Voces desde el huerto del amor no conocido
Ahora es Cristina Inogés, uno de los nombres más potentes dentro de la teología feminista, quien nos regala su propia entrada a este hortus conclusus; el memorial con el que escribe el preámbulo a este libro de mujeres, en el que hay tantos preámbulos, aunque uno de ellos, como el de la nota que dediqué a Hildegarda de Bingen, no tenga otra justificación que la de su generosidad.
El drama de la familia en «La Cinta Dorada»
A priori, puede parecer extraño establecer un nexo entre “La cinta dorada” y “Alicia en el país de las maravillas” (Lewis Carroll, 1865), pero muchos de sus personajes perdieron su infancia y entraron abruptamente en el mundo de los adultos a través de una puerta, cayendo en un agujero. Sin embargo, Adela, Erni, Moncho y Javier ya no pudieron despertar jamás de ese sueño sin sentido. El Conejo Blanco, el Sombrerero y la Reina de Corazones se transformaron en seres habituales en su constante huida. Los mares de lágrimas se ahogaron en alcohol o en sexo, las orugas azules se aburrieron de dar consejos, las meriendas de locos cada vez fueron más insoportables, las rosas blancas y rojas se quedaron sin pétalos.
Un portulano de llanto
Y es un golpe de genio, como el último acorde de una balada triste, un poco loca y perversamente naif, el que elige Christle para cerrar su itinerario. Por si nos ha dado pesadumbre, aunque lo hayamos devorado con los ojos chispeantes y una permanente media sonrisa, a lo que ayuda sobremanera la acogedora edición. Estimulante y depresiva, suministradora del estímulo de la depresión. En esto me recuerda Heather Christle a Cioran, si es que se puede comparar, sin dar un salto mortal, al mejor heredero de los moralistas francesas, con esta inteligente pitonisa, disfrazada de ese muñeco un poco raro y kawaῑ, que nos conmueve en una tarde de lluvia mientras escuchamos canciones de Belle & Sebastian en un tocadiscos.
Amapolas
Hoy llevo casi toda la tarde paseando por el prado, correteando entre las amapolas como si fuese un niño, tumbándome sobre la yerba boca arriba y contemplando el lento vagar de las nubes blancas sobre el todavía luminoso cielo azul del atardecer. Me gustan las amapolas. Siempre me han gustado. De niño retozaba durante horas […]
Hotaru: el estallido ámbar
Hotaru seduce con el misterio y la transgresión, con la sensualidad de los silencios ebrios de historias; con personajes que sobreviven sin quejarse en un círculo que se estrecha, pero degustando, al tiempo que lastimando, cada segundo que marca el péndulo de las épocas y la constancia de la existencia. En la novela está muy presente el realismo mágico en situaciones extrañas que no se cuestionan, aunque resulten inconcebibles en nuestro mundo tangible y práctico, como la ceguera voluntaria por un amor allende el mar o las lágrimas heladas rescatadas de alguna mejilla después de un sueño.