Cuando se habla de Marco Antonio y Cleopatra (Antony and Cleopatra, 1972), que dirigió y adaptó Charlton Heston a partir del clásico de Shakespeare, es inevitable que surjan comparaciones con Cleopatra (1963), la mítica película de Mankiewicz con la que apenas sí guarda dos o tres similitudes. Recordemos que aquella ni siquiera tenía en cuenta la obra teatral, sino textos de Franzero, Suetonio o Plutarco. Marco Antonio y Cleopatra es, sencillamente, otra historia. Se trata del más ambicioso proyecto de Charlton Heston y, a nuestro juicio, una de las cimas fundamentales de su carrera. A lo largo de la década de los 50 y hasta mediados de los 60, Heston estuvo vinculado a algunas de las películas épicas más importantes de todos los tiempos, entre ellas Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956) y Ben-Hur (William Wyler, 1959). Por eso, esta versión de la trágica obra de Shakespeare es quizás la culminación de esa asociación de Heston con la épica, así como lo es también su propio papel de Marco Antonio, que ya había interpretado en la gran pantalla en dos ocasiones anteriores: en la ignota -aunque para quienes la hemos visto, nada desdeñable- Julio César (David Bradley, 1950), y en la tormentosa y polémica adaptación homónima que Stuart Burge realiza en 1970.
No es ningún secreto que, desde su juventud, Heston tenía un gran respeto por Shakespeare y había adquirido importantes conocimientos sobre su obra. Obsesionado, como estaba, con la adaptación de Antony and Cleopatra, que consideraba el mejor trabajo del bardo y nunca antes filmada como largometraje, se embarca en este proyecto, harto complicado. Opta el norteamericano no sólo por interpretar a Marco Antonio, sino también por asumir el papel de guionista y director, ambos por primera vez en su carrera.
Filmada por completo en España, Heston maneja con desigual precisión, pero sin duda talento, los llamativos diseños egipcios, dorados y naranjas, haciéndolos destacar sobre garzos mares, arcaicos barcos piratas o encarnadas capas de centurión. Ya sea en la villa romana o en el Nilo, los espectadores reconocen de inmediato dónde tiene lugar una escena, por lo que Antonio y Cleopatra puede presumir, con orgullo, de un ambiente mucho más colorido, suntuoso y cinematográfico en comparación con el Julio César de Burge.
De repente, descubrimos al Heston más teatral, cuya icónica presencia se percibe en cada uno de los momentos en que aparece delante de nosotros. Incluso al elegir tan cimentado respeto por el material original del que hace gala su adaptación y creando a un Antonio igual de complejo como el de la obra. La película está estructurada en torno al papel de Antonio en el gobierno de Roma que rige Octavio (John Castle), tras la ejecución de Julio César. Al margen de este juego de poderes, Antonio tendrá la ardua tarea de convencer al pirata Pompeyo (Freddie Jones), mientras, a su vez, se esfuerza en casarse con la hermana de Octavio (Carmen Sevilla), aunque jamás llegue a estar enamorado de ella. Idéntica complejidad le sobreviene al otro personaje principal de la película, la astuta, poderosa e inmensa Cleopatra (Hildegard Neil), que manipula a Antonio a su antojo.
Es cierto que la adaptación es imperfecta, puesto que no hay fórmula mágica para adaptar el teatro shakespeariano, pero es notoria la sapiencia del estadounidense, máxime si pensamos en que las limitaciones de tiempo y presupuesto forzaron una serie de cambios y abreviaturas, lo que da como resultado una película con cierto ritmo disímil. Por su parte, el noble esfuerzo de Heston consigue que, cuando se aventura a ubicaciones exteriores o grandes decorados, su adaptación emerja teñida de un elegante sabor a serie B y, al encontrarnos en niveles más pequeños y menos regios, esto es, en esas situaciones intimistas que plagaban la obra original, la emoción unida a Shakespeare aparezca ante nosotros. Heston tiene éxito y el resultado final es digno, como poco.
En este sentido, el acto final de la película es redondo, extraordinariamente fiel al quinto de la obra de Shakespeare y fotografiado con mano maestra por Rafael Pacheco. Acto que permite a Heston y a Hildegard Neil pronunciar discursos profundamente personales y demostrar la comprensión cuidadosa de sus personajes, y que es tan fuerte y memorable que las fallidas escenas, en última instancia, de la Batalla de Actium desaparecerán de la memoria, como lo harán ciertos extraños intentos de Heston de ser una suerte de actor avant garde al principio de la película. El gran teatro del mundo está ante nosotros, una vez más.
