Algunos personajes y temáticas gozan del don de la inmortalidad. Resucitan cada década, con cada cambio sociopolítico o tendencia artística que se imponga. Eso sí, a veces, son laureados y otras, condenados. Aun así, no pierden un ápice de su carácter, ni de su razón de ser. Uno de ellos –como ejemplo- es Orlando, de Virginia Woolf, que vio la luz en octubre de 1928 y, aún hoy, sigue suscitando polémicas. En definitiva, tabúes y miedos que, a lo largo de los siglos, muchos intelectuales han intentado cuestionar a través de sus obras. Precisamente, Woolf, junto a su hermana Vanessa, formó parte del Círculo de Bloomsbury, integrado por pintores, filósofos, escritores, compositores y otros artistas de ambos sexos, y que supuso un revulsivo en la época. Compartían una ideología liberal y humanista, propugnaban la independencia de criterio, la creación, el gozo de la experiencia estética, así como, la búsqueda del conocimiento.
Así, llegué a Ana María Navales (1939-2009), escritora e investigadora nacida en Zaragoza y especializada en la literatura escrita por mujeres –y en la ya citada Virginia Woolf-. No es extraño que su conjunto de relatos “Cuentos de Bloomsbury” (1991) y el mundo que en él se origina no dejara de expansionarse, tras varias ediciones. La autora utiliza como eje fundamental la ambivalencia entre ficción y realidad en una libre recreación de algunos de aquellos y aquellas que constituyeron el grupo de Bloomsbury, y se adentra con profundidad, sutileza y sensibilidad en los recovecos de sus vidas, vínculos y desenlaces.
Ana María Navales estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, doctorándose con una tesis sobre la novela epistolar. Fundó la revista de poesía Albaida y fue codirectora de la revista cultural Turia; también, dirigió la sección literaria del Instituto de Estudios Turolenses. Son numerosos los reconocimientos a lo largo de su trayectoria, como el Premio de las Letras Aragonesas en 2001 por el Gobierno de Aragón. Su legado alberga poesía, relato breve, novela y ensayo, entre los que se pueden destacar “Mar de fondo” (Poesía, 1978-1998), “Tres mujeres” (1995), “Cuentos de las dos orillas” (2001), “La amante del mandarín” (2002) y “Mujeres de palabra: de Virginia Woolf a Nadine Gordimer” (2006).
“Cuentos de Bloomsbury” no es un libro histórico, pero surge de la admiración a los componentes de dicho grupo y, por ello, retrata a sus protagonistas con los rasgos originales de algunos de ellos y recompone aspectos concretos de su biografía.
Sin embargo, no debemos olvidar como lectores que los datos y hechos verídicos son tan sólo un apoyo para el argumento ficcional; la llave que nos abre un caudal de posibilidades interpretativas, de aquello que pudo ser y no tenemos la constancia de que fuera. Este conjunto de relatos nos traslada a “Kew Gardens” (1919), ambientado en el jardín botánico de Londres; a los veranos en Cornualles, a la playa de Carbis Bay, a Talland House, donde los hermanos Stephen pasaron su infancia. También, nos devuelve a Monk´s House, el lugar en el que se asentaron Leonard y Virginia en Rodmell. Allí, en una de sus habitaciones, la escritora concibió muchas de sus novelas. Allí, decidió poner fin a su vida, abandonándose para siempre a las aguas del río Ouse. Del mismo modo, se pasean por sus páginas entes literarios que llevan los nombres de Nessa y Clive, pintora y crítico de arte respectivamente, además de cónyuges y familia directa del matrimonio Woolf; a su vez, otras mujeres y hombres que mantuvieron una estrecha e íntima amistad con Virginia, como la sufragista y compositora Ethel Smyth, la poeta y novelista Vita, o Walter Lamb, profesor de lenguas clásicas y uno de sus pretendientes.
En estos cuentos podemos intuir e, incluso, sumergirnos en la personalidad de Virginia Woolf y conocer situaciones que la influyeron en su recorrido vital, como el amor libre, el valor de la literatura y el arte, el deterioro que precede a la vejez y a la muerte, y ese universo compartido con su marido. La sexualidad y sus variantes se hacen presentes con la naturalidad de alguien que vive sin prejuicios las relaciones, no conforme al sexo, ni a los convencionalismos que imponían la heterosexualidad como uno de los principios morales victorianos, sino acorde a los sentimientos y a la seducción que puede llegar a provocar el intelecto, con independencia de tratarse de un caballero o de una dama. Al mismo tiempo, se vislumbra la lealtad a la persona elegida, aquella que es refugio, ayuda y pura complicidad; la que no puede ser sustituida por amantes episódicos o aventuras pasajeras, la que trasciende lo carnal, lo puramente físico.
Ana María Navales, en “Los viejos días”, “Aquel verano en Carbis Bay” y “Regreso a Monk´s House”, enfrenta a Virginia con los hogares que marcaron su memoria desde la niñez a la edad adulta. “Supo del peligro de enfrentarse con el lugar donde se encierran los sueños”[1]NAVALES, Ana María. 2003. Cuentos de Bloomsbury. Madrid: Calambur Narrativa, p. 88, con el paraíso que se reconstruye y se deshace en su recuerdo, porque la luz de la irrealidad y el deleite no puede cobijarla más allá del pasado. Esos entornos repletos de influencias literarias y visitas de reconocidas eminencias, las vistas a la playa de Porthminster y al faro de Godrevy, las reuniones con universitarios y la alianza que los distinguió como movimiento, la destrucción de su casa en Londres y su retiro en Sussex, retornan a ella y se dibujan fantasmales, inasibles. Igualmente, en ellos residen aún las voces de los muertos, esas oleadas de imágenes inconexas, su cansancio infinito, que indicaban el preludio de una nueva crisis nerviosa. La enfermedad mental, de la que huía y a la que pretendía despistar con engaños de trilera, “siempre agazapada en los rincones de la casa”[2]Ibíd., p. 102, continúa desordenando sus ideas y la sume en la confusión, arrebatándole la calma.
Dicen que, en cuanto se ha pensado bien un relato, ya sólo queda la labor de escribirlo. Puede que así sea, pero hay quien lo hace con una delicadeza magistral. En el caso de los “Cuentos de Bloomsbury” podemos afirmar que estamos ante una obra de culto de la literatura española contemporánea. Ojalá nunca dejen de editarse.
Título: Cuentos de Bloomsbury |
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