Un toro y un novillo observan desde una colina cómo pastan un grupo de vacas.
El novillo le pregunta a su padre: – ¿Bajamos a toda prisa y nos follamos a una vaca?
A lo que su padre toro contesta: – Tranquilo, bajaremos despacio y nos las follaremos a todas.
«Fábula del toro y su hijo» (Del mafioso al político)
El fallecimiento de James Gandolfini trajo consigo una de las noticias más trágicas entre los amantes de aquel gordinflón, eterno actor secundario al que se le brindó la oportunidad de brillar con luz propia tras ser seleccionado para protagonizar la mejor serie de todos los tiempos: Los Soprano (1999 – 2007).
Tony Soprano es y será el papel por el que se le reconocerá siempre, una interpretación inmortal, pero jamás representará a la persona que se escondía detrás de los bastidores. Sin más, un ejemplar ser humano, dejándo atrás su adicción a las drogas y el mal humor.
A diferencia del mundo que nos rodea, entre tanto político y oportunista, en Gandolfini la apariencia de lobo ocultaba un cordero. Poco del incorregible mafioso, atado a sus dos familias, podíamos entrever en su persona. De ahí su mayor logro como actor, conquistar con su ingenua mirada al público y metérselos en el bolsillo representando su antítesis.
En un asunto aparte está Carmela Soprano, interpretada por Edie Falco, quien siempre fue su sensual sirena (aún cuando se cubría de espuma provocada por imprevistos maremotos provocados por el violento Tony, mas siendo el apoyo moral de James). Como cita el compromiso, en la salud y en la enfermedad. Amor incondicional a pesar de infidelidades y malentendidos, el personaje más vulnerable del show.
Una serie que rompió cánones, primogénita en usar el lenguaje cinematográfico con destreza. Sacando del sótano las miserias de norteamérica sin faltarle el respeto. Amada por sus fans, entre los que me incluyo, y alabada por expertos del formato televisivo.
Por consiguiente, adorando a Los Soprano uno construye conclusiones muy certeras. Vivimos rodeados de calaña similar, sin tender a ideologías, son éstos que se dedican por costumbre a dibujar su sonrisa canalla delante nuestra cada día mientras nos gobiernan. Pero a diferencia del clan formado por Silvio, Chris, Paulie y Tony; ellos no poseen ni una mísera pizca de gracia.
J.G. lo tuvo claro, pocos años antes de dejar este mundo brotaron estas sabias palabras de sus labios: «Creo que no voy a hacer un personaje de la mafia de nuevo. Quiero escapar de la violencia, está empezando a molestarme personalmente». ¿Acaso sólo podemos redimirnos de una fantasía? Quiero creer que esta misma entereza y rectitud la padecen la gran cantidad de individuos que no respetan su posición como altos cargos. Así que dejad volar los patos.
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En el eterno recuerdo suena Con te Partiro. Y ojalá estos personajes citados sólo fueran papeles por interpretar y nos sorprendieran, como J. Gandolfini, con su honesta humildad. Un amigo por conocer, incorruptible, íntegro, leyenda…