Joyce trata de penetrar en las cavernas más complejas de la conciencia humana, siendo ésta una preocupación contemporánea inspirada en el pensamiento freudiano. Dentro de esa formidable red de voces y ficciones producidas por la escritura de Joyce en Finnegans Wake[1]Todas las citas están extraídas de: JOYCE, James. 1975. Finnegans Wake. London: Penguin, 628 pp. (las traducciones, siempre aproximadas dada la complejidad del original, son nuestras), inmediatamente pensamos en el Pentecostés, que llega cincuenta días después de la Pascua. Lo hacemos también en ese wake (despertar) del título, que designa, a su manera, la Semana Santa. Es un momento de transmisión: la voz de Dios se desmultiplica, se disemina en una pluralidad de lenguas para a escucha universal. Desde un punto de vista litúrgico, el Pentecostés es, después de la Resurrección, la fiesta más importante del año; es el cierre de Pascua, el desbordamiento verdadero de la lengua a todas las lenguas, la presencia del Verbo reunido con el Padre. La presencia que se da como goce y multiplicación de las lenguas.
Joyce rompe a hablar en lenguas con vertiginosa astucia a través del arraigamiento simbólico que celebra el Pentecostés. Es preciso tener en cuenta que lo que aquí sucede es parte del juego y el goce joyceanos, y que llevarían consigo tal disolución de la lengua inglesa -en la multiplicidad de las lenguas convocadas- que el inglés resulta agujereado, pluralizado por la presencia lexemática y sintáctica de las otras lenguas que Joyce usa hasta la saciedad. El arte es el don de las lenguas y la Trinidad el centro de gravedad -y de alegría- absoluto del Verbo.
Este exceso de lenguas, esta infinidad en acto, es Joyce tocado por la gracia a la manera de una efusión similar, acaso, a la que experimentaron los apóstoles y cuya escritura ejerce en lenguas de fuego.
Joyce altera la estructura de capas en la novela, de tal manera que, aunque todavía desempeñen un papel, ya no pueden ser distinguidas del resto. Finnegans Wake claramente desafía los modelos narratológicos, y se hace el texto que no-es. El no-texto. A este respecto, es útil la afirmación de Pérez Gállego en cuanto a que el libro de Joyce sería el síntoma de una «globalización de planos», y que se abre hacia unos espacios que, sin ser hablados, mantienen la morfología de un mensaje verbal[2]PÉREZ GÁLLEGO, Cándido. 1975. Circuitos Narrativos. Zaragoza: Pórtico, p. 24. Esos espacios, añadimos nosotros, nacen en el plano destructivo del lenguaje mismo, fracturado.
Y ahí, en esa fractura, en esa fisura de la narrativa convencional, liderada por el efecto pluriglósico y plurilingüístico de la escritura joyceana, Joyce subvierte la elección, expresándola a través de la misma estructura gramatical que busca, en todo Finnegans Wake, para el debilitamiento. Sustituye esta elección por otra forma de organización de los significantes, anuda toda una serie de elementos, vinculando así la palabra a un re-conocimiento más o menos consciente del disfrute de la voz materna. El requisito previo de la palabra ya no sería una ignorancia radical del disfrute de la unidad.
Esta obra singular nos coloca ante un mundo percibido únicamente a través del lenguaje, y cuyas directivas otorgadas a éste son incluso engañosas, pues parecen sugerir algunos centros narrativos, pero quedándose en aparente sugerencia. El argumento de Finnegans Wake es el lenguaje mismo, lanzado a borbotones y en contradicción con el espacio narrativo tradicional -Joyce se adelantaba, así, incluso a la nouvelle roman-, pero implicando, a su vez, la propia plenitud de éste, pues se le ha despojado de las barreras que lo enclaustraban. Olvidemos, dado que es inútil pretender lo contrario, que hay en las estratagemas narrativas del libro una función consoladora, como la había en el mito, pues si en aquel proporcionaba una forma, un cierto orden, a la confusión de la experiencia humana, Finnegans Wake es sólo, o es también, la verificación inconsciente del goce lacaniano.
Y precisamente por eso, al llamar Lacan a Joyce «desabonado del inconsciente»[3]LACAN, Jacques. 2008. El Seminario, Libro 23, El Sinthome. Buenos Aires: Paidós, p. 162, aquel se permite virar de la palabra a la escritura, tomar a Joyce como estandarte de un goce (sabemos por Harari que Joyce gozaba de manera desembozada escribiendo el Finnegans Wake[4]HARARI, Roberto. 1996. ¿Cómo se llama James Joyce? A partir de «El Sinthoma», de Lacan. Buenos Aires: Amorrortu, p. 83) que va más allá del símbolo y que se relaciona con la letra, lo que implica entender al sujeto ya no como un efecto de significación, sino como una respuesta de lo real. Para Lacan, la jouissance (el goce) es aquello que, en el momento de la constitución del sujeto, no ha sido capturado por el significante[5]Vid. LACAN, Jacques. 1971. «Subversion du Sujet et Dialectique du Désir», en Écrits II. Paris: Seuil, pp. 151-191, y aunque, a fin de cuentas, Finnegans Wake no deja de ser un intento de narrativa, es también una circulación infinita de significaciones embrolladas, una empresa para el lector tan colusoria como ficticia.
