En la fotografía he depositado mi fe, mi futuro y mi autoestima.
Le tomo prestada esta frase a García Alix a la que añado mi esperanza, para arrancar con ella un texto con el que dibujar círculos en torno a la fotografía, disciplina artística que me produce mucho placer y me tiene kind of obsesionada.
¿Y porqué la fotografía? Se supone que debería saberlo… en su defecto apuntaré diferentes razones que sospecho tienen mucho ver.
Tener una cámara en la mano hace que automáticamente estés mucho más en contacto con lo que está sucediendo en ese mismo momento y eso ya todas sabemos que “es bien”.
Quedarte mirando la textura de la piel de la persona que tienes en frente o los reflejos de luz que en la mesa crean una línea azul entre la tostada y el zumo, el color que toma tu calle en el momento exacto en el que comienza la noche. El color, siempre el color.
La fotografía es pura presencia. Pura percepción.
Y eso es solo el principio. Luego viene el desafío, la pericia. ¿Cómo convertir este olor en una imagen atractiva? ¿Como trasladar este deseo a un formato de 2/3? La verdad es que si lo pienso es bastante divertido, sobre todo porque es como un juego infinito en el que siempre encuentras nuevos retos que te hacen superarte y equivocarte.
Solo de vez en cuando sientes que lo has hecho bien y es realmente bonito cuando crees que lo has conseguido. Que has plasmado la esencia y lo intangible, puede incluso que lo sublime.
Dicen eso de que se puede capturar el espíritu de una persona en un retrato. Que la mirada y el rostro son el reflejo del alma.
¿Qué pensáis? ¿Son ciertas estas afirmaciones o solo son exageraciones? Sobre todo ahora ¿no? Que la fotografía en general y el retrato en particular se realizan la mayor parte de las veces sin esa intención de la que hablamos y si con una mucho más banal.
En mi opinión, yo sí defiendo que una fotografía pueda representar la esencia de la persona que la habita. Su fuerza o vulnerabilidad. Su miedo, derrota, duda o dicha.
Cuando consigues que alguien desnude su alma frente a tu objetivo, que te mire con franqueza, dejándote ver lo que hay dentro, sea lo que sea… Es algo excepcional. Una experiencia preciosa y poderosa, también religiosa como en la canción de Enriquito Churches.
Un acto íntimo entre dos personas, muchas veces completas desconocidas.
No es fácil eh. Para que esa comunión ocurra y los altos muros de la desconfianza caigan a pedazos por el suelo que nos separa es necesario ni más ni menos que un acto de fe.
Y ¿porqué ibas tú a confiar en alguien para mostrar tu alma? ¿Quién eres tú para llevar a cabo esa considerable tarea? Y en el caso de que te apeteciese probar, ¿cómo carajo se hace eso?
Esto es otra de las cosas de la vida que son sencillas y a la vez un tanto complejas. Supongo que como todo es una cuestión de voluntad y de atreverse.
Y cuando eso ocurre. Cuando confían en ti para dar forma a lo que sea que te vayas a encontrar y te dejan mirar dentro… ese momento se convierte en un trance, en un delirio, un momento místico en el que dejar de ser para convertirte en un canal directo a la imagen.
Intentar explicarlo vuelve a ser traducir lo puramente sensorial en algo que se pueda acariciar.
No siempre es así está claro, pero lo demás la verdad es que no me interesa. Son bocetos y apuntes para que cuando esto tan alucinante ocurra, no fallar. Saber optimizar la respiración, adecuar el tono de voz y devolver esa mirada limpia.
Pero que poquito nos atrevemos ¿no? Cuanto nos debe importar nuestra imagen pública ahora que somos nuestro propio departamento de marketing y también nuestras censoras.
Es una pena, porque me parece tan revolucionaría la autenticidad.
Tan necesario lo de atreverse…
Al final esto que os cuento del retrato ni siquiera es tan importante, pero me vale como punta de iceberg para señalar aquí un humo verdoso y fétido en el que andamos metidas, infectadas y neutralizadas, despojadas de nuestra singularidad apabullante y fuerza bruta.
Soy retratista y como tantas mujeres he llegado a ser fotógrafa profesional a través de la fotografía familiar. Ya sabéis que eso es más una cosa nuestra 😉
Pienso mucho en lo que la fotografía como herramienta puede hacer por nosotras. En el papel que está destinada a jugar en esta enorme revolución feminista.
Y si me lo permitís me gustaría de vez en cuando compartir estos círculos para ver a dónde nos llevan.
