West Side Story lleva un par de semanas en taquilla, el remake de la mano de Steven Spielberg, y una de las cosas que me gusta de este tipo de estrenos es ver como la gente se bifurca en elegir la película por ser un remake o por estar dirigida por alguien en cuestión.
En este caso Spielberg, uno de los directores mejor valorados desde que cautivara con una película que hoy en día está catalogada como de culto, Tiburón hace casi 47 años, realiza un remake del musical de Jerome Robbins que llevó a la gran pantalla junto con Robert Wise en 1961.
Contar de qué va la película puede que esté de más, así que iré directamente a hablar de la versión que realizado Spielberg, que no es otra que permanecer fiel a la original pero insertando situaciones actuales, o mejor dicho de las que hoy en día si se hablan, como es la identidad de género. Pero no es algo excesivamente reseñable en el metraje, meramente es algo diferente a su predecesora.
Lo mejor de la versión de 2021 son los bailes y las interpretaciones femeninas, que no quiere decir que sean mejores a la de 1961, meramente que ese aspecto está muy bien logrado, al igual que el vestuario. Pero por lo contrario el elenco masculino no está a la altura, encorsetado, nada creíble e impostados todos ellos, ninguna reseñable y a altura de sus parteners.
Steven Spielberg debuta en un musical
West Side Story 2021 me evoca mucho a una obra teatral, a ese musical del que parte, desde los primeros segundos donde el decorado es eso, decorado y no algo que podamos pensar que es el montaje para que todo sea uniforme. Spielberg no se preocupa en que esos detalles no se quiten, todo lo contrario, lo enfatiza, y eso nos lleva a dinamizarnos durante los 156 minutos de película, en partes, como si de actos teatrales se tratasen.
Los protagonistas Tony y María, esos Romeo y Julieta no solo están presentes en su historia de amor, insertada entre bandas pandilleras, bailes y disputas de barrios, están retratando una lección de sociedad, de dejar de lado el odio para que impere el respeto, aunque aquí se centre en el amor, pero todas las aristas, personajes, que rodean a ambos dos, oscilan en ese juega de buscar la balanza entre las diferencias y las tolerancias entre todos.
Y aunque la protagonista es María por encima de ella se revela la gran interpretación de Ariana DeBose, en el personaje de Anita, no solo en interpretación también es ser una parte fundamental de la historia, donde el pasado, la inmigración, los sueños, la tolerancia y el amor también están presentes.