¿Qué impulsa a Justo Sotelo a seguir escribiendo? Ha publicado narrativa, ensayo, poesía, y la crítica ha dedicado numerosas líneas, entre otras, a “La paz de febrero” (2006), “Entrevías mon amour” (2009), “Las mentiras inexactas” (2012), “Los mundos de Haruki Murakami” (2013), y a sus cuentos, los “Cuentos de los viernes” (2015) y los “Cuentos de los otros” (2017). Puede que para el autor la realidad y la ficción sean dos siamesas cuya separación supondría la muerte de ambas; dos cosmos paralelos donde la existencia no se resigna a elegir, a sustituir o extirpar uno de ellos. Quizás, el lenguaje en sí mismo sea el vínculo entre estos dos mundos, y quien hace uso de él y de sus posibilidades con plenitud y consciencia –como le sucede al escritor madrileño- sea capaz de aunar lo intangible y lo material en uno.
Su última creación publicada por la Editorial Huso, “Poeta en Madrid” (2021), ha merecido expresiones como “bombón literario” o “novela boutique” (https://sotelojusto.blogspot.com/) y no resulta extraño, ni pretencioso, ya que traspasa los límites entre géneros. En ella encontramos una obra de teatro con diálogos y acotaciones para la puesta en escena, describiendo el vestuario de cada personaje al detalle y también, los lugares donde transcurren los hechos; así como, capítulos novelados donde el lector se adentra en el abismo creador de Gabriel Relham, el protagonista. Del mismo modo, lo que hace especial a “Poeta en Madrid” es la hondura de su contenido, la desnudez del que escribe sin cortapisas, la metaliteratura y ese universo sublime –a veces, inaccesible- del arte y sus manifestaciones. En ciertos momentos, incluso, se tiene la sensación de que las nueve musas viven en sus páginas. Calíope, con su elocuencia, seguida de Clío y su memoria, junto a la cítara de Erató y Euterpe, con su cabeza coronada de flores; mientras, Melpómene, Polimnia, Talía y Terpsícore intercambian guirnaldas y caretas, al tiempo que Urania sujeta entre sus manos el orbe.
Esta nueva obra sitúa al lector frente al abismo creativo de cualquier artista cuando, de la nada, hace surgir el todo. Por ello, aparecen componentes tan indispensables como la soledad del escritor ante la hoja en blanco, esa necesidad de introspección que con tanto celo han defendido genios de todos los siglos. Se trata de una soledad buscada, que lo vincula consigo mismo y sus emociones, con las voces de personajes que aún no han nacido, pero que rasgan las entrañas del creador para contar sus historias y llegar a ser. ¿No es, acaso, el escritor un dios en ese caos de ficción y realidad? El primer día moldea seres con palabras, el segundo les insufla latido y piel, el tercero desbarata sus efigies, el cuarto las recupera y perfecciona; en medio come, duerme, ama, regala sonrisas o malhumor, pero nunca descansa, porque su mente es un motor en marcha, una llama incandescente. Claro que, también podríamos verlo desde otro punto de vista, el del títere que trabaja a merced de los seres que habitan su imaginación y que quieren existir a través de la pluma o el teclado. Gabriel Relham mantiene diálogos continuos con ellos que, a ojos de los cuerdos, se confunden con soliloquios de un lunático o soñador. En ellos se palpa la lucha entre autor y criatura literaria, lanzándose un “podría acabar contigo en cualquier momento”[1]SOTELO, Justo. 2021. Poeta en Madrid. Madrid: Editorial Huso, p. 13 entre sorbos de alcohol y miradas cómplices. Ambos se saben verdugos y mecenas.
De igual manera, partiendo de Relham y del vínculo que mantiene con sus amigos y conocidos, se nos plantea la eterna duda: ¿siempre hay algo de autobiográfico en lo que el dramaturgo, novelista o poeta escribe?
A veces, se nos hace inevitable –y en estas páginas, también- relacionar sucesos y detalles con la vida personal de los autores, como si vertieran una parte de ellos mismos o sus secretos más inconfesables, caracterizándolos con maestría y jugando a la ambigüedad, en renglones y versos. No obstante, no podemos dar esto por sentado; al menos, no completamente, pues en la novela de Justo Sotelo también está presente el observador que almacena e interpreta, el que absorbe la esencia de una conversación banal o del gesto provocativo de un transeúnte. Tampoco hemos de obviar la experiencia y el conocimiento que impregnan la memoria y la percepción como fuentes de inspiración; así, encontraremos a Joyce, Hitchcock, Borges, Rohmer, Erice, Coppola, como figurantes destacados de la novela, y a Beethoven y Mahler charlando sobre su legado en la posteridad de una sociedad que sobrevive a las prisas y a las nuevas tecnologías, cuyas inquietudes deambulan en la fugacidad del presente.
“Amor por encima de todas las cosas. Amor sin nombre”[2]Ibíd., p. 36. ¿Debe el escritor erigirse como demiurgo o sucumbir a la tentación de los best sellers, renunciando a sus propios instintos creativos? Sería complicado imaginarse a Gabriel Relham lejos del teatro o de su buhardilla que, aunque no son más que espacios, representan la bohemia y el paraíso de tantas almas a las que no les basta el pan y el aire para mantenerse vivos. Los críticos y los espectadores podrán aplaudir o abandonar la sala, manifestar que está pasado de moda, que ya no hay ni rastro de la fuerza de sus primeras obras, pero el amor –el único- a veces exige ese riesgo.
Si tuviera que definir con una imagen “Poeta en Madrid” lo haría a través del óleo titulado “Armonía” (1956) de Remedios Varo o del “Nacimiento de una divinidad” (1960) de Salvador Dalí, donde lo onírico y lo arquetípico se fusionan en una atmósfera que desconcierta y estimula el intelecto. ¿Significa esto que está tan presente el surrealismo en el nuevo trabajo de Sotelo? Afirmarlo sería reducirlo a una pequeña parcela y mutilar “esa necesidad de crear, que es casi más fuerte que la belleza de la página completa”[3]Ibíd., p. 22.
Título: Poeta en Madrid |
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