El papel higiénico siempre ha sido motivo de crisis.
Ha vuelto a pasar. Se ha llevado mis llaves y por ende, la posibilidad de entrar a mi casa. Lo próximo será que se lleve también a mi novio. De hecho, cada vez más, los pelos que me encuentro entre las sábanas se parecen a los suyos. Lo juro, la cosa se está poniendo muy fea. Por supuesto, él me dice que eso son invenciones mías, que yo ya no sé de qué otra forma volverle más loco. Y claro está, mi madre también le apoya. Como le regala los oídos, se la tiene ganada. Los dos opinan que me gasto medio rollo de papel higiénico cada vez que voy al baño. O que si ya he roto media vajilla desde que vivimos juntos. Es como tener por madre a una persona que siempre le da la razón a tu enemigo. Me irrita hasta decir basta.
Sencillamente, nadie me cree. Nunca, nadie, cuando digo que esa no soy yo. Que eso, no me pasa a mí. Ese cabrón engreído me pone los cuernos y encima quiere que pague yo el “Megarollo” de Scottex. Todavía tiene cara de decirme que otra vez he perdido las llaves. Me da la extraña sensación de que todos opinan que algo raro pasa conmigo. Ni si quiera mis amigos me dan la razón. Pero eso es normal, porque fuman muchos porros. Para ellos todo lo exagero demasiado. Aunque en este caso es comprensible, a la velocidad a la que le funcionan las neuronas, cualquier cosa sucede con demasiados aspavientos. Nunca han sido de fiar.
Las llaves se las había llevado “él”. Por “error”. Ahora resulta que tampoco soy yo la que siempre se olvida de todo o siempre lo pierde todo o siempre lo hace todo un poco peor. Esas dos tetas sí que son un error bien grande. No sé qué polvo será el que te dé ella, pero a tus hijos lo único que le va a dar es leche con silicona. Y ea, ea, a dormir calentitos todos.
Ahora ven y dime que ese perfume que uso ya no te gusta, como haces siempre que te apetece cabrearme. ¡Antes sí que te gustaba! Y que me vuelvo tan insoportable con mis manías y mis celos, que ya no quieres estar conmigo.
Dices que me he vuelto loca, que me jodan.
¿Qué me joda yo? Jódete tú. Jodeos tú, mi madre y esas dos tetas de plástico con las que seguro me la pegas, vas a usar el papel higiénico para limpiar toda la mierda que has derramado. Que se jodan mis amigos por fumar porros y matarse las neuronas en los parques… ¡No necesito vuestra puta condescendencia! Que se jodan las llaves, por quedárselas ella. Que se jodan todos los que me miran con cara de sospecha.
Jódete tú también, ahí en el espejo encerrada. Me miras con aire de superioridad, vanagloriada por esta imagen que reflejas. Es la luz de este espejo, mira como todo cambia, ahora que la apago ya no estás. Que se joda mi médico, por decir que todo va a ir bien. Que se jodan el Diazepam, los antidepresivos y los libros de autoayuda. Que se jodan todos, estoy harta. He aguantado mucho tiempo la piedra sobre mi tejado. Que otros carguen ahora con ella. Yo ya soy libre.
Posdata:
Gasto el papel que necesito, rompo la vajilla como se rompen las ilusiones, el amor y todas las cosas con el uso o la torpeza y no, no soy perfecta, pero no estoy loca, pedazo de cabrón.
Un monólogo interior para un tiempo en el que la personalidad se somete a un juicio incierto. Y un poco de papel higiénico para una sociedad en crisis.
Inspirado en el monólogo de Monty Brogan (Edward Norton) en 25th Hours (2002, Spike Lee).