucha atención a aquella niña que, día a día, se convertía en testigo mudo de comportamientos sexuales que no comprendía, llegando incluso a ser violada por su hermano mayor. Todo ello se reflejaría más adelante tanto en su Primavera sombría (1969), como en El hombre jazmín (1977).
En El Trapecio del destino y otros cuentos no vamos a encontrar literatura alemana de posguerra, como cabría esperar por la época en la que fueron escritos, sino relatos breves atemporales que Unica utilizó como medio de subsistencia.
En su primera edición, tuvieron por título Historias de periódico, pues entre 1949 y 1955 éstas fueron divulgadas en diversos diarios berlineses. “Transmiten el placer de narrar, la maravilla de inventar nuevas realidades”[1]ZÜRN, Unica. 2004. El Trapecio del destino y otros cuentos. Madrid: Siruela, p. 14, asomándose al límite que separa la razón de la locura. Resultan un mosaico que aglutina cada una de las etapas de la vida, donde la infancia, la pubertad, la juventud y la madurez transitan por la curiosidad, la fantasía, el misterio y la aventura; así como, por el desengaño, la conformidad, el dolor y la tristeza. Aunque en ellos aún no habló abiertamente de los traumas acumulados en su trayectoria vital, sí que puede entreverse esa herida abierta, supurando un líquido espeso y maloliente, que disimula con la ensoñación y el deseo de finales felices inverosímiles.
Nos detendremos algo más en alguno de ellos, como El encantamiento, cuyo contenido es digno de una pluma prodigiosa, combinando a la perfección símiles letales, pero aparentemente inofensivos. La cosificación de la mujer en la figura de un maniquí que no tiene brazos, ni rostro, pero sí cabeza para cerciorarse de su metamorfosis fatal; o la sumisión de todas esas muñecas idénticas que lucen perfectas en ese taller de sastrería y murmuran acerca de la nueva compañera, Milli, que se asusta de sí misma al comprender su sino. El punto de inflexión es una violación consentida por el resto de marionetas que, ante tal hecho, se vuelven hacia la pared obviando que unidas podrían poner fin a una cadena de ultrajes hacia víctimas femeninas. ¿No parece, acaso, el vaticinio de aquella sesión fotográfica de 1958 donde Unica cedió ante las presiones artísticas de Bellmer? Aquello, aunque con posterioridad, tuvo una repercusión muy negativa para ella, pagando un alto precio por ser una más de sus poupées.
En El capitán libertad tenía razón, la autora nos conduce a través de una barquilla a un globo que se eleva, al despojo de amarras y anclas que nos detienen en el mismo lugar. En realidad, se trata de un viaje por lo desconocido, asumiendo el riesgo de la soledad y el albedrío como crecimiento personal; porque detenerse en cualquier isla conduce a una paz engañosa y ninguna es “una tierra verdadera sino sólo una ilusión” [2]Ibíd., p. 51. Al fin y al cabo, todos buscamos esa salvación a lo largo de la vida, a pesar de que el punto de destino siempre se plantee difuso en el horizonte. Asumir ese reto es propio de titanes y, a menudo, los seres humanos solemos conformarnos con una rutina amable, abandonando esa difícil tarea que asume el que toma el timón y contentándonos con ser marineros, remeros, que paseando por la borda fantasean con una tierra virgen donde empezar de nuevo. La bruma, las gaviotas y nuestra estela en el mar –efímera y casi imperceptible- hacen el resto.
Por último, no podemos dejar de mencionar Un día memorable donde la visita de una extraña mujer altera la armonía familiar tan sólo con su presencia, provocando la fascinación en todos. Puede que Unica creara esta historia para describir a la mujer silenciosa, exquisita y elegante que le hubiera gustado ser, pero también podríamos hablar de la personificación de un mal presentimiento, el presagio de la enfermedad mental.
Es bien sabido que la esquizofrenia jugó con ella y la obligó a recorrer varios centros psiquiátricos, en períodos intermitentes de internamiento, cada vez más habituales. Ella consideraba que estos episodios horribles, aunque eran una fuente de dolor, le ofrecían la oportunidad de explorar territorios ocultos y oscuros que la cordura nunca le permitiría conocer. Sin embargo, sus problemas mentales fueron in crescendo y en 1970, ante la presencia de su amante, se suicidó arrojándose por la ventana de su casa de París.
Bellmer fue el Pigmalión que la estimuló e introdujo en un círculo selecto de intelectuales y artistas variados, pero a costa de una relación que la situaba en el abismo y la condujo a la fatalidad. No obstante, aunque eclipsada por una época y por la sombra alargada de su descubridor, Unica poseía la autenticidad sin artificios en su escritura; algo que persiguieron muchos autores surrealistas y que a ella le brotaba espontáneamente. Los grandes expertos en Literatura la ignoraron y excluyeron hasta hace poco, cuando en los años ochenta del siglo pasado, las investigadoras feministas alemanas consiguieron que se editaran sus obras completas, dándole su lugar en la Historia.
Sin duda, estas iniciales tentativas literarias de Unica Zürn pueden ser una antesala para el lector que, como yo, se adentre por vez primera en su obra; el revulsivo que establezca una estrecha relación con ella.
Título: El trapecio del destino y otros cuentos |
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