Ayer, 30 de julio, se cumplieron 276 años de La Gran Redada contra el Pueblo Gitano en el estado español, ideada por el obispo de Oviedo, Vázquez Tablada y cuya ejecución llevó a cabo el Marqués de la Ensenada con la autorización de Fernando VI. En ella se ordenó capturar y encerrar a todos los gitanos y gitanas del país. Lo cuenta Pastori Filigrana en su libro El pueblo gitano contra el sistema-mundo:
Se ordenó a los corregidores y justicias de las ciudades y las villas del reino asegurar y aprender a las familias gitanas que se hallasen avencidadas en ellas. Una vez apresadas, se separaría a los hombres, con los muchachos de siete años arriba, y a las mujeres con los menores de edad. La normativa especificaba que se pusiera especial cuidado en asegurar y prender a estas últimas, por ser muy conveniente esta diligencia para conseguir el fin pretendido, tan importante para la quietud del reino. Su objetivo era el exterminio del pueblo gitano, y las mujeres eran claves en la reproducción de sus gentes. (p. 36)
Este pogromo se sumó a siglos y siglos de leyes antigitanas que ya se venían legislando en el reino desde finales del siglo XV; si bien la resistencia de los gitanos y las gitanas fue una constante a lo largo de su historia de persecución, de esto da cuenta Silvia Agüero al acercarse a este suceso en su artículo El amor como arma de resistencia.
Desde luego, estos 276 años que siguen a aquel trágico acontecimiento no han sido menos tormentosos y se podría hacer un recorrido bien extenso de episodios de persecución: desde los trabajos forzosos a las penas a galeras; de la persecución de sus formas de vida y sus oficios a la expulsión de sus barrios y hogares (como es el caso de Triana); así como de los múltiples linchamientos de la vecindad que se han perpetrado contra familias gitanas en multitud de pueblos. Esto último lo cuenta Helios Ilyas F. Garcés en un extenso hilo de twitter el cual recomiendo leer. En él se recogen los linchamientos de las últimas décadas, siendo Jaén la provincia con más casos registrados, algo que siendo jiennense me entristece y repugna enormemente.
El pasado 22 de junio se aprobó la Proposición de Ley Orgánica complementaria de la Ley integral para la igualdad de trato y la no discriminación, de modificación de la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal, por el que se introduce como motivo de delito de odio el antigitanismo. Una deuda histórica que se lleva reclamando desde hace décadas por el Pueblo Gitano.
Desde luego, la historia no es un acontecimiento que va avanzando progresivamente hasta cotas de libertad mayores y derechos adquiridos cada vez más amplios. Es un devenir que da pasos hacia adelante y hacia atrás constantemente. Es más, con las leyes lo que se pretende es remover obstáculos pero es un eslabón más —ni mucho menos el definitivo ni el principal— para la consecución de transformaciones profundas.
El título que da nombre a este artículo lo tomo, con una ligera modificación, de una de las ilustraciones de Emma Gascó que más me gusta, en la que se puede leer: No hay nada tan parecido a un machista de derechas como un machista de izquierdas. Los trágicos acontecimientos recientes, tras una nueva persecución a la población gitana, esta vez en Peal de Becerro (Jaén), me hacen reflexionar sobre el silencio de la izquierda, bien lo dice Noelia Cortés en su artículo El fuego antigitano de España y vuestro silencio:
¿Que un gitano, tres o siete agredan o asesinen a un payo es suficiente para quemarnos a todos? ¿El silencio de la gente comprometida con el feminismo o el colectivo LGBT es tan doloroso como lo estamos sintiendo nosotros? ¿El pueblo gitano es más digno de ser nombrado para contradecirlo cuando señala la apropiación de la identidad del flamenco que para denunciar que lo están exterminando desde el principio de los tiempos?
¿Vais a decir algo, en algún momento?
Pero este nuevo episodio no solo ha vuelto a evidenciar ese silencio doloroso de la izquierda, sino también el racismo de los “iluminados”. Es el caso de uno que, desde una pretendida posición de intelectualidad, rastrea los actos de Durruti para extractar un fragmento asqueroso y antigitano de El corto verano de la anarquía de Hans Magnus Enzesberger para volver a la idea racista de «la vagancia gitana». El iluminado da cuenta de su total incomprensión del Pueblo Gitano —sin pretenderla tampoco—. Es la misma operación que hacen ciertos marxistas caducos al justificar el hecho colonial por los escritos de Marx sobre la misión civilizadora del hombre blanco que incorporaba a la historia moderna a los territorios inmóviles y bárbaros, pues según éste solo podía haber revolución si había ligada a una crisis comercial e industrial[1].
Es lo que tiene seguir anclados en reflexiones de pensadores y militantes de hace unos cien años sin contemplar la evolución de éstos en el presente. Es lo que tiene pensar en las corrientes políticas como corpus teóricos cerrados e inmodificables. Es lo que tiene alzar estatuas. Es lo que tiene no hacer una crítica a nuestros propios campos de pensamiento. Es lo que tiene ir de listos y no ser más que unos racistas rancios y nostálgicos.
¿Os imagináis aludir a la producción intelectual de principios del siglo XX contra la homosexualidad para decir que el colectivo LGTBIQ+ es desviado y antinatural[2]? Leyendo a este iluminado pensé precisamente en esto, en que si no situamos en su contexto —y por contexto hay que hablar de racismo, homofobia, colonialimos o lo que se preste— a figuras de hace cien, ochenta o sesenta años, mal vamos; si de lo que se produjo hace cien, ochenta o sesenta años no nos quedamos con lo que hoy día nos proporciona herramientas y desechamos lo que está cargado de debates más que superados, mal vamos; si no dejamos de levantar estatuas y empezamos a entender que el conocimiento es la suma de la acumulación de saberes —y que en esa suma debemos prestar mayor atención a las que siempre han sido excluidas, perseguidas, linchadas y ninguneadas—, mal vamos.
Dice Pastori Filigrana sobre el Pueblo Gitano que «cinco siglos de represión es mucho». Lo es. Sobre todo porque hablamos de un sistema estructural antigitano que no solo cala en las estructuras sociales, políticas y económicas sino que crea dispositivos que acaban configurando las mentes, también las de una izquierda que calla o que ni siquiera respeta el dolor ante la persecución —es un acto de cinismo hiriente—.
Mientras os recomiendo vivir en el presente, leer a gitanas y gitanos que están haciendo un trabajazo contra viento y marea, ver la entrevista que le hice a Pastori Filigrana hace unos años desde CNT donde habla de las resistencias del Pueblo Gitano y dialogar desde el entendimiento y el respeto porque desde luego, no hay nada tan parecido a un(a) racista de derechas como un(a) racista de izquierdas.
[1] https://rebelion.org/marx-y-el-colonialismo/
[2] Para profundizar más en el tema recomiendo la lectura del excelente trabajo Ivertidxs y rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia seuxal y de género en el estado español (1868-1982), de Piro Subrat . Esta pregunta, además, da para una reflexión más extensa sobre la actual transfobia existente dentro de ciertos sectores de los feminismos.