Ana Penyas (1987) lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a crear magia con sus rotuladores y collages. Cuando acabas de leer Todo bajo el sol (Salamandra Graphic) ya sabes que es una novela gráfica indispensable que ha sabido captar de forma crítica y sin florituras un fragmento muy concreto de una historia común.
Hábilmente documentada y con una agudeza visual aplastante, asistimos en Todo bajo el sol a la transformación (no tan) reciente del levante español. Podría tratarse de cualquier pueblo costero del País Valencià, Murcia o Andalucía. Mientras me zambullo en sus páginas me vienen a la mente las fotos de mi madre trabajando en Benidorm en plena adolescencia. Pero creo que es fácil que también te pase a ti, ya que Todo bajo el sol tiene mucho de espacios comunes, de relatos generacionales que atraviesan a todas nuestras familias currantas y del poderío de nuestras señoras abuelas. Son ellas las que aparecen como las grandes visionarias de esta historia, son figuras de resistencia al relato del mal llamado progreso.
Mientras leo, pienso inevitablemente en mi abuela quien vio por primera vez el mar ya de adulta. Por esa época en la que mi abuela lloraba al ver las playas de Alicante, aterrizaban suecos y alemanes a ponerse tibios a gambas y a tomar el sol como si no hubiera un mañana. Los mismos a los que nuestra situación política les importaba bien poco. Este es otro de los relatos que cuestiona Penyas, el del turismo como milagro de la apertura a Europa. La ilusión del progreso que el neoliberalismo nos ha metido en vena y de la que estamos todavía cautivas.
Igualmente hay una estela de pérdidas generacionales mediante la comprobación fehaciente de lo que el capitalismo no solo ha hecho con nuestra tierra sino también con nuestras vidas. Podríamos decir que uno de los regalos de esta novela gráfica es la convicción de que el paisaje humano nunca está exento de lo que le ocurre al espacio urbano. La huerta desaparece, así como lo hace la vida vivible, amable y cuidada. De esos desajustes entre deseo y realidad también trata Todo bajo el sol.
En este drama urbano es fácilmente verse reflejada, la voz narrativa que utiliza Penyas es análoga a sus collages, está tan llena de fragmentos que es imposible no verse en ellos. Hay tantos detalles, tantos guiños de cultura popular, playa y souvenir que puedes pasarte un buen rato examinando los pequeños tesoros que Ana Penyas ha dejado ahí, esperando a ser descubierto, sabedora del gran poder simbólico que entrañan.
La sintonía que me resuena cuando acabo de leer Todo bajo el sol es que nos han vendido la moto rota siempre que los augurios de más prosperidad siempre han venido acompañados de más pobreza. Mientras entretenían a la gente humilde con trabajo duro, nos convencían a la misma vez de que eso era lo mejor que podíamos ser, de que había que ser agradecidos. En definitiva: no morder la mano de quién te da las migajas.
Y todo ello, sin olvidar la connivencia de una Europa a la que realmente nunca le hemos importado, salvo para ponerse morenos y disfrutar de nuestra gastronomía low-cost.
El eje de coordenadas sigue intacto y Ana Penyas se ha encargado de crear una preciosa radiografía a tanto saqueo. ¿Hasta cuándo seguiremos repitiendo los mismos errores?
Título: Todo bajo el sol |
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