Cooper Raiff dirige y protagoniza esta película ganadora del Premio del Público de Sundance el año pasado y producida y coprotagonizada por Dakota Johnson, que por primera vez participa en un proyecto como productora.
El filme aborda con sensibilidad el impás que tiene lugar cuando se acaba la universidad y uno debe tratar de ubicarse en el mundo adulto. Raiff lo cuenta a través de Andrew, un chico de 22 años que comparte de nuevo habitación con su hermano pequeño, y que mientras trata de encontrar un trabajo de verdad, pasa horas carentes de sentido trabajando en un restaurante de comida rápida. Casi por casualidad, acaba siendo animador en las fiestas de los compañeros del colegio de su hermano.
Raiff nos habla de esos amores que, aunque reales, no encuentran la posibilidad. No tienen cabida en la existencia ni en el orden de las cosas, y tal vez, por ello, por ese dote desinteresado, se vuelven todavía más genuinos y más auténticos, porque no se les espera y sin embargo suceden. Son a pesar de todo, y son aunque no vayan a poder ser.
Lo hace desde la bondad y desde la candidez, con espíritu optimista a pesar de todo. Estando triste y contento al mismo tiempo, que, al fin y al cabo, qué hay más cercano a la vida. Y eso es, precisamente, lo que parece querer capturar este indie de Raiff, un pequeño fragmento de humanidad, del caos, desconcierto e imperfección que supone la existencia.
Nuevas masculinidades
Que el cine ha estado cargado de estereotipos de género a lo largo de la historia – pensemos en la figura de la femme fatale, por ejemplo, pensemos en Gilda (1946), o en la figura plana y angelical de esposa/madre, Melania, en Lo que el viento se llevó (1932)- es un hecho que cuesta mucho discutir. El cine ha perpetuado una serie de roles de los que no queda exenta, ni mucho menos, la figura masculina.
Podemos remontarnos a personajes como Stanley Kowalsky de un Tranvía llamado Deseo (1951) que refleja muy bien el concepto de masculinidad tóxica, o a masculinidades hegemónicas como la de Rick en Casablanca (1942), o Harry en Harry el Sucio (1971) aunque en realidad no hace falta irse tan lejos. Desde James Bond, hasta el Capitán América, Christian Grey, El Lobo de Wall Street o Edward Cullen. Tradicionalmente se ha representado la figura masculina – tanto al héroe como al villano, incluidos protagonistas destinados a ser el interés romántico principal- con apegos evitativos, inaccesibles emocionalmente, temperamentos dominantes y sentimientos que cuesta expresar, o al menos, que no se expresan abiertamente y de forma asertiva.
Cha Cha Real Smooth nos plantea un tipo de masculinidad diferente. Nos presenta a un protagonista sensible, cariñoso, gracioso, sociable, accesible emocionalmente, con apego seguro, capaz de expresar sus sentimientos, de empatizar, de ocupar un lugar en una relación en el que la mujer no es un objeto. Un hombre que habla abiertamente de lo que siente con su madre, que aconseja su hermano pequeño.
Un tipo de hombre, a decir verdad, más real y más sano. Un hombre que puede servir de precedente, que es un reflejo de una sociedad más auténtica, que va en la línea de ir liberándose de estereotipos de género.
Raiff se atreve a explorar y desafiar los estereotipos convencionales, brindándonos una historia sincera, empática, que al principio parece un clásico feel-good, pero que acaba evolucionando a una rom com orgánicamente y con éxito.