El espectador, conocedor o no de la obra shakesperiana, necesita a una Cleopatra que pueda persuadirlo de que Antonio no está del todo equivocado al causar una guerra civil en Roma y deshonrar a dos bellas nobles romanas, por culpa de una mujer que no es su esposa. Una Cleopatra que sea imaginativa, erótica, poderosa y voluble. Hildegard Neil lo consiguió, de forma inmejorable, y muy pesar de lo que la crítica sostuvo. La sapiencia de esta británica bellísima está quizás relacionada con su paso por la Royal Shakespeare Company, pues tanta es la Cleopatra presente en esta película.
Por otra parte, el guión, del propio actor y director, contiene algunos de los mejores momentos vistos en las adaptaciones cinematográficas del teatro de Shakespeare. Por ejemplo, el que acontece cuando Marco Antonio regresa a Roma para reunirse con Octavio en el Acto II. Heston decide que el diálogo se lleve a cabo en un pequeño foro, mientras que dos gladiadores, ofreciendo un subtexto audaz, luchan entre sí. Otro es aquel en el que Enobarbo sugiere una bacanal para celebrar la paz negociada entre Octavio, Marco Antonio y Pompeyo. El erudito Heston introduce una pantomima de la relación de Antonio con Cleopatra, que se representa en la danza. El mismo Antonio, borracho, parece disfrutar del espectáculo, especialmente cuando cae en el regazo de Octavio. La bailarina que interpreta a Cleopatra en este teatro dentro del teatro parece incluso convincente como reina.
La cuestion interpretativa está fuera de duda, y Freddie Jones es la clara muestra de que los actores de carácter parecen divertirse con Shakespeare, resultando vitales para el desarrollo de la obra. Lo mismo les ocurre a John Castle –de campechanas maneras y, sin embargo, espeluznante como Octavio- o a la espléndida Jane Lapotaire como la mejor Carmiana posible. Roger Delgado, por su parte, da vida a un adivino ejemplar y, desde luego, Eric Porter como Enobarbo, es el protagonista supremo de alguno de los mejores diálogos de la película. De nuestros Fernando Rey, Carmen Sevilla o Juan Luis Galiardo, empero, no puede decirse lo mismo, y sus divertidas apariciones están más relacionadas con la participación de España en la producción que con sus propios méritos.
El papel de Heston en esta película es, al final, una metáfora del viaje del propio Antonio. Al igual que la pasión ciega de aquel por Cleopatra, también lo fue la de Heston -uno de los más grandes actores que ha dado la historia del cine norteamericano- por llevar la obra a la gran pantalla, y además con una duración de casi dos horas y media. Este Antony and Cleopatra es, en una tercera parte, obra maestra, a la que rodean dos tercios de exuberancia, planificación algo irregular y, pese a todo, una innegable y sabia artesanía para provenir de alguien que jamás había dirigido cine antes. Heston logra desplegar la cinematográfica grandeza de la obra sin perder la intimidad de la historia de amor. La gesta majestuosa convive al lado de la intensidad emocional: cuando el herido Antonio mira hacia la tumba de Cleopatra y grita «¡Muero, Egipto, muero!», somos conscientes de que las pasiones de tan grandes líderes sacuden a las naciones hasta su mismo núcleo.
Quizás nunca se hable de esta película como una adaptación definitiva de la obra original. Puede incluso que no suponga la muestra de mayor calidad que ha tenido lugar en el género épico e histórico. Pero lo que nadie debería dudar tampoco es que al suponer la sangre, el sudor y las lágrimas de una leyenda del cine para rendir homenaje al más importante dramaturgo de todos los tiempos y a un emblema de la Historia como la incomparable Cleopatra, la hace devenir, en justicia, una verdadera aventura. Una epopeya bien ideada, única en la época y plagada de hermosos momentos.
En el cine, eso, casi siempre y con toda lógica, es más que suficiente.
Ficha técnica |
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[…] pues, revisar este magnísimo César y hacerlo justo antes de la extraordinaria versión de Marco Antonio y Cleopatra (1972), a cargo ya de Heston también como director. Quizá entonces cambie la perspectiva y seamos no […]