Como suele suceder en todas las épocas, existen autores que gozan de éxito y reconocimiento desde que empiezan, aun cuando esa calidad que se les atribuye es cuestionable o depende de aquellos que se empeñan en divulgar vida y obra, como si de genios literarios se tratase. Otros, por el contrario, permanecen en penumbra hasta que mueren, y es en ese preciso instante cuando renacen en editoriales y en el entusiasmo de ávidos lectores, surgidos de todas partes. Luego, están los relegados al olvido, los marginados por cuestiones superficiales. Estos últimos tampoco tienen por qué ser extraordinarios pero, a menudo, han sido precursores y sus historias han iluminado grandes proyectos en ámbitos no literarios. Es el caso de Daphne du Maurier, de enigmática sonrisa y profundos ojos azules; de personalidad compleja y mente libre.
Daphne du Maurier (1907) nació en Londres. Sus padres, Gerald du Maurier y Muriel Beaumont, la educaron, junto a sus hermanas, en un ambiente culto, entre actores y escritores. Aunque no necesitaba trabajar para vivir, eligió el oficio de la escritura. Sus novelas y relatos más conocidos son “Posada Jamaica” (1936), “Rebecca” (1938), “Mi prima Raquel” (1951), “Los pájaros” (1952) y “No mires ahora” (1971), todos ellos adaptados al cine por directores tan memorables como Alfred Hitchcock, Nicolas Roeg o Henry Koster. Sin embargo, su legado no se ciñe a estos títulos. Fue una prolífica autora, a pesar de que la crítica la encasillara en términos de “novelista romántica” y esto la disgustara durante toda su trayectoria.
De este modo, podemos afirmar que su estilo comparte los elementos de la narrativa gótica y exhibe patrones que huyen del mero entretenimiento, de pasiones banales o finales felices. Si tomamos como referencia el conjunto de cuentos publicado por La biblioteca de Carfax, “No mires ahora y otros relatos” (2018)[1]DU MAURIER, Daphne. 2018. No mires ahora y otros relatos. Madrid: La biblioteca de Carfax, tendremos la oportunidad de descubrir a Daphne du Maurier más allá de las versiones llevadas a la gran pantalla. Observaremos escenarios turbadores y atmósferas misteriosas, que nos hacen pensar en una prosperidad anterior, devastada ahora por el deterioro y la decadencia; así como, paisajes lúgubres, bosques o calles mojadas por la lluvia, que amenazan de forma sutil a los personajes y al propio lector. Esos protagonistas suelen distinguirse por su situación vital, ya que están atravesando un trance o arrastran el dolor de un pasado reciente. Por ello, a veces, se presentan solitarios, temerosos y con una apariencia de fragilidad que no pasa desapercibida. Sus sentimientos son tan importantes como la trama; y esa emoción impregna la idiosincrasia del relato, excitante y abierto, para que seamos integrantes de él casi desde el inicio.
En las cinco ficciones publicadas por la mencionada editorial hallamos un denominador común: el duelo; entendido no sólo como muerte, sino como pérdida, trauma o ausencia. En “No mires ahora” se hace explícito, pues el punto de partida es el fallecimiento de la hija menor de un matrimonio. No obstante, la encrucijada de las calles de Venecia, sus suelos y paredes de piedra, la humedad, la frialdad y la soledad de las noches de invierno insisten en la reminiscencia de una herida permanente, aunque John y Laura luchen en el intento de seguir hacia adelante, rechazando la pura supervivencia como posibilidad de afrontamiento. Quizás, es el más impactante, pues combina con precisión diversos factores que favorecen una atmósfera de suspense y terror psicológico, donde nada es lo que aparenta ser.
En la misma línea se desarrolla “El manzano”, con el sentimiento de alivio de un viudo ante la perspectiva de disfrutar, por fin, de una vida aislada e independiente. El motivo de desazón se trasladará ahora al retorcido manzano de su jardín, cuya decrepitud no parece proporcional a la cantidad de frutos que ofrece y a la fortaleza de sus raíces, que pretenden invadir su espacio. La monstruosidad y patetismo de su aspecto esconden un renacimiento que se tornará en culpa y penitencia para su dueño. “Igual que los huesos de una persona, oscurecidos e inertes a causa del fuego”[2]Ibíd., p. 89, pero indestructible y estoico, con la paciencia de un mártir.
Tal vez, la palabra inquietante se quede corta para describir “Las lentes azules”, la última pieza de este compendio, que alterna la incertidumbre de una operación quirúrgica con el humor y lo absurdo. ¿Pueden unas lentes implantadas descubrir las intenciones de las personas con un sólo vistazo?, ¿se trata de una pantomima o conspiración para someter a la paciente a un estudio y sacar conclusiones más tarde?, ¿o estamos ante un caso grave de salud mental?
En cada uno de ellos la búsqueda de uno mismo se hace presente, a través de distintas formas de proceder o circunstancias vitales que obligan a plantearse un cambio o paso adelante.
No ha de confundirse con el simple transcurrir de hechos que nos trasladan a un desenlace, pues este es sólo el pretexto o el hilo conductor para atrapar la curiosidad del lector. Todos sus finales son ambiguos y las interpretaciones dependerán de nuestro punto de vista, ya que Daphne du Maurier no se conformaba con exposiciones ingenuas. Ella no podía obviar ciertas obsesiones y las plasmaba en sus obras, aun resultando improcedente y poco común entre sus análogas femeninas.
Du Maurier nunca fue considerada en los círculos literarios de su época y, aún hoy, se la visibiliza únicamente por inspirar a guionistas y directores de cine. Ya sea por su sexo o por el género en el que se especializó, sufrió el vacío de las sombras en un ámbito que todavía seguía siendo patrimonio casi exclusivo de unos cuantos, alabados por otros tantos que manejaban la opinión artística y cultural. Sin duda, sus argumentos eran sólidos y sus diálogos nada tenían que envidiar a los de escritores de renombre. ¿Qué decir de su capacidad para crear clímax difícilmente igualables?
“Llega un momento en la vida de cada individuo en el que este se debe enfrentar con la realidad. Cuando esto sucede, es como si el eslabón que une emoción y razón se estirara más allá de lo posible y en ocasiones llega a romperse.”[3]Ibíd., p. 13.
Yo me estoy acercando a ella paulatinamente y, hasta ahora, no me ha decepcionado.
Título: No mires atrás y otros relatos |
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