I
Estoy escribiendo un texto en mi cabeza que se llama ‘Mudar la casa’, lo hago mientras recojo la ropa de los armarios y la meto en maletas, mientras quito las fotos de las paredes para poner los marcos que nos antecedieron, mientras empaqueto los libros en cajas… Lo escribo, sí. Lo escribo y duele, se me anuda en la garganta, digo «7 años, y esto es un adiós, ¿es realmente un adiós? ¿Un adiós a qué, a dónde?».
No puedo dejar de sobrecogerme, sueño las últimas noches en el colchón abollado que dejó el propietario, «Ay, ¿qué es esa propiedad?» digo. Lo digo porque esta casa que no es mía en realidad sí que lo es. Esta casa que tengo que mudar y que mientras amontono en cubículos para llevarla a otra casa (¿otra casa?), a otro espacio (¿otro espacio?), me saca lágrimas de los párpados, y yo las retengo, la casa me habla. Yo hablo con la casa. A cuestas, vamos a cuestas una de la otra, desde que salí de Rus en 2008, pero los párpados se me llenan de lágrimas y nos sabemos por qué, o en realidad sí.
Lo sabemos, porque duele que nos echen, duele la propiedad de otros, duele la propia, duele tener que tirar lo ¿viejo?, desechar las cosas que nos han acompañado y que nos susurran recuerdos que a su vez también duelen y que llevan doliendo desde hace tiempo. ‘Mudar la casa’, estoy escribiendo en mi cuerpo un texto que quizá un día me siente y escriba en papel. O quizá no lo haga y se quede marcado aquí, en mi brazo izquierdo, en mi cadera derecha, en la garganta, en el dedo gordo del pie, en el bello que me crece entre las nalgas, en la celulitis de las caderas, en la vagina, en la voz entrecortada a la que le cuesta salir.
II
Escribo desde el cansancio, desde el desgarro. Escribo mientras se me bajan los párpados, escribo a trompicones, me bullen ideas en la cabeza y soy incapaz de aterrizarlas al texto. Pienso en copiar un extracto de la Constitución Española sobre vivienda. Pienso en explicar los tres bloques de derechos con sus tres niveles de garantía existentes que se encuentran en la Constitución. Pienso en explicar que el derecho a la vivienda se encuentra en el nivel más bajo de garantía, que está en el bloque de ‘Principios rectores de la política económica’, el cual sirve como criterio de orientación e interpretación al legislativo, ejecutivo y judicial; un mero programa a desarrollar en las políticas públicas… Ay, se me cierran los ojos. La vivienda está en el nivel más bajo de garantía en la Constitución. Pienso en hablar de las luchas por la vida, por la vivienda, de los desahucios, de las familias expulsadas del único lugar que consideran casa. Pienso en las intersecciones que atraviesan los cuerpos a la hora de buscar vivienda: género, edad, raza, clase social…Me bullen las ideas, pero no soy capaz de aterrizarlas. Ay,… un sistema de derecho, dicen. Hay quién ni siquiera puede mudar la casa.
III
No acabo el texto, el texto está construyéndose. Quién sabe hasta cuándo. He abierto algunas cajas, aún no hay muebles que puedan almacenar lo que no he desechado. La nueva cama me está recomponiendo. Hay un olor diferente. Se me cierran los párpados.