El padre de Florian Zelles, un novelista y dramaturgo francés, ha sido adaptada y dirigida en el teatro por José Carlos Plaza.
El reparto de la obra lo componen Héctor Alterio, Ana Labordeta, Luis Rallo, Zaira Montes, María González y Miguel Hermoso. Su estreno tuvo lugar en el Teatro Palacio Valdés de Avilés hace más de un año y en Madrid ha estado en varias ocasiones en el Teatro Bellas Artes, viendo así, con este recorrido, la gran acogida del público.
Una temática que aborda con gran sensibilidad, y también cierto humor para desdramatizar los avatares de la vida, el avance de los años, el posible de las facultades mentales incrustado en el Alzheimer, y sobre todo lo que rodea a estas situaciones que son difíciles de asimilar.
Por momentos unos no es consciente si todo lo que está viendo es una realidad alterada, o una mala pasada de la vida, esa que puede dar una enfermedad. Hay pequeños indicios que nos hacen pensar en la segunda opción, pero el juego que el director propone hace dudar al espectador.
Esta forma de exposición hace que uno no vaya directamente al drama, si no que se vaya creando poco a poco una idea del porqué de los delirios e imaginaciones del personaje. Hay toques cómicos e incluso de thriller impregnando la obra del surrealismo existencial que puede crear la mente y las enfermedades.
Es sutil, sensible y humana, pero a veces cruel, la realidad expuesta, viendo cómo se puede llegar a comportar el ser humano ante situaciones delicadas y adversas a lo que se quisiera.
Empatizar con los personajes a veces es complicado, sobre todo con todos, aquí en El padre a medida que pasan los minutos se van creando bandos, aquellos que resultan creíbles y otros que por la forma de ser su patrón no gustan, pero no por su interpretación si no por su fondo.
Hay que alabar la maestría con la que Héctor Alterio ha representado su personaje. Simplemente con una mirada, un giro de cuerpo es capaz de decirnos todo sin palabras. Semblante taciturno, frágil y duro al mismo tiempo, donde el desconcierto y la euforia se equilibran en su gran actuación. Vuelve a demostrar que es un gran en las tablas.
Destacar como en cada parte que se representa, cambiando de posibles escenarios, se va metaforizando la enfermedad en sí en la ambientación. Realiza un juego y ejercicio con el espectador, para que cuente de modo sencillo la verdad relatada.
El padre es esa gran realidad de nuestra sociedad, que por partes iguales se oculta o no se quiere ver.