La cuchara de puré que sostiene Julián queda suspendida en el aire unos segundos que parecen no acabar nunca.
—Papi, te dispersas. ¿Y esta por quién? —inquiere la niña sujetándole la mano.
Le sale una voz autoritaria a Diana, cualquiera diría que solo tiene tres añitos.
—Pues esta… esta… por la tía Luisi, la de…
—¿…Cuenca? No, papá, ¡ya la dijiste antes!
—Entonces por el abuelito Dimas, que está en el…
—… cielo. No, tampoco vale, te repites, papi. Va a tener razón mami cuando dice que no tienes cabe…
Salió su madre, claro. Y como todos los viernes, de comida con sus amiguitas. Pero ya son casi las ocho, a ver si vuelve antes de que empiece el partido.
—¿Y… por el primo Andresín?
—¡Nooo! No le soporto, siempre está metiéndose el dedo en la nariz, es asqueroso.
Julián quita el babero a la niña y le limpia la boca.
—Bueno, nena, ya has comido suficiente. ¿Quieres ver los dibujos?
—¿Y el postre? ¡Quiero un…!
—Yogures no quedan. Toma, un quesito.