
Quién me iba a decir a mí que uno de los mejores momentos de mis días de descanso llegara de manera puntual a la hora de acostar a mi hija pequeña.
Lo llamamos el momento “contar una historia”.
Pero qué es “contar una historia” …
Contar una historia es la siguiente frase escrita por William Goldman:
«Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre, prepárate a morir».
Goldman fue el creador y guionista de Dos hombres y un destino, Marathon Man y de Todos los hombres del presidente, casí nada…con ese bagaje parecía casi imposible superarse a si mismo, pero vaya si lo consiguió.
Con La princesa prometida nos regaló el cuento perfecto, y Rob Reiner solo siguió al pie de la letra el genial guión de William para obtener la película perfecta de aventuras.
Hay películas que se tornan mitos. Personajes, palabras, sentencias que nos acompañan. Hay films que no es necesario recordar, pues viven dentro de nosotros. Uno de esas películas es la princesa prometida.
Un mundo de esgrima y gigantes, de paisajes encantados y verdes prados, del amor eterno, de aquel “…como desees…”, de batallas de sagacidad, donde acaba triunfando la honradez, la bondad, la dulzura y el amor.
Hay cuentos y películas que son eternos.
Cada noche Goldman se hacía un hueco junto a Jenny y Susanna, sus dos hijas, para contarles historias de piratas, caballeros, magos y … de amor verdadero.
Allí, entre cojines y almohadas, creó algunas de los personajes más icónicos de la historia del cine y de la literatura popular:
El hombre de 6 dedos.
El espadachín toledano en busca venganza.
El malvado Humperdinck.
Y el gigante más bueno del mundo.
Yo no puedo aspirar a contar una historia tan buena como La princesa prometida en mis momentos de “contar una historia” …y lo que hago es contarle películas y series, y en eso sí que soy bueno…
Sigo al pie de la letra el sistema Goldman, que consiste en quedarme solo con las partes buenas, solo cuento la acción, solo cuento «Aventuras”, adiós a las partes aburridas.
Este método se ha demostrado infalible en mi casa.
También es verdad que ayuda el constatar cada noche que mis hijas son formidables (se nota el “amor de padre” ¿verdad?).
Cuando empezaron a hablar descubrí su inagotable sed de información y su infinita voluntad de adaptación ante un mundo que cada día les ofrecía descubrimientos revolucionarios en periodos de tiempo extremadamente cortos.
Porque debemos admitir que el mundo de los adultos no tiene lógica, vivimos en un mundo lleno de sutilezas, de trampas y de falsas pistas. Las niñas requieren ante todo tenacidad para avanzar en el mundo de los adultos.
Desde su nacimiento mis hijas me han obligado a replantearme todo bajo enfoques diferentes, enfoques que nunca hubiera imaginado, yo solo, que fueran posibles.
Es como si me educaran ellas a mí…
Cada noche después de terminar la historia me asalta una sensación de trabajo terminado.
Y doy gracias, no sé a quién, de poder terminar el día con mis hijas a salvo porque siempre debemos recordar que somos unos privilegiados.
Hace ya unos años, en una de esas ocasiones en que las niñas “pillaban” una bronquiolitis me “toco” una noche de vigilia en el hospital.
Sobre las tres de la mañana en la sala de observación de pediatría el Silencio sólo se rompía por el ruido de los mocos de Alma y la bombona de oxígeno a la que estaba conectada. Bronquiolitis lo llamaban, pero para nosotros era Angustia, Miedo y también cansancio y falta de sueño. De repente algo interrumpió esa extraña paz en el hospital. Una madre alterada, casi desesperada con su hija de siete años en brazos entró acompañada de una enfermera, la madre muy preocupada y al borde del llanto le pedía a la doctora de guardia algo para aliviar el dolor de su niña. LE SUPLICABA POR FAVOR ALGO PARA EL DOLOR DE LA NIÑA Y ACABÓ LA FRASE CON UN:
«No importa lo que cueste, sólo importa que le quite el dolor» Inmediatamente después introdujo la mano en el bolso en busca de dinero. La enfermera le paro el gesto y la tranquilizó:
«Siéntese al lado de la cama de la niña y enseguida viene la doctora».
La SANIDAD pública es gratuita en España dice en tono neutro…
La madre y la niña son del norte de África, la niña si habla bien el castellano, pero a la madre le cuesta expresarse en español.
¿Qué se podía o debía hacer después de escuchar algo tan terrible?
SILENCIO. SILENCIO INCÓMODO
Silencio por parte de la médico y las enfermeras, y silencio por mi parte.
Estaba en shock y asistía a esa situación como mero espectador. No era capaz en ese momento de nada más. Tenía a Alma en brazos y apenas podía moverme sin despertarla, pero era eso excusa…
¿No Somos todos seres humanos?
Daba gracias en silencio a la Sanidad Pública mientras pensaba ¿Soy yo alguien diferente solo por haber nacido en Valladolid??
Era mi problema diferente…
Al rato las enfermeras se fueron al cuarto contiguo y hablaron de la niña…pero lo hicieron de manera crítica… Según «ellas» la madre era una irresponsable por «permitir» que la niña estuviera enferma, consideraban que no era una «buena madre».
Yo entonces miré a Alma y algo se rompió…lloré en silencio para no despertar a la niña y al amanecer nos mandaron a casa.
¿Habría escrito William Goldman algo así?
