El arco iris de Rubik
Hundido en el relativismo y la guerra, el mundo sigue empeñado, bien entrado ya el siglo XXI, en emprender un largo viaje hacia el final de la noche. Así lo predijeron Céline y O’Neill, cada uno por sus razones, y ese es el mandato social y político. Sin embargo, mientras escribía estas líneas, he podido […]
Moradas II: Una alegría cercana a la tristeza
A Thomas Coraghessan Boyle se le conoce, desde sus primeros libros, como T. Coraghessan Boyle o T. C. Boyle. El nombre parece haberse esfumado en un postrer coletazo de la literatura posmoderna. Del Call me Ishmael estamos, de rebato, ante un Don’t call me by my name. No me llaméis por mi nombre. O quizá […]
Retratos literarios: «La jauría humana», Horton Foote
Cada capítulo, óleo costumbrista antes que cualquier otra cosa, denota cómo estos momentos diversos, que sin embargo pertenecen a una misma secuencia temporal, contrastan lo violento y lo sereno, lo trágico y lo apacible. Al final, la tempestad estalla. Reeves no es precisamente un Hamlet que regresa tras la muerte de su padre, pero sí una suerte de personaje shakesperiano, como ese príncipe que se da de bruces con una amarga visión. Toda la obra lo es. Será pues preciso resolver el enigma que se cierne sobre Harrison.
Retratos literarios: «El Nadador», John Cheever
Al finalizar la representación que ofrece Cheever de los suburbios de clase alta de la Costa Este, su paleta de colores ha terminado por enturbiar el, en principio brillante y alegre, boceto del principio. Cuando comienzan viaje y relato, cada patio tiene una reluciente piscina, donde la gente ríe y disfruta del jolgorio, bebe sin mesura y sobrevive gracias a las empresas de catering y los camareros. Es este es un mundo de lujo, parece decirnos Cheever, fácil y tranquilo. Pero no tarda en enturbiarse tal panorama ficticio, pues, en muchos sentidos, a pesar de esta descripción idílica en la historia, hay un sentido autoral obligado para alterar la felicidad desde la misma homogeneidad patente.