A Cristina Huarte y José María Bardavío, ellos saben por qué
Élisabeth Roudinesco ha escrito un hermoso diccionario de amor. Incluso, si se me permite, ha conseguido la primera Baedecker del psicoanálisis.
Esto debe explicarse, pues quienes, en mayor o medida, hemos seguido su carrera, sabemos que no es extraño leer bajo su pluma comentarios pesimistas sobre un futuro que, un buen día, amaneció mucho más prohibido para el psicoanálisis. Lo mismo que no resulta ajeno encontrar observaciones en sus libros sobre esa misma desaparición, rastreada por ella durante décadas. Sobre un psicoanálisis, en fin, que estaría muerto sin saberlo aún.
Empero, al acercarme a estas páginas -que con enorme afecto me han sido regaladas por uno de los mejores profesores que jamás tuve y en la actualidad, buen amigo-, si de algo no puede acusarse a este libro es de no estar animado por el conocimiento y de hablarles desde este modo y manera a los amantes del psicoanálisis. Es decir, para Élisabeth Roudinesco, el psicoanálisis estaría quizás un poco más vivo que antes.
Debemos contextualizar el estado de la cuestión, puesto que, como de costumbre, el libro viene precedido en algunos medios por un nuevo –y bastante infantil- número de ataques, incluidos aquellos que proceden de los sempiternos arrepentidos del psicoanálisis. ¿Son acaso mejores tiempos para la teoría psicoanalítica de lo que han sido en este tiempo pasado? Era Horkheimer quien, no por nada, afirmaba que cuanto más grande es una obra, más profundamente está arraigada en una situación histórica concreta.
Es verdad que existe una historia negra del psicoanálisis, vivificada por sus detractores (una escala que va desde los fanáticos religiosos hasta los defensores del totalitarismo nacionalsocialista o comunista) e incluso de manos de aquellos que lo han practicado mal y pronto. Tenemos que distinguir pues entre un Freud o un Lacan, supremos lectores y pensadores, de la charlatanería en la que algunos quisieron transformar la doctrina psicoanalítica.
Sin embargo y pese a todo lo expuesto, Élisabeth Roudinesco, aunque sigue siendo pesimista sobre el futuro de la teoría psicoanalítica, actúa y escribe sin vacilación alguna, de manera que convierte el psicoanálisis en algo que es de ahora, por decirlo de manera sencilla.
Diríase este Diccionario atípico una autobiografía razonada del psicoanálisis, proustiana recherche o viaje, ya que se trata, ante todo, de un libro de ciudades, de una guía geográfica. Benjamin nos diría que para conocer realmente una ciudad es necesario perderse en ella, aprender a perderse[1]BENJAMIN, Walter. 2011. Infancia en Berlín hacia el mil novecientos. Madrid: Abada, p. 5. Y con la lectura de Roudinesco parece evidente que, en aras de conocer realmente el psicoanálisis, es necesario perderse en las ciudades que lo vieron nacer y crecer: Bucarest, Viena, Nueva York, París, Berlín o San Petersburgo, incluso Buenos Aires, gracias a la que aprendemos, por cierto, que ningún psicoanalista baila el tango demasiado bien. Tal vez porque esta danza es una bravata viril que se deleita en la melancolía. Lo contrario del psicoanálisis y, por qué no, también de este Diccionario.
Si son lectores astutos, los psicoanalistas deben ser también grandes viajeros, y por eso, Élisabeth Roudinesco vuelve a las ciudades freudianas por excelencia, lo que le permite, a partir de su conocimiento de la geografía del psicoanálisis, casar un concepto con una ciudad: la identidad de París o el deseo de Roma.
