Se diría que llevamos varios meses camino de esa distopía que predijo la literatura de ficción hace varias décadas consecuencia de un consumo desenfrenado y un alocado modelo económico que toma como premisa el crecimiento perpetuo en un mundo de recursos finitos.
Ahora, el terremoto desatado por Trump I y su, entre otros muchos dislates, guerra comercial declarada a casi todo el planeta, está haciendo pasar casi de lado demasiados horrores y poniendo de paso en evidencia el doble rasero de esa tan manida comunidad internacional.
Son los casos de la guerra de Ucrania y el genocidio que está perpetrando Israel contra el pueblo palestino.
Mientras en el primero, a pesar de las acometidas del nuevo emperador estadounidense al respecto, la guerra de Ucrania se mantiene como una cuestión de primer orden para la U.E. en defensa de la integridad territorial del pueblo ucraniano, en el caso de Gaza es esa misma Unión Europea la que mira para otro lado ante las atrocidades cometidas por las tropas israelíes sobre una indefensa población palestina con el resultado de decenas de miles de muertes, buena parte de ellas niñas y niños.
Además de una cada vez más violenta expropiación de tierras por la fuerza en una Cisjordania ocupada desde hace décadas, vulnerando todas las resoluciones de la ONU.
Incluso con el episodio reciente de la visita del propio Netanyahu a Hungría, por invitación expresa de otro autócrata como Viktor Orbán, a pesar de la orden de captura de la Corte Penal Internacional y sin que los máximos dignatarios de la U.E. se hayan expresado con mínima contundencia.
De este modo es difícil hacer creer a la población en las virtudes de la Unión, de la propia comunidad de naciones e incluso de la mismísima democracia hasta acabar cayendo en la desesperanza más absoluta y por ende en el extremismo más reaccionario.
Sin duda estamos ante el fin de una era en la que muchos creyeron ingenuamente –otros se aprovecharon de manera infame de ello-, que seríamos capaces de desarrollar una sociedad mejor y más justa para todos tomando como premisa el dinero, como si solo ello fuera sinónimo de prosperidad.