El drama de la familia en «La Cinta Dorada»
A priori, puede parecer extraño establecer un nexo entre “La cinta dorada” y “Alicia en el país de las maravillas” (Lewis Carroll, 1865), pero muchos de sus personajes perdieron su infancia y entraron abruptamente en el mundo de los adultos a través de una puerta, cayendo en un agujero. Sin embargo, Adela, Erni, Moncho y Javier ya no pudieron despertar jamás de ese sueño sin sentido. El Conejo Blanco, el Sombrerero y la Reina de Corazones se transformaron en seres habituales en su constante huida. Los mares de lágrimas se ahogaron en alcohol o en sexo, las orugas azules se aburrieron de dar consejos, las meriendas de locos cada vez fueron más insoportables, las rosas blancas y rojas se quedaron sin pétalos.
Valle-Inclán, el marqués de Bradomín y la primavera
“Sonata de primavera” es un ejercicio delicioso de estilo literario, donde se añaden la pintura y las citas paisajísticas y geográficas, como un revolucionario intento de trastocar moldes viejos y dotar de un toque artístico al hecho en sí de la escritura. De hecho, si ponemos atención, observamos la importancia de elementos que, a priori, podrían pasar inadvertidos. Es el caso de las ventanas, componente que participa en el escenario y en la acción, destacando el claroscuro de los arcos como fondo escénico. A veces, las utiliza como eslabón entre exterior e interior, entre lo accesible y lo inaccesible. Tristemente, también una de ellas marca el trágico final.
Lo que somos: acerca de un libro de Beatriz Miralles
Una obra de recalificación de lo cotidiano, eficaz ante los lectores, que constituye una forma de ilustrar la experiencia estética dentro de la construcción social de la realidad, macerando sus textos para movilizar, dentro de su experiencia ordinaria, nociones del mundo del texto, por utilizar la expresión de Ricoeur. Se trata, en efecto, de una inversión de la situación –no práctica, sino simbólica- toda vez que es inmenso el papel que la experiencia estética parece desempeñar en la constitución de la realidad social. Mientras haya discurso, hay esperanza. Y cuando la palabra desaparece, la lengua no tiene nada que ver. El recomienzo que esboza cada nuevo uso discursivo está cautivado por sus virtualidades de desarrollo, y pretende espontáneamente llevar la totalidad de la palabra a su estilo y a su mundo. Pero nada puede evitar que se exponga de nuevo. El mundo sigue pasando. Si mantener la palabra es la exigencia irrenunciable, se trata entonces de buscar no la verdad del lenguaje, que sería una tarea ardua e inútil, sino de que ese lenguaje esté sólo donde tiene que estar. Estar allí, en los días, siquiera para decirlo, que el lenguaje literario alcance lo sublime al despojarse de todas sus envolturas artificiales, de todos sus revestimientos lingüísticos convencionales, también cuando rompe los biombos sociales, políticos e ideológicos para abrazar el movimiento de la Φύσις.
El Sí de las Niñas o la rancia tradición como mordaza
Esta comedia en prosa dividida en tres actos cumple con las características del Neoclasicismo y en ella la acción se desarrolla en un solo lugar (una posada de Alcalá de Henares), coincidiendo con el tiempo de duración de la puesta en escena. Utiliza un lenguaje llano, cercano, para llegar a un mayor número de lectores; así, palabras como meriñaque, contradanza, boquirrubio y otros vocablos aparecen en sus diálogos. También tiene un afán didáctico, planteando una situación cotidiana y azuzando a la razón. La crítica social se mantiene de principio a fin, censurando la educación a la que se sometía a las jóvenes, el abuso de poder sobre ellas y, finalmente, haciendo que triunfe el sentimiento y la sensatez.
Poeta en Madrid, de Justo Sotelo: la desnudez del artista
Lo que hace especial a “Poeta en Madrid” es la hondura de su contenido, la desnudez del que escribe sin cortapisas, la metaliteratura y ese universo sublime –a veces, inaccesible- del arte y sus manifestaciones. En ciertos momentos, incluso, se tiene la sensación de que las nueve musas viven en sus páginas. Calíope, con su elocuencia, seguida de Clío y su memoria, junto a la cítara de Erató y Euterpe, con su cabeza coronada de flores; mientras, Melpómene, Polimnia, Talía y Terpsícore intercambian guirnaldas y caretas, al tiempo que Urania sujeta entre sus manos el orbe.