Cine, diamantes y un inspector: notas sobre «La Pantera Rosa» (1963), una comedia de Blake Edwards
Fue el oklahomés Blake Edwards –que puede colocarse, sin temor, junto a personalidades de la talla de Capra, Preminger o Cukor, con su facilidad para el drama, el thriller o la comedia- uno de los más versátiles directores del siglo pasado, cuya variabilidad se erige como testimonio de su ilustre carrera como realizador de estudio […]
Sobre un western bélico de John Wayne en la turbia selva de los sesenta
Lo cierto es que, en realidad, hay muy pocas diferencias entre Boinas Verdes y gran parte de los western de Wayne a los que nadie niega su calidad: acción, buen pulso y una dirección acrobática. Dado que trata de los primeros años de la participación de Estados Unidos, y que se rodó durante la guerra, la maniquea definición de Wayne sobre la bondad de la intervención americana y la malevolencia del Vietcong resulta algo incómoda al lado de la inversión de roles de las películas posteriores de Vietnam, cuando era de rigor pintar a Estados Unidos como una especie de estado criminal y a los soldados que regresaban de la contienda como simples asesinos perturbados.
Nihilismo y sinsentido de la catástrofe: Un apunte sobre «Pánico en el estadio» (1976)
Más inquietante, entonces, en sus implicaciones que en la ejecución técnica, la película enfrenta al espectador con la frialdad de un pistolero sin rostro practicando tiro al blanco en este estadio lleno hasta la bandera. Los persistentes picados y contrapicados, el uso de lentes de largo alcance (equivalentes a la mira telescópica del rifle) y el trabajo de la cámara subjetiva nos distancian inevitablemente de las viñetas humanas que se representan en las gradas. Flemática e impasible, la película retrata a la multitud individualmente como perdedores y colectivamente como transeúntes inocentes, en una lucha sin cuartel entre dos fuerzas siniestras, el asesino y los S.W.A.T.
El Shakespeare de Burge: necesidad de una revisión
Más allá, empero, de la poesía que subyace en el texto del Bardo, gran parte de la nobleza de la obra, trasladada de forma efectiva a esta versión cinematográfica, es la ambigüedad de las dos facciones. ¿Están impulsadas por una lealtad a Roma mayor que la lealtad a su amigo César, o están impulsadas por la envidia y la ambición? La de Burge ciertamente presagia el desenlace de la alianza entre Antonio y Octavio, y es impresionante la forma en que contrasta los elevados objetivos, al menos declarados por Casio y Bruto, con la agitación y el pandemonio que sus acciones crean. Aunque sea principalmente un director de televisión, Burge utiliza todo el ancho del formato Panavisión para bloquear a sus actores en un espacio cerrado, como si la conspiración en ciernes los atorase en sus propios demonios interiores, y lo mismo puede decirse de sus movimientos y la puesta en escena que refleja sus emociones y ambiciones en todo momento.
Un deporte favorito para el hombre
Howard Hawks exhuma brillantemente la tradición shakesperiana de la mujer disfrazada de hombre, una técnica narrativa experimental que recorre toda su obra inmortal, concebida para hacer que sus criaturas ficticias experimenten declinaciones emocionales y paradigmas de pensamiento que prescinden de las cualidades humanas exclusivamente femeninas o masculinas.