Amanece Metrópolis, en su interés por difundir el género del microrrelato, abre hoy sus puertas a una nueva serie de artículos titulada Amanece con…. En ella autores de minificción narrativa de uno y otro lado del Atlántico se presentarán con una breve biobibliografía y, lo más importante, una selección de textos realizada por ellos mismos donde podremos deleitarnos con esos «cuentos concentrados al máximo» ―en palabras del crítico argentino David Lagmanovich― que tanto nos hacen disfrutar.
Ricardo Alberto Bugarín (General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962)
Escritor, investigador y promotor cultural.
Publicó Bagaje (poesía) en 1981. En microficción, Bonsai en compota (Macedonia, 2014), Inés se turba sola (Macedonia, 2015), Benignas Insanías (Sherezade, 2016) y Ficcionario (La tinta del silencio, México, 2017)
Se han incluido textos de su autoría en antologías argentinas e internacionales. Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas argentinas han publicado trabajos suyos, como es el caso de Suplemento Literario de Diario La Prensa de Buenos Aires, la revista Letras de Buenos Aires ―dirigida por Victoria Pueyrredón― y Suplemento Cultural de Diario Los Andes de Mendoza, entre otras. También ha sido publicado en Ecuador, España, Italia, Estados Unidos, Venezuela, México, Chile, Perú, Colombia, Bolivia y Uruguay. Algunos textos de su libro Bonsai en compota han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).
Figura en las publicaciones Borrando Fronteras-Antología Trinacional de Microficción Argentina, Chile y Perú; ¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género (edición argentina); Antología Iberoamericana de Microcuento (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia); Vamos al circo. Minificción Hispanoamericana de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP, México) y Cortocircuito. Fusiones en la Minificción (BUAP, México).
Ricardo Alberto Bugarín ha querido compartir con nosotros estos tres textos, cada uno de un libro distinto, que él ha agrupado bajo el título de Microconsecuencias:
Consecuencias de la enseñanza
Mi tutor era un hombre riguroso y malvado. En la mirada ya se le notaba la intencionalidad de modelarnos a su antojo. Mi padre había dispuesto mi educación con la intención de sacar de mí un hombre letrado y dominador de alfabetos. Las jornadas de instrucción comenzaban con el alba y no se daban por concluidas hasta muy entrada la noche. El tutor todo lo supervisaba y si por alguna razón se le había faltado a la enseñanza recibida, a puro golpe nos lo hacía saber a la par que no dejaba de gritar su sagrada consigna: la letra con sangre entra. Mi padre, a quien no volví a ver hasta mi madurez, no hubiese aceptado de mí ni el más mínimo reproche.
No sé si ustedes compartirán conmigo el hecho de que hay aprendizajes que nos marcan para toda la vida. “La letra con sangre entra” retumba en mis oídos. Ahora, cuando entremos en Alejandría, vamos a saquear y quemar su renombrada biblioteca.
De Bonsai en compota (2014)
Consecuencias del frío
Este invierno hace un frío estrepitoso, con decir que se nos hiela hasta la escasa sombra que logramos proyectar con este sol tan débil y melancólico que tenemos.
Las gárgolas parecen como entristecidas en la altura y más de una se hubiese tirado al vacío si no fuera que conservan conciencia turística y recuerdan que son uno de los atractivos mayores del pueblo. Pero una de ellas se hizo la loca y se bajó una noche y se acomodó en la izquierda del ábside.
Hoy nos conocen como la iglesia de las diecisiete gárgolas. La número dieciocho se sigue haciendo la loca en su nuevo emplazamiento y no hay tu tía de que se vuelva a su lugar. “Al menos hasta que pase el frío”, nos dijo.
De Inés se turba sola (2015)
Consecuencias de la pobreza
Éramos tan pobres que lo único que teníamos para comer eran hostias fritas en grasa de velas. Mamá las traía el domingo y las racionaba para toda la semana. Después, en el tiempo de las brevas, mejorábamos la dieta. De ahí, dicen las tías, nos viene esta piel traslúcida y nacarada que nos da caritas de ángeles, esta esmirriada figura que parecemos muñequitos de altar, estas dulces miradas que nos dan un aire celestial. ¡La languidez tiene tantas transformaciones!
De Benignas insanías (2016)
Genial, como siempre, Ricardo. Un placer leerte