Abatida, desolada y sin rumbo, así se sentía ella. No sabía muy bien la razón, o sí, pero no quería entender lo que estaba sucediendo. Todo en ella era negativo: ya no habría más despertares con una sonrisa, ya no habría más horizontes por los que luchar, mirar y admirar, ya no habría aliciente en cada segundo al respirar, ya no vería ninguna luz ni sueños en una sala de cine, ya no sentiría las melodías de los sonidos en letras y músicas de esas canciones que eran su transporte mágico a sus ilusiones, ya no quería, nada de nada, ni sonreir, ni bailar, ni cantar, ni llorar, ni hablar, ni siquiera existir. Como decía la letra de esa canción que se había pegado en su alma Ya no habrá canción ni bailes de pasión, los ojos que ahora miras no los veo yo.