Temazo el de los celos, para algunas ya muy trillado, para otros una pesadilla y habrá quien diga algo, de boca, lo deseable, lo que se supone que hay que decir, pero en su comunicación interna, en su fondo, sabe, que por tener unos pocos celos no pasa nada. Es más, si mi pareja no tiene unos pocos, “de los normales”, esos de “en su justa medida”, pues es como si le diera igual, como si no le importara…
Sí queridas, queridos y querides, los celos siguen siendo el tema estrella. Lo vivo en conversaciones informales con colegas, en muchos de los talleres que imparto, tanto con adolescentes como con personas adultas, en los hilos que se crean en redes sociales en relación al tema, en lo normalizado al tratarlos en los realitys o programas del corazón…
¿Os resultan familiares estas frases?
“si no tiene celos es que no me quiere”
“tener unos pocos es lo normal”.
“los celos son ganas de no perderle”
“no son celos, son mariposas enfadadas”.
Creencias normalizadas e interiorizadas.
Como resultado de la cultura patriarcal en la que vivimos y de la socialización diferenciada por razón de género, los celos se viven y se interpretan de forma diferente en función de si estás socializado como chico o chica.
Antes de comenzar una relación de pareja, nuestro imaginario ya está impregnado de ideologías que conforman una tipología legítima de lo que es “tener pareja”, se adquieren actitudes de forma equivocada por ese mal concepto de “amor”, reproduciendo comportamientos posesivos con las parejas y mostrando celos.
En general, el sentir celos es algo que lo tenemos “tan mamao”, que hasta que no se cuestiona y se pone sobre la mesa, se mantiene vivo, como si se tratara de un virus, un virus que se instala en nuestro interior, haciendo de las suyas y creando calentamientos de cabeza, conflictos y peleas.
Ese virus se alimenta de nuestros pensamientos y hechos, es como un comecocos, se alimenta, crece y hace lo que sabe hacer, infectar la zona, manipulando los pensamientos, malinterpretando los hechos y provocando “la enfermedad”. Por eso es importante saber qué es lo que “le gusta comer” a ese virus, para así poder identificar ese pensamiento–comida y poder detener al virus, para que no siga propagando la infección.
Las trampas del amor Disney: Los mitos del amor romántico
Los celos no son una señal de amor.
Si no tiene celos, no es porque no me quiera.
Y eso de a más celos, más pasión, dejémoslo para las películas.
Sí, para las películas, esas que tenemos en el imaginario y que nos han criado desde que teníamos los dientes de leche, esas que te hablaban del amor para siempre, del amor ideal, del amor que duele y el amor de final feliz. Marcan como tienen que comportarse los hombres y las mujeres en el amor.
Las películas, y también las series, las canciones, los cuentos…, han modelado nuestras creencias en torno al amor y con ellas nuestras expectativas a las relaciones de pareja. Han servido de modelo a imitar en nuestro modo de vincularnos y de logro a conseguir.
Las películas, esas que te plantean la historia principal con parejas jóvenes, delgadas, bellas, de piel clara y heterosexuales. Donde la práctica por excelencia siempre ha sido el coito. Un coito de sota, caballo y rey, donde ni se ven preservativos, ni torpezas y donde el final es tan orgásmico que llegan los dos a la vez. (!A la vez!)
Las pelis románticas son pelis, como las de ciencia ficción, las de animación, las de acción o las porno. Son películas que cumplen con su función, entretienen, divierten, distraen, excitan, remueven, provocan, aburren, disgustan pero no son la realidad, no representan lo que nos puede, o no pasar. Y si lo tenemos claro cuando vemos a uno volando con una capa por las ciudades o cuando aparecen personajes que se transforman y mutan en otras realidades, también lo tendríamos que tener claro cuando sale el chico y la chica en la versión romántica o en la versión porno. Son actores y actrices, representan un papel y les pagan por ello, porque son profesionales de lo suyo…
Tener esto claro, es sanador. Es como una vacuna que te ayuda a prevenir a que ese virus – celos no se instale en tu imaginario.
Si lo tenemos claro sabremos diferenciar lo que es de lo que no es.
Y el saber diferenciar nos hace bien, porque no nos crea falsas expectativas, no nos dejamos influir esperando que mi historia de amor sea como la de la peli y no nos crea frustración cuando vemos que no lo conseguimos.
No podemos seguir justificando los celos en nombre del amor.
Los celos no sientan bien, no te dan placer, no relajan y no son sanos para el cuerpo.
Los celos generan angustias, miedos, sospechas y desconfianzas.
Los celos están apoyados en ideas erróneas y en los mitos de amor románticos.
Los celos se tambalean como lo hace la inseguridad de la persona que los vive.
Los celos son el resultado de la falta de amor propio, del bajo autoconcepto y de la ausencia de autonomía.
Los celos te atan, crean dependencia y fantasmas. Proyectamos miedos y nos los creemos como reales.
Tener celos no significa que le importas.
Los celos son como una plaga y no entienden de orientaciones sexuales.
Los celos llegan, conquistan, enquistan y contaminan.
Los celos alimentan la falsa creencia de la posesión, de que la otra persona me pertenece, de que es mía y no la puedo ni quiero perder, porque si la pierdo mi existencia se pierde en ella.
Los celos hace que la imaginación vuele hacia lo malo, lo negativo y lo que hace daño. Nos taladra la cabeza con esa manía de que la otra persona nos va a dejar y se va ir con alguien que le guste más y sea más guapx.
Los celos justifican el derecho a decir a la pareja con quien tiene que hablar. Ese medidor de celos es el que condiciona que por tener pareja, esta se vea con derecho a condicionar las amistades y las conversaciones con otras personas.
Los celos hacen daño, destruyen y autodestruyen.
Te nublan y te hacen perder la visión.
Te bloquean y te cabrean.
Los celos no son una demostración de amor, son una demostración de temor.
No endulzan las relaciones, las amargan.
No son una enfermedad, pero pueden ser muy enfermizos.
Los celos no provocan buen rollo, provocan mal rollo y sufrimiento.
Te hacen estar en permanente alerta.
No hay celos buenos, ni celos malos.
Los celos se gestionan y se manejan, no dejándoles espacios para desarrollarse.
Cobran vida cuando los alimentamos y le damos cancha.
Los celos son una trampa.
Los celos son celos, no son amor.
Si no puedo manejar los celos y son ellos los que me controlan a mí, a mis pensamientos y con ellos a mis comportamientos, he de pedir ayuda, aprender a gestionarlos pero nunca montar un pollo a mi pareja o pedir explicaciones por ese pensamiento infundado por los celos.
Cuando sienta celos, he de responsabilizarme para identificar y aprender a manejarlos cuando surjan, escucharme y ver qué me pasa, cómo reacciona mi cuerpo, ponerle nombre a lo que estamos sintiendo y ver cuál es la causa por la que me siento así.
Así puedo acompañarme
Aprender a manejarlos es una tarea, un trabajo personal, un entrenamiento.
Trabajarse y escucharse para conocerme más
Respirar (los), desecharlos.
Eso nos da confianza, nos puede generar más seguridad y por lo tanto valorarnos más.
El amor te quiere libre, no condiciona y no impide que nadie se relacione con nadie.
Y recuerda, si te sientes mal, es que algo va mal