Es domingo y está lloviendo. Lucía se lleva la taza de café a los labios mientras observa su reflejo en la ventana de la cocina. Las gotas de lluvia salpican el cristal. La ventana está abatida. El agua no entra, pero sí el olor a tormenta. En el salón, la televisión bombardea publicidad para nadie. Está sola. Toma un sorbo de café y su nariz se arruga. No le ha echado azúcar. Se acerca al armario y entonces la escucha. A Lucía siempre le ha gustado ponerles música a las personas. También a los momentos. Mientras coge el azucarero, una sonrisa se dibuja en su cara y en su mirada. Viaja veinte años en el tiempo. Unos ojos verdes, un beso y esa canción. La misma que ahora aparece en el anuncio de detergente. Le echa azúcar al café. Suena el timbre. «Se ha vuelto a dejar las llaves». Abre la puerta y, de nuevo, unos ojos verdes, un beso y esa canción.
[…] Un microrrelato para Amanece Metrópolis que continúa aquí. […]