Hasta hace muy poco, lo mejor que era capaz de pensar a favor de la civilización, […], era que hacía posible al artista, al poeta, al filósofo y al científico. Pero ahora creo que eso no es lo más grande. Ahora creo que lo más grande es un asunto que nos atañe a todos. Cuando se dice que no vivimos porque estamos demasiado ocupados en ganarnos la vida, contesto que el principal valor de la civilización es precisamente que hace más complejas las formas de ganarse la vida; que se requieren esfuerzos intelectuales mayores combinados, en lugar de esfuerzos simples y descoordinados, para que la multitud pueda alimentarse, vestirse, alojarse y transportarse de un lugar a otro. Porque esfuerzos intelectuales más complejos e intensos suponen una vida más plena y más rica. Suponen más vida.
¡Qué bonito, qué bonito, qué bonito! La verdad es que este señor cuya vida se desarrolló entre la segunda mirad del siglo XIX y principios del XX me trae un poco sin cuidado. No sabía de su existencia hasta que leí este fragmento en la introducción de un buen, buen, buen libro que estoy leyendo [Muerte y vida de las grandes ciudades]. La referencia me encantó y quería compartirla, no para hablar de él [cuyo mérito no quiero hacer pasar inadvertido], sino para hablar de ello. «Ello» es la capacidad y ambición por el desarrollo y los avances de ésta nuestra especie, la humana, algo que a veces se nos olvida como positivo en nosotros mismos [aplicable hasta el caso más doméstico de nuestras vidas]. Pero también me lleva rápidamente a pensar en todo lo que esa ambición nos ha llevado a destruir. Ui, que poco aporto hoy. Espero que al menos la cita del mencionado y apuesto señor os haya gustado.
gooool