Enero es un mes más, lo sé; pero tiene algo que se posa y te engarrota el ánimo. No se trata sólo de factores meteorológicos, sino de sensaciones que van más allá de la humedad y las bajas temperaturas. Se asemeja a un espejo roto, a la subida a pie de una calle empinada o a un café frío en la mañana de un lunes. Y es, entonces, cuando uno busca algún estímulo multicolor, que entretenga las horas hasta que los días se alarguen y las tardes se vistan de luz; no por el hecho de estar ocupado, ni de matar el tiempo, sino por el apremio de un impulso.
Ida Vitale (Montevideo, 1923) y “Donde vuela el camaleón” (1996) –inédito en España hasta 2023- han sido el hada y la varita mágica en estas semanas. A esta maga, que acaba de cumplir cien años, nunca se le ha muerto una planta. Puede que, por ello, sus puntos de partida sean siempre los seres vivos y la naturaleza; como una ninfa que crea desde la percepción sensorial, saltando entre cuentos, fábulas, alegorías y poemas. Es considerada una representante de la poesía “esencialista”, muy centrada en el carácter metaliterario, en la brevedad cuajada de simbolismos e interrogantes filosóficos sempiternos.
Más allá de su obra literaria y de haber recibido multitud de galardones (desde 2009 hasta ahora) –entre ellos, el Premio Cervantes, en 2018-, conoció a Juan Ramón Jiménez y fue alumna de José Bergamín. También, se hizo amiga de Octavio Paz durante su exilio en México, que la integró en el comité asesor de la revista Vuelta. Es un referente de la Generación del 45, junto a otros escritores uruguayos, como Idea Vilariño, Carlos Maggi o Juan Carlos Onetti. Sin embargo, todos sus reconocimientos y condecoraciones no la alejan del sentido de su escritura, pues ella misma admite huir de aulas magnas y paraninfos. Cuando la distinguieron con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015), su mejor plan consistió en visitar un pequeño pueblo de los alrededores de Salamanca, donde leyó para personas, perros y gatos, cerca del río y a la sombra de un roble centenario.
Indeleble, carismático, a pesar de los otoños que surcan las arrugas y envejecen muchas creaciones de la literatura universal. Como una llama o una voz de siglos, su esencia permanece incorrupta, independientemente de su fecha de nacimiento. Aborda lo imperecedero, aquello que nos preocupa y ocupa, los temas recurrentes en las mitologías de todas las culturas; pero desde la concisión, obviando la grandilocuencia y el rigor del realismo, y ofreciéndonos la posibilidad de recrearnos en una fantasía casi borgeana. La visión del mundo que subyace a la palabra es honda y transparente, capaz de perturbarnos y seducirnos al mismo tiempo. Además, su léxico es rico, variado e, incluso, sofisticado. Todos podemos acceder a él, pero nos impone la necesidad de explorar significados, de indagar en etimologías, ya que introduce rara avis con frecuencia.
Los fragmentos en los que se divide el libro son metáforas abiertas, pueden llevarnos por distintas vías. Será el lector quien participe directamente en su interpretación. En el pedazo de universo que nos ofrece la autora encontraremos dilemas, preceptos, dogmas, diferencias que marcan y separan, y asuntos que siempre han inquietado al ser humano; cuestiones individuales y colectivas que nunca se entierran, ni se superan. La avaricia puede materializarse en el pan y la sal, la sumisión se compone de hileras de tejas que soportan sin chistar los azotes de la intemperie, y los minotauros, en realidad, son híbridos estériles que asustan por su singular apariencia. ¿Cómo ceñirse a un análisis técnico y ortodoxo al abordar esta joya literaria? Amputaríamos las posibilidades de sus textos y caeríamos en la arrogancia de aquellos que suponen conocerlo todo, por el simple hecho de haber vivido mil transiciones y creerse instruidos.
“La señora Blanco mantiene una antigua enemistad con la lluvia”[1]VITALE, Ida. 2023. Donde vuela el camaleón. Barcelona: Lumen, p. 97, aunque no desea aniquilarla, pero sí dominarla y hacerla bailar al compás que ella decida. El doctor Verde se siente cómodo con su nueva barba, que lo protege en el anonimato; y el gorrión gris anhela el azul, porque destacar es su máxima. Sin olvidar a la señora Castaño y a la señorita Pardo, que también tienen su historia y su sitio en esta insólita comunidad. Ida Vitale concibe estos personajes extraordinarios como seres corrientes, en una acuarela de apellidos con matices, temperamentos y circunstancias. Nos los acerca sin prejuicios, como si fuéramos niños o tabulas rasas; adultos resucitados en un paréntesis de inconciencia y pureza.
La uruguaya se inspiró en una cita de Leonardo Da Vinci para escoger su título y este encripta ese vuelo casi inaccesible que, como ella escribió en alguna ocasión, refleja la creación poética; un enigma maravilloso que se resiste a ser desvelado. No obstante, su antología mira al presente y reinterpreta el pasado. Así sucede, entre otras, en “Tiempo sin claves” (2021), su última publicación; o en “Sobrevida” (2016), una selección de poemas y un viaje vital estructurado en siete partes.
Su amor por las palabras es un elixir que, si logramos hallar y probamos, ya no sabremos rechazar. Inspiración y lucidez emanan de la conjunción de sus escritos. Vivir y recordar, para trascender y no resignarse a la abulia que nos acecha en cada esquina. “Donde vuela el camaleón” es un pasaporte que podemos tomar sin destino definido o el salvoconducto que nos permita salir de nosotros mismos, transfigurarnos sin temor para recorrer palpitaciones propias y ajenas.
Título: Donde vuela el camaleón |
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Referencias
↑1 | VITALE, Ida. 2023. Donde vuela el camaleón. Barcelona: Lumen, p. 97 |
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