CRÓNICA DEL ALBA, LA NOVELA DE RAMÓN SENDER.
La primera vez que me topé con esta obra fue a través de una película, aquella que lleva el nombre del amor del personaje principal. Figura que al igual que otras tantas pertenecieron a la memoria de la infancia de Ramón J. Sender.
El protagonista, un excombatiente de la Guerra Civil, recuerda desde un campo de concentración situado Argelès-sur-Mer esa infancia feliz en el pueblo. El muchacho de ese entonces vivía metido en infinitud de travesuras, peleas y esos juegos de la niñez que nos lleva a prepararnos para saber situarnos en la vida. Es así, que esta obra tiene algo de esas novelas rurales de Miguel Delibes o, incluso me viene ahora a la mente, La guerra de los botones de Louis Pergaud.
Esta narración, rememora esa historia imposible del primer amor, aquel que se marcha sin decir adiós, y de las estrictas relaciones familiares, y de esa curiosidad que se despierta más en unos críos que otros, en este caso es curioso como un padre estricto y la protección paranoica de una madre no logran mermar esa curiosidad vivaz de Pepe Gárces, y también, cómo no, de la amistad con un hombre adulto, Mosén Joaquín, el cual sabe encauzar todas estas cualidades del rapaz hacia su formación académica, que es como decir enfocar toda la anarquía del niño hacía ese deber moral, entendido este en el sentido kantiano.
Se da la curiosa anécdota de que Valentina Ventura, el personaje real que toma el autor para inspirarse en su novela, murió antes de conocer la misma. Esto le da un mayor drama a la obra, lo cual, nos lleva a preguntarnos ¿qué hubiera pensado ella sobre esta?