Hay historias que recorren sendas marcadas, es fácil seguirlas porque devienen rutinas. Las seguimos porque no exige grandes complicaciones transitarlas. Conocemos la geografía que demarcan como conocemos nuestro cuerpo, como intuimos el placer de degustar un sabor que conocemos. Sin embargo hay otras, que aunque comunes, mal que le pese a las narrativas, abren otras sendas. La última novela de Belén Gopegui, Existiríamos el mar, es una de ellas, una de esas sendas que se abre camino a base de incertidumbre, cuidado y afecto.
Podríamos decir que Existiríamos el mar es una historia sobre la amistad en nuestros tiempos, sobre los lazos afectivos que hacen que sigamos adelante, sobre la salud mental, sobre las familias que elegimos, sobre relaciones que no siguen ecuaciones aprendidas o quizá sobre la impronta que el trabajo (o su falta) deja en nuestros cuerpos e historias personales. Historias que son más comunes de lo que pensamos. En definitiva, Existiríamos el mar nos sumerge en una historia atravesada por el apoyo mutuo y sus devenires, sus incertidumbres y recovecos. Pero es que además, es un alegato a lo que nos mantiene a flote a pesar de la dureza de las circunstancias.
En un tiempo en el que la nostalgia se ha convertido en el aliado narrativo más socorrido para seguir reforzando la cultura neoliberal y neoconservadora. Cuando parece que el pasado se configura desde una melancolía simplista y carente de crítica. La lectura de Gopegui es una ventana a otra galaxia, es una invocación poética a ese extrañamiento que es nuestro existir. Ese devenir diario que a pesar de lo conocido, de lo recorrido, de tener un asidero al que llamar pareja, o amiga, o casa, o amor… termina por desgarrarnos y hacer que nos sintamos perdidas. Así, Gopegui ha apostado por los claroscuros en plena época de aparentes certezas.
La autora pone el foco en un espacio de resistencia sin recurrir a ningún romanticismo o condescendía sobre el naufragio, porque la galaxia que tejen los protagonistas de la calle Martín de Vargas 3ºC se convierte en la excusa para explorar la antropología humana, sus miedos, anhelos, alegrías y deseos de forma compleja. Existiríamos el mar nos habla de otra vida posible de otros lazos que raras veces son narrados.
En ese tránsito, la voz narrativa de Gopegui adquiere tintes filosófico y poéticos, disecciona los instantes con una agudeza desbordante, juega con la metáfora para generar una simbología que hace que aunque nuestra atención esté dirigida hacia los personajes de la historia, nos sirvan como ejemplo de algo más. Como si en lo personal también hubiera una dimensión mayor de lo que acontece. Como si nuestras vidas se parecieran, como un susurro que nos anima a seguir buscando puntos de fuga, a ver la belleza que poseen las luchas compartidas.
Tras la trama late una lógica del cuidado radical que subyace cuando se asume como cierto la premisa de eso de poner la vida en centro, con las complejidades que ello implica en el sistema que habitamos. Y que, aunque en ocasiones parezca dinamitar nuestras ideas, queda espacio para reajustar el desvío, echarle un pulso al día y generar vivibles alianzas.
Porque Existiríamos el mar ilustra que la tarea de construir un mundo más vivible comienza por asumir la vulnerabilidad compartida que somos. Podríamos decir que es una historia donde late el apoyo mutuo como forma radical de habitar el mundo. No se me ocurre mejor lectura para comenzar un año como este.
Basta con observar para ver que, a menudo, los principios se presentan en las vidas de las personas oprimidas. Y cuando se presentan, hay que querer quedarse con ellos a pesar de las presiones. También hay que lograr mantener la calma, y evitar despreciarse con el desprecio del prepotente, y elegir no subestimar a las personas semejantes como afuera las subestiman y aborrecen. Hay que impedir que la angustia vaya contra quienes están cerca y dirigirla contra quienes, lo hacen, aunque no, como se piensa, en defensa propia. Actúan así, mostrando una finura, delicadeza y potencia indecibles, en defensa del bien común.
Belén Gopegui- Existiríamos el mar
Título: Existiríamos el mar |
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Burbujas
Dice el niño de Gila
deme 5 pesetas de aceite
y el tendero contesta
¿dónde te echo la mancha?
5 personas comparten un piso
y construyen su microcosmos respirable
Hay burbujas de aire en el agua del río,
sin ellas los peces no espejarían la luz
Hay burbujas de aire bajo el mantillo del bosque,
el dulce abrazo de las microrrizas desaparece sin ellas
No las nombran en los grandes medios,
no son trending topic, ni tema del día.
Y sin embargo esas pequeñas manchas
lanzan su desafío a lo uniforme
esas burbujas de otro vivir
hacen que el muro no sea compacto
que el río no sea cloaca
Mientras existan
mientras las existamos
existiríamos el mar