La traducción del sentido metafórico de la formación del inconsciente -en el dominio de la dimensión simbólica, se entiende- no es el único que guía al análisis lacaniano. En su seminario sobre El Síntoma, Lacan busca el signo joyceano del goce absoluto, esto es, su opacidad intraducible. La polifonía del habla es intrusiva para Joyce; se vuelve real, el disfrute del habla no es facilitado por el sentido e por el imaginario. Joyce sigue el camino de la invención, traza su síntoma con el arte y la escritura en torno a lo real, convirtiendo el obstáculo en un recurso artístico.
No es que el idioma de Finnegans Wake no sea inglés (English), sino que es inglés-no (Unglish), lo que sirve a Joyce de pista de despegue.
Tal filtro de lenguas, ángulo primero de exposición para su narrativa serpenteante, está abierto, por un lado, a todos los idiomas y, por el otro, al no tener un lenguaje en el sentido más estricto de la palabra, lo que tiene es un lenguaje-no, pero que está estructurado como un lenguaje. Esto es el inconsciente, como también que la verdad se compone de ideas a partir de esa significación. En ese sentido, el propósito de la representación de la idea no es sino un esquema abreviado de la imagen del mundo, donde las apariciones labiales firman como metáfora. Entonces parece claro que el paraíso del goce perfecto, de la jouissance, está donde la lucha comunicativa con el significado de palabras no es necesaria.
En casos como el de Joyce, donde se da un experimento literario extremo, la necesidad es la de evocar el precepto de un sujeto de la escritura que tendría que diferenciar el sujeto del inconsciente y en el que la lógica del significante sería repetida por una escritura que no haría de la letra su información última, sino que dispondría de su economía en un canto destructor de lenguajes y que tendría la misma función que las lenguas.
Allí dónde la economía del sujeto del inconsciente es ajustada por la sujeción del sujeto en lalangue, la economía del sujeto de la escritura supondría la travesía de la primera para que pase el sujeto, no de lalangue, sino de l’élangue, esas lenguas que se elongan[6]L’élangue es el término que Lacan utilizaba por su homofonía con les langues (las lenguas) para traducirse una en la otra. Más allá de las fetichizaciones y las fijaciones que afectan a los registros enunciativos, el genio musical y verbal de Joyce jamás dejó de jugar con las palabras y las letras.
Un análisis de Joyce, empero, siempre va a ser errado o, al menos, incompleto. Joyce es imposible de analizar, por utilizar la frase de Lacan, frustrando lo que normalmente imponen las formaciones del inconsciente. Si tratásemos de hacerlo, encontraríamos que lo que es analizable, lo es recibiendo una interpretación y que esta existiría respaldada por equívocos. Sabemos por Lacan que es a través del equívoco que la interpretación opera y gana al síntoma. Con esta precisión tan a medias, tan escasa, en el caso de Joyce, donde el conocimiento teológico está ligado al inconsciente, ¿cómo podría funcionar la interpretación? Máxime cuando la práctica de Joyce en Finnegans Wake despierta un equívoco generalizado del lenguaje, en todos los idiomas, además. Imaginemos la cura de alguien que, enfermo de de gripe, domestica el virus para su uso personal y puede jugar con él, después de tal doma.
El lenguaje termina por disolverse donde la técnica de la epifanía es llevada a su máxima expresión. Oigamos a Joyce: «Todas esas demasiadas ilusiones, a través de los velos fotoprísmicos del tono de la total visibilidad del mundo espectáculo de Lord Joss, cuyo mobiliario animaflorigeológico, desde lo mineral a lo animal, a través de lo vegetal, se oculta del hombre caído como una fotorreflexión de las muchas gradaciones iridiscentes de luz solar, que una cuya parte de ella (mobiliario del mundo todobueno de arriba) se había mostrado por si misma (parte del mobiliario del mundo todobueno) incapaz de experimentar, mientras que para el númeroparadisíacoparadójico – – profeta líder en el séptimo grado de sabiduría del ser de seres, él conoce la interioridad de lo real, la Cosa en sí misma que es, todos los objetos (del todosobreelmundo) por cualquiera de sus caras se mostraban a sí mismos en verdaderos colores resplandecientes con esa gloria de luz séxtuple en verdad retenida, unitintada, dentro de ella (enfrente)»[7]Joyce, Op. Cit., p. 611[all too many much illusiones through photoprismic velamina of hueful panepiphanal world spectacurum of Lord Joss, the of which zoantholitic furniture, from mineral through vegetal to animal, not appear to full up together fallen man than under but one photoreflection of the several iridals gradationes of solar light, that one which that part of it (furnit of heupanepi world) had shown itself (part of fur of huepanwor) unable to absorbere, whereas for numpa one pura — — duxed seer in seventh degree of wisdom of Entis–Onton he savvy inside true inwardness of reality, the Ding hvad in idself id est, all objects (of panepiwor) allside showed themselves in trues coloribus resplendent with sextuple gloria of light actually retained, untisintus, inside them (obs of epiwo).].
