“A veces me parece que todo esto ha ocurrido en un mundo lejano, como si lo hubiera leído en una novela que me trae nostalgias”[1]EÇA DE QUEIRÓS, José Maria, Ramalho Ortigão. 2021. El misterio de la carretera de Sintra. Barcelona: Acantilado, página 293. Y, realmente, así fue. Dos jóvenes escritores, entre las copas y el calor de una noche de verano, decidieron jugar con la realidad y la fantasía. Era 1870 y Lisboa acogía a una población con marcadas diferencias sociales, en la que germinaba un creciente movimiento republicano. Sus habitantes frecuentaban el Chiado y Belém, asistían a las corridas de toros y festejaban el carnaval. Los dos amigos acordaron que inventarían una historia, cada uno desde una ciudad, con la premisa de continuar lo que el otro iba desarrollando. La treta se inició el veinticuatro de julio y cesó el veintisiete de septiembre, cuando la expectación que se generó traspasó los límites imaginados. A modo de misivas enviadas y editadas por el periódico lisboeta Diario de noticias, el “Doctor X” informaba acerca de un suceso rodeado de misterio: un asesinato, del que él y su amigo F. habían sido testigos.
La evolución posterior de ambos autores, que se convirtieron en representantes del realismo portugués, hizo que renegasen de este relato; aunque ello no impidió que se imprimiese en formato de libro, como novela policíaca. En ella confluyen exageraciones, tópicos y un exceso de sentimentalismo romántico, que toman forma en un esquema folletinesco, del que ellos mismos crean una sátira. De todos modos, en su momento, suscitó una situación singular, un escándalo; pues los lectores, aparte de intrigados, trataban de identificar en las descripciones y los hechos a personalidades de la “flor y nata” de la época. Puede que esto resulte desproporcionado en nuestros días, pero estamos hablando de ciento cincuenta años de diferencia, cuando Internet y la Inteligencia Artificial no existían.
José María Eça de Queirós (1845-1900), con posterioridad, publicó obras que llegaron a ser muy reconocidas, como “El crimen del padre Amaro” (1875) y “Los Maia” (1888). José Duarte Ramalho Ortigâo (1836-1915) también fue una figura destacada de la Generación del 70, pero en su intento de acercar Portugal a la Europa más moderna, se desengañó con los atisbos de un progreso efímero y, en consecuencia, se apegó más a sus raíces. La narración que concibieron a cuatro manos mantiene también la estructura y los elementos propios de la novela negra, ya que no sólo aglutina un enigma central, pistas y sospechosos -como en el género policíaco-, sino que se recrea en la importancia de la atmósfera y en la profundidad psicológica de los personajes. Nos encontramos con un crimen como punto de partida, protagonistas y secundarios que se involucran –arrastrados por las circunstancias- en un proceso de investigación; así como, la necesidad de aferrar al lector como participante activo hasta llegar a la resolución del embrollo.
La atmósfera oscila entre lo asfixiante y lo distendido. Cuando se sitúa en el presente, se torna lúgubre, constreñida y tétrica.
Ejemplos de ello son el carruaje de tupidas cortinas del principio, la habitación donde hallan al cadáver –también, con las ventanas completamente cubiertas-, el convento de las Carmelitas Descalzas y el chirrido continuo de sus cerrojos, la alusión a la masonería y su secretismo o los aposentos de la condesa de W. al llegar al final del relato. Sin embargo, el pasado y sus recuerdos se dibujan en cruceros en alta mar, con horizontes amplios y atardeceres naranjas, en parrandas de madrugada en la cubierta de barcos de dimensiones infinitas. Y es que todos los escenarios están impregnados de las emociones y del momento vital concreto de los susodichos. Por este motivo, a veces, no importa que se prolonguen los capítulos con detalles que no son tan relevantes para la aclaración de los acontecimientos primordiales. No sólo leemos, aceptamos que estamos inmersos en la intriga. Somos parte de sus vidas y, explorando sus vínculos, estamos más cerca de su psique y de su proceder.
A medida que vamos conociendo el hilo argumental, los distintos intervinientes van dando su testimonio desde una perspectiva absolutamente subjetiva y, ante el conflicto, la única salida posible parece ser acusarse los unos a los otros, con el objetivo de borrar cualquier sospecha que planee sobre ellos. Como en un juicio, cada uno va compareciendo, por medio de cartas que dirigen al director del rotativo, con la esperanza de ser tenidos en cuenta. El objetivo es que dudemos de la mayoría y sintamos la amenaza real, con el consecuente desencanto, en el caso de habernos encariñado con alguno de los individuos. El aderezo imprescindible lo componen los estereotipos culturales y de género, las nacionalidades y los prejuicios que acarrean; y las pasiones, por supuesto.
Hemos de hacer una mención especial al perfil psicológico que se hace de la mujer: contradictorio, voluble, vehemente. Por una parte, nos presentan al modelo de conducta, de señora, con un halo de candidez y saber estar difícilmente superable. La clase de la condesa de W. se respira en sus cabellos y facciones, en su resignación como esposa ante las infidelidades de su marido, en sus comentarios comedidos y razonados. Por otra parte, está Carmen, la hembra de mirada de fuego y cabellos ensortijados, la encarnación del pecado y la tentación. Las dos son ricas, pero las mecieron en distintas cunas. Opuestas, rivales, con un núcleo común: el amor. Ese sentimiento las unifica; las sitúa frente a frente, en un duelo ancestral que las hace actuar de la misma manera ante el presentimiento de verse abandonadas por el hombre de su vida, el de verdad, el hallado y reconocido en una fracción de segundo. Locas.
Si queremos transitar “El misterio de la carretera de Sintra”, editada en 1884 como novela propiamente dicha, debemos estar dispuestos a situarnos entre Sâo Pedro y Cacém, para que unos desconocidos nos coloquen una venda en los ojos y nos lleven a una casa, cuya ubicación jamás esclareceremos. Más tarde, viajaremos por mar hasta Malta, bailaremos en honor del cumpleaños de algún príncipe y observaremos en silencio los trajines de damas y señores de alta alcurnia. Los celos alterarán la belleza en algunos rostros y el cielo volcará la luz de un millón de estrellas sobre nosotros. Odiaremos a Carmen y admiraremos a la condesa de W., mientras el capitán Rytmel brinda por las dos.
| Título: El misterio de la carretera de Sintra |
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Referencias
| ↑1 | EÇA DE QUEIRÓS, José Maria, Ramalho Ortigão. 2021. El misterio de la carretera de Sintra. Barcelona: Acantilado, página 293 |
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