Tal como la historiadora afirma en la introducción de su libro, puedo yo decir asimismo que siempre me interesaron los diccionarios. Que solía llevar, de hecho, uno muy pequeño en el bolsillo, que aún conservo, y que me permitía la posibilidad de un saber rápido y al alcance. Ese vasto lugar de memoria, como lo define Roudinesco[2]ROUDINESCO, Élisabeth. 2019. Diccionario amoroso del psicoanálisis. Barcelona: Debate, p. 9, narración laberíntica, si se quiere, nos acerca, en este caso, a esta revolución de la intimidad llamada psicoanálisis.
Laplanche y Pontalis hablan de investigación cuando se refieren al psicoanálisis[3]LAPLANCHE, Jean, y J.-B. Pontalis. 1984. Vocabulaire de la Psychanalyse. Paris: Presses Universitaires de France, p. 351 y eso, y no otra cosa, es lo que hace Élisabeth Roudinesco. Una investigación llevada a cabo casi como paseo por ese pequeño entorno cerrado, calle de sentido único –por retomar a Benjamin- del psicoanálisis pero, a su vez, de sencilla legibilidad incluso para los más ajenos a él.
Recién publicado por Plon/Seuil y de aún más reciente edición en nuestro país, este Diccionario supone una obra bellísima y original mediante la cual se restaura una vida de investigación, descubrimientos y pasiones intelectuales. Así que es mucho más que un entretenimiento, plagado de escuelas, obediencias o capillas. Trátase, por tanto, de un libro plural, como debe ser el psicoanálisis.
Comienza por el amor, tema eterno donde los haya, y la muy erudita Roudinesco convierte el psicoanálisis en una saga de la imaginación que está en metamorfosis permanente. Elizabeth Roudinesco no escapa a temas molestos como el del dinero ni a la tendencia a los mitos de la teoría psicoanalítica, Antígona y Edipo por delante. No se dispersan tampoco Bardamu ni Céline ni aquella entonces doliente Berlín, entrada en la que se nos recuerda cómo Freud no vio venir el nazismo, puesto que no creía que un país que había producido a Goethe pudiera hundirse en la barbarie.
Con Bonaparte aprendemos que Freud amaba a los conquistadores y recordamos que Marie es la gran nieta de Napoleón, o se nos dirá que el liberalismo sin alma y sin límite, tanto como el fanatismo religioso, son dos grandes escollos para la felicidad. Dos maneras de no amar.
Se habla mucho de literatura (inevitables Joyce o Kafka, hasta llegar a Svevo). Y claro, de cinematografía, con Ford y Hawks a la cabeza, sin olvidar, cómo no, al inmenso Cronenberg y su Un Método Peligroso (2010), que pondría en escena a Freud y Jung, al lado del caso de Sabina Spielrein. Casos clínicos como, por otra parte, los de Hitler o Trump y ataques hacia Houellebecq, harán las delicias de los lectores.
Podríamos continuar extractando su contenido, pero convendremos que el Diccionario reseñado aquí no es sino una forma de devolverle a la teoría psicoanalítica su condición de palabra saludable y sanadora. La esencia de este libro es su encanto. Así que cumple con lo mínimo que a estas alturas se le exigiría a un diccionario de amor.
Puede decirse lo propio con un libro sobre psicoanálisis, que podría resultar extremadamente aburrido hoy, así que Roudinesco opta por que el ángulo histórico prevalezca en este diccionario, pero no esté atascado en el pasado, dejando espacio para la expresión del sufrimiento psíquico actual: la búsqueda de la perfección, la glorificación de la <em>performance</em> o el narcisismo.
Título: Diccionario amoroso del Psicoanálisis |
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Referencias
↑1 | BENJAMIN, Walter. 2011. Infancia en Berlín hacia el mil novecientos. Madrid: Abada, p. 5 |
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↑2 | ROUDINESCO, Élisabeth. 2019. Diccionario amoroso del psicoanálisis. Barcelona: Debate, p. 9 |
↑3 | LAPLANCHE, Jean, y J.-B. Pontalis. 1984. Vocabulaire de la Psychanalyse. Paris: Presses Universitaires de France, p. 351 |