Esta vez no voy a andarme por las ramas con alguna introducción rebuscada a cuento del libro de turno. Esta vez vamos de lleno con la propia presentación que hace la autora:
Este libro requirió una libertad tan grande
que tuve miedo de darla.
Está por encima de mí.
Intenté escribirlo humildemente.
Yo soy más fuerte que yo.
C. L.
Y aunque hay mucho que decir sobre la persona que se oculta tras esas iniciales, tampoco voy a aprovechar el misterio para presentarla; se trata de Clarice Lispector. Y punto. Pues la confesión que nos hace antes de que empecemos la novela es la primera de muchas; es el propio libro el que nos va a descubrir un alma que, de tan humilde y sincera —tan real— no puede ser otra que la de la autora. Y con la intensidad de sus emociones y esa manera tan auténtica y cautivadora de describirlas consigue además que, quien humildemente se deje llevar por sus palabras, acabe identificándose con esa alma. Es este un libro que habla de un cambio vital; un proceso psicológico que se nos muestra no a través del prisma de la razón, sino del confuso laberinto de espejos que es el alma humana. Y si no quería enrollarme demasiado, ya estoy empezando a hacerlo. Así que vamos con Aprendizaje o El libro de los placeres.
Como ya anticipa el título, se trata de un bildungsroman o novela de aprendizaje. Y, efectivamente, la experiencia que la protagonista ha de adquirir no es otra que la necesaria para aprender a disfrutar de la vida. Y el texto con el que nosotros empezamos a ser testigos del proceso comienza con una coma, tras la que se sitúa a Lori en un momento de crisis mientras se prepara para su cita con Ulises. Ella es maestra de primaria, él profesor de filosofía en la universidad —esta información se nos da más adelante— y su relación aún está por forjarse. Lori desea a Ulises y sabe que es algo mutuo, pero no entiende qué es exactamente lo que espera él de ella. Parece que quiere que aprenda a vivir sin dolor. Y mientras elije el vestido que va a ponerse, una sensación desgarradora la invade. Una explosión interior que la obliga a sentarse. Entonces empieza a imaginar… ¡pura poesía! Pues aquí la autora demuestra esa capacidad suya de crear imágenes para mostrar sin describir; evocar para hacer comprender en vez de caer en la esterilidad de las frías definiciones. Un lenguaje que al principio resulta un tanto psicodélico, pero que, en cuanto se abre la mente para dejar de leer palabras y empezar a visualizar, acaba siendo más claro y conciso que cualquier otra manera de transmitir. Es así como Clarice Lispector consigue que no seamos meros testigos del aprendizaje, sino que lo vivamos.
Y no es poca cosa lo que de esta novela se puede extraer. Mucho más de lo que aporta cualquiera de esos libros de autoayuda plagados de frasecitas motivadoras para mentes pueriles. Tampoco se trata de una novela de descubrimiento al uso. Porque lo que se nos muestra al principio es el caos que experimenta un alma que ha empezado a ser libre. Y es que los libros de autoayuda te enseñan a autoengañarte sin salir de la rueda, por lo que en ningún caso hablan de lo jodido que puede llegar a ser descubrir la libertad. Y eso es lo que le ocurre a Lori. Al conocer a Ulises ha empezado a experimentar de una manera distinta, una que no está condicionada por el dolor. Vivir ya no es sufrir y aquello que ella consideraba natural o incluso necesario ya no forma parte de su realidad. El problema es que ese vivir con resignación era fácil, sabía lo que había que hacer porque era lo que creía que tenía que hacer. Y todo eso se esfumó. Ahora tiene que hacer uso de su libertad y decidir por y para sí misma. ¿Cómo se hace eso? Parece fácil, pues todo el mundo cree que toma sus propias decisiones con libertad, pero no son conscientes de lo limitadas que son las posibilidades que se plantean. Cuando el mundo realmente se abre ante ti y tienes un poder nuevo con el que no sabes que hacer porque nunca lo has usado, la inmensidad te aplasta. Una sensación tan terriblemente abrumadora que puede llegar a incapacitarte momentáneamente. Tanto es así que la mayoría no lo soporta y busca la manera de volver a las rutinas y las dinámicas conocidas. Sufrir es fácil cuando estás acostumbrado, mientras que la libertad crea incertidumbre y requiere voluntad para ejercerla. En el sufrimiento existen propósitos y siendo libre hay que aprender a vivir sin ellos. Simplemente ser. Y en las sensaciones de Lori vemos, a través de las imágenes que crea Lispector, esa mente perdida que al principio incluso se plantea cortar su relación con Ulises. Pero no puede. Él no exige nada ni espera nada de ella; la desea y sabe que ella tiene que realizar su propio aprendizaje. Ulises ya vivió y aprendió de su odisea y sabe que sus consejos solo servirán a medida que Lori vaya descubriendo. Así nos lo muestra la autora cuando la protagonista recuerda conversaciones anteriores con Ulises. Él también tiene que hacer su parte siendo paciente y consciente de lo que supone el proceso de Lori; debe ser sincero con ella y consigo mismo. Y a medida que se desarrolla la historia, todo se va clarificando. Los pensamientos de Lori van alejándose del caos para mostrar cierta esperanza a medida que empieza a actuar más espontáneamente. Y según se van produciendo esos progresos, Ulises va dando los pasos necesarios para que Lori se sienta libre de avanzar en la relación. Ambos recorren un camino incierto —cada uno el suyo— con la esperanza de encontrarse en el mismo punto y compartir el resto de su historia.
Una historia realmente humana, escrita con humildad.
Una historia donde la sinceridad y el coraje son esenciales; presentes desde el principio de la relación, se van intensificando a medida que ésta avanza. Las conversaciones van adquiriendo mayor intimidad y confianza hasta llegar el momento en el que ya no hacen falta palabras. Una novela en la que la Clarice Lispector puso su ser y que recomiendo leer para descubrir el poder de esta escritora, el cual se resume en estas palabras de Ulises:
Nosotros, los que escribimos, apresamos en la palabra humana, escrita o hablada, un gran misterio que no quiero revelar con mi raciocinio porque es frío. Tengo que no indagar en el misterio para no traicionar el milagro.
| Título: Aprendizaje o El libro de los placeres |
|---|
|
