Un amor que hace falta que no
Recuerdo la primera vez que leí Ese dulce mal (This sweet sickness, 1960), durante un cálido verano en la finca de mis abuelos maternos. Lo hice a escondidas, por supuesto, un poco en la clandestina emoción de lo todavía proscrito, por mi entonces tempranísima edad. Tal vez eso explique que no la comprendiera bien, en […]
Trilling o el último refugio
Si Trilling y yo hubiésemos sido amigos… es cierto que el uso del condicional nos sitúa en la comarca de la hipótesis. Pero no me queda más remedio que recurrir a ella, si es que decido, tal como parece, comenzar haciendo memoria de algo que nunca ocurrió. La sensación que muchos lectores deben haber obtenido […]
Un gorjeo de alondras invisibles: Vernon Lee
Comentario a LEE, Vernon: La voz maligna. Atalanta, Girona, 2006. De antemano una disculpa, porque el título se debe a una cita errónea, tomada de otra parte. En concreto de los diarios romanos de Vernon Lee (Violet Paget), donde hallamos la descripción de esta experiencia singular hasta en dos entradas o notas diferentes. Y sin […]
Moradas I: Sobre la alfombra, un secreto deseo
El gran asunto que nos ocupa aquí es un secreto. Imaginemos, por un instante, que comienzo así. Es decir, por ninguna parte o por todas ellas. Estaría exigiendo al lector una entrega total. O que, alrededor del fuego, como en el inicio de Otra vuelta de tuerca, casi sin respirar, alguien tuviese la ocurrencia de […]
Otra vuelta de tuerca al suspense
Todos nos hemos sentado, alguna vez, en corro o alrededor de una mesa a contar historias de fantasmas, sólo que éstas suelen repetirse en toda la geografía –con matices, eso sí-, como si un ejército bien entrenado de chicas demacradas y vestidas de blanco se hubieran dispersado para aparecer en curvas de carreteras estrechas, sin arcén, en noches oscuras. “Otra vuelta de tuerca” no es un relato más de aparecidos, pues su ambivalencia permite hacer una doble lectura. Esto es posible gracias a la voz narradora, que recae sobre la institutriz. El hecho de ser contado en primera persona, poco a poco, nos hace desconfiar de su testimonio ante la excepcionalidad de los acontecimientos. ¿Son sus dos pequeños discípulos las víctimas de fuerzas demoníacas, situadas en un limbo impreciso entre la vida y la muerte?, ¿es la institutriz quien percibe alucinaciones como parte de la realidad y pretende que el lector sea su aliado?, ¿puede el receptor estar seguro de algo cuando, capítulo tras capítulo, la situación se agrava?