Si convenimos que todo el sentido de la poesía no es la mera exposición de unos hechos, sino utilizar el lenguaje de manera creativa e imaginativa con el objeto de expresar pensamientos, sentimientos e impresiones, surge también la duda de si éste podría conducir, en última instancia, al conocimiento proposicional. Desde luego, no tanto al práctico.
Ahora bien, existe una tercera posibilidad y es que la poesía nos dé la posibilidad de un conocimiento fenoménico. Esto es, acerca de lo que significa tener un tipo particular de experiencia. Tal vez la poesía, a través de su uso creativo del lenguaje, ofrezca una ventana única en la experiencia subjetiva. Si es posible un darse metafísico en lo poético.
El teólogo jesuita Javier Melloni escribe en 2013 un libro complejo -poesía de pensamiento, metafísica- que titula Sed de Ser[1]MELLONI, Javier. 2013. Sed de Ser. Barcelona: Herder, pp. 150, donde, a la manera de un Epicuro o de un Spinoza, asume un enfoque vital sub specie aeternitatis. Esta visión, más allá del bien y del mal y siempre del lado de un Dios piadoso, echa mano de la mente y la imaginación poéticas, unificadas, para iluminar su comprensión de la vida, la intensificación y el aumento de su conciencia personal de la alegría y la tristeza, de la esperanza y el miedo. Ampliando de ellas su significado, lo que le es revelado en la historia de su propia alma. Escribir un breve resumen del drama del destino humano no es tarea fácil.
«El origen del hablar proviene un anhelo primordial, / de un desahogo ancestral: / saber / que somos / para / alguien».[2]Ibíd., p. 30 Rápidamente, nos sentimos cerca de Heidegger y el arte como pensamiento que conmemora y responde, ein andenkendes Denken. Como la poesía y el canto, crece fuera de vida y llega a su verdad. El ser que es su origen es el ser al que el auténtico ser humano pertenece. Cierta comprensión de la naturaleza va de su propia mano.
Donde el instante hendido, donde surge la fisura, entonces comienza nuestro hablar y entonces escribe Melloni: «El impulso creador aparece primero como una ráfaga / un vislumbre».[3]Ibíd., p. 78 Ese es el sagrado misterio de las palabras y por eso Melloni es un poeta ontológico. Lo que es verdad precisamente porque es verdad que es un misterio. Escribir para ir detrás, para buscar.
Lo que existe en esta poética compleja es, por tanto, una experiencia de búsqueda y de desvelamiento. En concreto, la búsqueda de lo indecible y de lo que trasciende, hacia lo que contiene ese espacio secreto donde escribimos tras la grieta: «el origen de la palabra ajena, / remontarse hasta su fuente».[4]Ibíd., p. 34 Esa grieta, dolor primero que manifiesta la herida como si fuese la mácula de lo que es ausente, de lo que no existe todavía porque está por saber(se). Allí está «la angustia primigenia»[5]Ibíd., p. 22, en palabras de Melloni, solo que esta angustia, si lo es, es como modo de ser de la existencia.
Existencialista, místico… el poeta muestra un desbordamiento que lleva consigo un peligro, el de la belleza que hiere en el principio. Recordamos a Hölderlin – «allí donde crece el peligro, crece también la salvación» – y a Dante, al iniciarnos en una selva oscura que Melloni llama «lugar que está en todos los lugares» e «insondable inmensidad».[6]Ibíd., p. 17 Somos arrojados a la libertad y su drama, y al final todo devendrá encuentro. Sed de Ser es, ante todo, un viaje en el que se prefigura la palabra poética, donde trata de develarse el presente y el misterio del existir: «También las cosas / son secretos recubiertos de sí mismas / esperando a ser desveladas»[7]Ibíd., p. 62.
Nombrar la Ausencia en medio del desierto. Lo que Jabès describe como «llevar el lenguaje a su más alto nivel de expresión»[8]JABÈS, Edmond. 2000. Del Desierto al Libro. Madrid: Trotta, p. 68. Hablar en tiempos de desierto y la búsqueda sin límites. El camino es desde luego ascendente, una tarea espinosa que requerirá discernimiento, como la escala de Platón en El Banquete, cuya dirección última es la belleza absoluta. El final es Ser en el Ser, por cierto con un guiño nada disimulado al final de los Cuartetos de Eliot: «Aquí, / Ahora, /en este momento»[9]Melloni, Op. Cit., p. 150. ¿Será ese el estado de plena sencillez o seguiremos con la Sed? Instante tras instante, todo es la aventura del vivir.
Habrá que vaciarse y despojarse, pues sólo en esa plena desnudez existencial -y lo que Melloni escribe y tal como lo escribe así parecen indicarlo- tras el ornamento innecesario, se halla lo esencial y así trasluce el misterio, su belleza temblorosa: «La noche lo sumerge todo en su oscuridad, / deshace los límites / y desvela los significados primeros»[10]Ibíd., p. 110. La oscuridad nos hace más vulnerables ante el exterior y sin embargo, después de la luz del día, que podría quemar o distorsionar lo que se ve, está la noche de la fe. Ese es el camino que muestra Melloni, y desde allí debemos partir hacia el encuentro con la fuente inagotable que sacie la sed. Lo que Hugo Mujica referirá así: «La noche, / en cada sombra más antigua, / revela lo que ella enciende»[11]MUJICA, Hugo. 2002. Poéticas del Vacío. Madrid: Trotta, p. 93.
Este tiempo que como humanos transitamos tendrá un final. Y en ese final, en busca de la verdad, quizás esté nuestro principio.
Título: Sed de Ser |
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Referencias
↑1 | MELLONI, Javier. 2013. Sed de Ser. Barcelona: Herder, pp. 150 |
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↑2 | Ibíd., p. 30 |
↑3 | Ibíd., p. 78 |
↑4 | Ibíd., p. 34 |
↑5 | Ibíd., p. 22 |
↑6 | Ibíd., p. 17 |
↑7 | Ibíd., p. 62 |
↑8 | JABÈS, Edmond. 2000. Del Desierto al Libro. Madrid: Trotta, p. 68 |
↑9 | Melloni, Op. Cit., p. 150 |
↑10 | Ibíd., p. 110 |
↑11 | MUJICA, Hugo. 2002. Poéticas del Vacío. Madrid: Trotta, p. 93 |