Todo el lenguaje se desarma y cantidades ingentes de vocablos de otras lenguas se insertan produciendo un verdadero laberinto, avanzando no sólo con la modificación de la puntuación, sino con la disolución también del comienzo y el final, haciendo predominar la musicalidad.
Esto es James Joyce. La escritura hecha no-todo[8]Vid. LACAN, Jacques. 1981. El Seminario, Libro 20, Aún. Buenos Aires: Paidós. Enigmático, soberano, inagotable y burlón, Finnegans Wake no es sino la gran escritura desempeñada por un hombre llamado James Joyce que, contra toda resistencia, no cesa de escribir y gritarnos; que exige, siempre y cuando sepamos leerlo, que dejemos de ser reacios al libro. Entre la lectura y la fuerza neurótica, o la adhesión perversa, Finnegans Wake exige un enfoque desinhibido en el que la inhibición afecta a la relación simbólica/imaginaria en un sujeto que habla frente al infinito y a lo que va más allá de los límites del espacio de las representaciones y la estructuración simbólica. Este enfoque es el único que permite estar en la estela de la vigilia, y coincide con la visión de Derrida al respecto, cuando define a libro como «una ruptura y una salida con respecto a toda la cultura, a toda la historia y a todos los lenguajes que se condensan, fusionan o escinden con cada una de sus piezas fundidas»[9]DERRIDA, Jacques. 2004. Ulisse Grammofono. Due Parole per Joyce. Genova: Il Melangolo, p. 35. Cuando Derrida habla de una forgery (o falsificación), nos está hablando de la astucia joyceana que supone inventar algo para condensar tantísima memoria de una civilización.
Ese dibujo de infinitas posibilidades, esa transmisión, tiene como sede principal al inconsciente mismo. Debería ser leído elevando la voz como única manera correcta de estar, plenamente, en el Joyce-síntoma, con la armónica escritura que se ofrece a la interpretación infinita. Hay que leer con paciencia Finnegans Wake y asumir que su síntoma-escritura se ve impulsado a atacar el sentido cada vez más hasta llegar a escribir el texto Finnegans Wake. La novela como un paroxístico ataque, en forma de extraño aerolito literario, con el que, en un principio, no se sabe qué hacer y que es imposible de leer y, por supuesto, de traducir.
La novela como poema lírico en prosa, deviene, al fin, mapa arqueológico de la civilización europea, del que es improbable concluir cualquier análisis, por cuanto el libro contiene. Un análisis de Finnegans Wake sólo puede servir para sacar de la sombra ciertos detalles, tratar de desocultar ciertas cuestiones en las que radica, en parte, la verdad del trabajo y el tema de la obra joyceana por excelencia. Con ellos, la indescriptible alteridad de Joyce se torna voluptuosidad, diamantino verbo.
Finnegans Wake está todavía en escritura, en progreso.
Título: Finnegans Wake |
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Referencias
↑1 | Todas las citas están extraídas de: JOYCE, James. 1975. Finnegans Wake. London: Penguin, 628 pp. (las traducciones, siempre aproximadas dada la complejidad del original, son nuestras) |
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↑2 | PÉREZ GÁLLEGO, Cándido. 1975. Circuitos Narrativos. Zaragoza: Pórtico, p. 24 |
↑3 | LACAN, Jacques. 2008. El Seminario, Libro 23, El Sinthome. Buenos Aires: Paidós, p. 162 |
↑4 | HARARI, Roberto. 1996. ¿Cómo se llama James Joyce? A partir de «El Sinthoma», de Lacan. Buenos Aires: Amorrortu, p. 83 |
↑5 | Vid. LACAN, Jacques. 1971. «Subversion du Sujet et Dialectique du Désir», en Écrits II. Paris: Seuil, pp. 151-191 |
↑6 | L’élangue es el término que Lacan utilizaba por su homofonía con les langues (las lenguas) |
↑7 | Joyce, Op. Cit., p. 611[all too many much illusiones through photoprismic velamina of hueful panepiphanal world spectacurum of Lord Joss, the of which zoantholitic furniture, from mineral through vegetal to animal, not appear to full up together fallen man than under but one photoreflection of the several iridals gradationes of solar light, that one which that part of it (furnit of heupanepi world) had shown itself (part of fur of huepanwor) unable to absorbere, whereas for numpa one pura — — duxed seer in seventh degree of wisdom of Entis–Onton he savvy inside true inwardness of reality, the Ding hvad in idself id est, all objects (of panepiwor) allside showed themselves in trues coloribus resplendent with sextuple gloria of light actually retained, untisintus, inside them (obs of epiwo).] |
↑8 | Vid. LACAN, Jacques. 1981. El Seminario, Libro 20, Aún. Buenos Aires: Paidós |
↑9 | DERRIDA, Jacques. 2004. Ulisse Grammofono. Due Parole per Joyce. Genova: Il Melangolo, p. 35 |