Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca. Le señala dentro, no están; y el pequeño empieza a convencerse por fin después de muchos días de negarlo: el circo se acaba. Papá lo ha vendido y ahora tendrá un trabajo serio, se levantará pronto y vestirá un traje de esos elegantes; se acabaron los entrenamientos, los saltos, la cama elástica, el trapecio, los payasos y también los viajes. Con la carpa también se irá su sonrisa, aunque él aún no lo sabe. Dará la bienvenida a la hipoteca, al hablar de política, a las tardes de mirar por la ventana después de su jornada laboral y a la televisión por cable. Cuando lo encuentren en el patio de luces, dirán que se suicidó. Que estaba deprimido. A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes.
