Que quería yo hablarles de Dostoyevski. Y siendo consecuente con lo dicho al final de la reseña del mes pasado y continuando en cierto modo con el tema de Lo siniestro, recordaremos que Freud mencionaba la novela Los elixires del Diablo de Hoffmann para introducir el tema del «doble». Un tema con relevante presencia en el imaginario colectivo, ya sea por su aparición en diversos mitos y leyendas como a través de la literatura y el cine de distintas épocas. Pero, para el caso que nos ocupa, el concepto del «otro yo» que nos interesa es el que se manifiesta más concretamente en la literatura del romanticismo: el doble como proyección del inconsciente reprimido. Una entidad surgida de la disociación padecida por el protagonista, quien se ve acosado y torturado por su «gemelo malvado» hasta el funesto final. Así que, como ya advertí, para estos menesteres considero más que apropiado dedicar unas palabras a El doble de Dostoyevski.
Antes de empezar quiero aclarar que, habiendo sido lo más lógico hacer una reseña de la novela de Hoffmann ya citada, particularmente encuentro más interesante esta obrita. Con lo que además me evito repetir autor. Y sí, esto último también lo habría conseguido escribiendo sobre el William Wilson de Poe. Mas resulta que a este relato le ocurre lo mismo que al primero, y es que en ambos casos el doble del protagonista se presenta como una suerte de conciencia que se manifiesta para atormentarle por sus malas acciones. Lo cual no deja de ser siniestro, pues en el caso de William Wilson lo es a más y mejor. Pero creo que resultan especialmente inquietantes la naturaleza y el carácter del antagonista del héroe de Dostoyevski: la materialización del lado más oscuro de uno mismo. Como si «la sombra» de la que hablaba Jung cobrase forma y vida a causa de algún fatídico acontecimiento, dando un nuevo y terrible significado a estas palabras del propio padre de la psicología analítica: «La conciencia es un órgano de desintegración: desune lo que anteriormente anduvo unido.» Dicho esto, vamos con la novela.
«Nuestro héroe», pues así se refiere continuamente el narrador al protagonista, es un funcionario público de baja categoría llamado Yakov Petrovich Goliadkin; un personaje que aspira a pertenecer a una clase social fuera de su alcance dado su rango dentro del escalafón. Y con ese afán comienza el relato, pues el primer capítulo nos presenta a Goliadkin levantándose de la cama y preparándose para afrontar una jornada en la que ha depositado ciertas esperanzas, para lo cual ya ha planeado con antelación todo su proceder. Dostoyevski nos muestra ya desde este momento el pensamiento rumiante y neurótico de un personajillo que se preocupa sobremanera por aparentar ser algo o alguien que no es. Pero ni siquiera aparentar le es posible, pues ni sus formas, ni su falta de gusto ni su racanería se lo permiten; solo alcanza a aumentar su patetismo. Aunque para la fecha en cuestión había alquilado un coche de caballos para todo el día e indumentaria de gala para su criado, Petrushka, al cual gusta gritar e insultar constantemente. Y con todo listo y preparado, nuestro héroe sale de casa y sube al coche que le ha de llevar a los distintos puntos del plan trazado. Pero nada más empezar, Goliadkin siente la inevitable necesidad de hacer una parada no prevista e indica al cochero una nueva dirección. Nuestro protagonista quiere ver antes a su médico y hacerle algunas confesiones. Médico al que solo conoce de su primera visita una semana antes a causa de «ciertos malestares».
Se excusa y justifica continuamente, se queja de la hipocresía que impera aquí y allá y así va dando rodeos hasta que al final estalla y acaba revelando la existencia de unos «enemigos» que quieren destruirle. Gente de su círculo que se dedica a difundir rumores difamatorios. Y todo porque sus palabras y sus actos han sido malinterpretados o tomados a mal por ser él persona directa al hablar y no poseer «el don de las frases bonitas». Es decir, que aquí ya empezamos a ver que el protagonista se pinta una realidad que le deja en mejor lugar del que merece. También vemos que las declaraciones por las que es criticado fueron fruto de la más pura envidia y claramente malintencionadas, por mucho que se quiera explicar. Y tras engañarse a sí mismo en la consulta de su médico y habiendo conseguido tranquilizarse con una conversación en la que solo importaba que hablase él, se despide del avasallado doctor para continuar con sus planes.
El resto del día lo pasa dejándose ver entrando y saliendo de diversos comercios donde pierde el tiempo regateando por el precio de productos que no puede permitirse y prometiendo mandar a recoger la mercancía deseada, pero sin dejar ninguna señal. Realmente no compra más que un par de guantes y un frasco de perfume. La siguiente parada es un famoso restaurante al que acude por primera vez. Y finalmente, manda al cochero dirigirse al verdadero evento del día: la fiesta de cumpleaños de la hija del consejero civil que en el pasado fue benefactor de nuestro héroe. El problema es que Goliadkin había decidido presentarse allí a pesar de no haber recibido invitación. Tras ser inevitablemente rechazado en la puerta por el servicio de la casa, despide al cochero, manda a Petrushka a casa y él se interna en una taberna para meditar sobre su situación. Y llega a la conclusión de que tiene que colarse en la fiesta y participar en ella como sea. Así pues, llegamos al grotesco episodio desencadenante del trastorno que supone el núcleo de la novela. Tras una bochornosa escena que acaba con su expulsión de la fiesta, nuestro héroe camina bajo la lluvia y la nieve completamente derrotado y queriendo desaparecer. Es entonces cuando comienza a producirse poco a poco el desdoblamiento. Y de este modo da comienzo la verdadera pesadilla de Yakov Petrovich Goliadkin.
El trastorno mental del protagonista pasa de ser una neurosis a un desdoblamiento de la personalidad. Y con ello pasa también de tener un círculo de supuestos enemigos a uno solo: él mismo. El que siempre fue el verdadero culpable de todos sus pesares y culla responsabilidad nunca quiso admitir se le acaba presentando en carne y hueso para mostrarle su lado más oscuro. Aquí ya empiezan a mezclarse la «realidad» con la fantasía, puesto que el relato es la vivencia del protagonista narrada en tercera persona. Y así, el doble va ocupando su lugar en las distintas esferas de la vida de Goliadkin, intrigando y actuando en su contra. Un delirio en el que nuestro héroe es incapaz de actuar con determinación y poco a poco va perdiendo las fuerzas. Quien comenzara como un personaje soberbio y ruin termina siendo un alma desesperada sin capacidad de reacción ante los actos de su otro yo. Es como si, en el proceso de desdoblamiento, «la sombra» se hubiese quedado con todo lo perverso del carácter de Goliadkin, incluidas la mezquindad, la ambición y la envidia que le impulsaban y conformaban el instinto de supervivencia de su narcisismo.
Y siendo reiterativo justificándome al estilo Goliadkin, espero haber dejado claro mi parecer sobre por qué El doble merecía una reseña a raíz del comentario sobre el ensayo de Freud. Y si no, habría escrito una reseña sobre este libro de todas formas. Porque es Dostoyevski en estado puro; la creación redonda de un personaje que vamos descubriendo poco a poco a través del punto de vista y los pensamientos del mismo y que indefectiblemente acaba siendo alcanzado por las consecuencias de sus actos. Un imprescindible a todas luces. Busquen, lean y que aproveche.
Título: El doble |
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