Cuando es necesario que otras personas trabajen para liberarte a ti del trabajo, esas personas están pagando el precio de tu libertad. Esto no es libertad. Un ejército feminista que da vida y vitalidad a los brazos de algunas mujeres arrebatando la vida y la vitalidad de los brazos de otras mujeres está reproduciendo la desigualdad y la injusticia. Esto no es libertad. Para que el feminismo sea un llamamiento a los brazos como armas, debemos negarnos a permitir que los brazos sean trabajo muerto. Debemos negarnos a sostener el sistema que chupa la sangre, la vitalidad y la vida de las extremidades de las trabajadoras. Necesitamos oír los brazos en este llamamiento. Un llamamiento también es un lamento, la apasionada expresión de la pena y el dolor.
Sara Ahmed, Vivir una vida feminista