De nada sirvió el sacrificio de la última absenta. Ni la epifanía de cristales rotos. Las nubes ya no encontraban árboles que abrazar y la sombra verde había huido para siempre resquebrajando la piel del mundo.
Madrid, en el año de las revoluciones primaverales, me vio nacer entre nieves. Siempre contracorriente, emigré al norte celta y a pesar de mi formación de ciencias, disfruto con las letras. Escribo por necesidad y el microrrelato me da la satisfacción de poner final a las historias que me hacen cosquillas en la cabeza.
Me gustas mucho Eva.
Gracias Belén. Me alegra que te guste.