FOTORREPORTAJE
El Salar de Uyuni, en la región suroeste de Bolivia, es el desierto de sal más grande y más alto del mundo. Con sus más de 10.000km2 es, a los ojos, un mar blanco interminable.
Las expectativas eran grandes, había visto fotos y leído historias en los blogs de otros viajeros. Aún así, no me decepcionó. El tour empezó temprano. Jeep lleno: dos catalanes, dos franceses, una chica mitad española mitad peruana, Walter; nuestro chofer, y yo, que con mi ropa mojada monté casi un tendal entre la ventana y el asiento del copiloto.
Primero, tras dejar atrás un pequeño pueblito lleno de artesanías y un pequeño museo de sal, llegamos por fin a los montones de sal que la gente del pueblo hace para poder secarla. El primer vistazo al salar. Mojarse los pies, sentir el crujido de la sal bajo las suelas. Probarla y comprobar que, efectivamente, está salada. Con emoción empezar a tomar fotos sin parar.
Perder por un rato la mirada en el horizonte blanco. Jugar a hacer perspectivas, examinar cada uno de los montones y perderse en los reflejos que se forman en el agua abajo de ellos.
Tras eso del nuevo al jeep, siguiente visita los «Ojos del Salar», pequeñas erupciones de agua salada que salen del Salar burbujeando. Porque uno no solo lo mira, sino que el te mira también.
Isla del Pescado es la próxima parada. También la llaman isla Incahuasi por error, pues la confunden con una que está al lado. La isla del Pescado la llaman así por su forma. Está llena de cardones (una especie de cactus que abunda por Bolivia y también el sur de Argentina). No tardamos en empezar a recorrerla.
Parece mentira, uno se pregunta qué hace esa pequeña isla ahí, tanto cactus junto concentrado. Es como un pequeño y bello trozo de tierra extraviado, cambiado de lugar por error o casualidad. En su cima la vista se pierde en el paisaje, el mar blanco, las montañas, las nubes en el cielo, dibujando el cuadro en blanco y azul.
El salar parece no terminar nunca. Tras un almuerzo sencillo volvemos al jeep, esta vez rumbo al museo de sal que hay en mitad de este vasto paisaje. También encontramos multitud de banderas, de todos los países y todos los colores, junto a la estatua en representación del Dakar 2014. Es como un mix austero en plena mitad.
Esta es la bandera de los pueblos aborígenes. Se ve mucho en todo el altiplano.
Cuando parecía que el desierto de sal no tenía final, empezó a caer la noche y con eso, la partida. Eso sí, no debíamos andar con suerte, porque nuestra rueda terminó metida en un agujero y tras echar mano de la pala, hubo que empujar. Aún así fue un espectáculo para recomendar.
P.D. Si van eviten contratar el tour con la empresa «Tito Tour». En temporada baja es posible encontrar tours de tres días al salar y las lagunas por 650 bolivianos. En temporada alta suben hasta los 850 bolivianos.
[…] día en el interminable mar blanco de sal, un plácido sueño para reparar fuerzas para lo que aún me queda: otros dos días más de […]
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