Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico. El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado: la escritura misma).
Roland Barthes
Literatura…siempre cuesta hablar de lo que uno cree que conoce. Pero, ¿qué literatura? ¿Qué piensan o pensamos, que debemos acercar a esta casa? Hablar sobre algo a lo que uno lleva dedicado años y más años, con mayor o menor fortuna…quizás bucearemos en los textos, con esa necesidad de hallar(se)(r) en toda narración multidimensional. Allí, donde, por mor de la aproximación o el alejamiento, se deje traslucir un interés más por el modo en el que cambian los detalles, que por el detalle preciso. La única aventura es la aventura del texto, el tejido infinito de significados y significantes. La aventura del tejido de una vida, de muchas vidas, a través del lenguaje. Bruñir de palabras una superficie en blanco. La literatura, como el lenguaje, tiene hebras. Hojas. ¿Es humano deslizarse sobre desfiladeros mudos y así trazar el viaje? Ese es el recorrido textual, la cita con él, y la deuda pendiente. Como Psique huyendo del palacio del encantador, habremos de liberarnos de toda prisión imaginativa. Y eso está en la libertad extrema del texto. La búsqueda del territorio quizás en el mapa más democrático que conocemos. En el presente, y claro, embocado todo ello hacia un futuro. Hacia lo posible de un futuro. O quizás hacia lo posible imposible del vivir. Por eso, y tenemos que pensar como Kierkegaard: si lo posible es lo futuro para la libertad, y lo futuro lo posible para el tiempo, ese modo de expresarse enlaza la angustia con el futuro. ¿Qué aguarda al volver la página? ¿Podremos desmontar, deconstruir el texto? Angustia…quizás, pero no menos afán aventurero. Andar lo escrito, aproximarse al texto sólo para aceptar la realidad del presente, la única materia ofrecida a nuestra experiencia de la realidad. La literatura, condecorada con la universalidad, es esa rebelión contra el fantasma, y arroja cataratas de luz sobre los ciegos, canta en las alturas, y marcha, frágil, por los desfiladeros de la carne, salpicando como un balazo perfecto. Suspiramos en multitud y, entre las páginas, una migaja, al menos, de vida. Esta es la llave del reino y esta la ciudad. Aquí empieza todo, donde alguien preguntó por la luz, en una noche de tiniebla. Pronto, muy pronto, nos aproximaremos a Thomas Pynchon y su última novela, «Bleeding Edge» (2013). Un vertiginoso vistazo a toda su carrera, a través de ella. De Pynchon puede que lleguemos a Shakespeare, a Joyce o a Eliot, el poeta, de reseña en reseña hasta los actuales…nota a nota, paso a paso. Quizás, como él, no cejemos nunca en la exploración. Quizás, sólo quizás…entonces todo irá bien, y toda clase de cosas saldrán bien.